Debate sin debate


No se puede debatir con quien no quiere hacerlo o con quien solo utiliza el espacio de debate para reproducir consignas o reiterar ataques. El problema del formato de los encuentros televisados entre candidatos a la presidencia y a la vicepresidencia del Estado es que permite a los participantes leer todo o casi todo y responder nada o casi nada. Eso, claramente, resta naturalidad a las intervenciones o permite que cada quien vaya por un camino que no es el del intercambio de ideas o la discusión de propuestas, sino el del monólogo.

En el debate de los candidatos a la vicepresidencia hubo uno, José Luis Lupo, que fue a exponer ideas y a intentar debatir, otra que se ubicó desde el principio en una suerte de banquillo de los acusados porque solo defendió las gestiones del MAS, otro que compartió más dardos que ideas y un alumno aplicado que intentó leer, lo mejor posible, las respuestas que le fueron escritas, prolijamente, para que, por lo menos no se equivoque.



La agenda no era compleja. Hablar de gobernabilidad no debería ser un asunto muy difícil para quien aspira a convertirse en presidente de la Asamblea Legislativa, el escenario por excelencia para promover consensos e impulsar las leyes que el país necesita con el objetivo de salir de la crisis y visualizar un horizonte de desarrollo y recuperación económica más amplio.

No a todos les fue muy fácil hablar de una propuesta legislativa. El candidato de la Alianza Unidad expuso los temas sobre los cuales tienen que gestarse los acuerdos, la candidata de la Alianza Popular (MÁS) se limitó a decir que no harán nada contra nadie, mucho menos contra Evo Morales. Juan Pablo Velazco habló de “gobernabilidad digital” sin explicar en detalle de lo que se trataba y Juan Carlos Medrano, de Súmate, solo dijo que él se encargará de legislar y Reyes Villa de poner orden. Muy poco, en realidad, para una audiencia que esperaba sacar mayor riqueza e ideas de los 2 minutos que cada uno de los participantes tenía para decir lo suyo.

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En las preguntas entre aspirantes hubo algo más de “chispa”. Algunos evitaron referirse al otro por el nombre y prefirieron utilizar el apellido. Mariana Prado usteó a José Luis Lupo y Juan Carlos Medrano, tal vez para diferenciarse generacionalmente, y Juan Pablo Velazco intento leer de la mejor manera las preguntas “filosas” que le prepararon sus asesores.

Lupo, conocedor del tema, aprovechó bien su tiempo para hablar de su plan económico, tanto de las propuestas para encarar las urgencias, como de las medidas que harán falta para trabajar en el futuro. Volvió al tema de las soluciones de 100 días Carajo, pero no porque sea reiterativo, sino porque son los temas que le interesan a la gente. Sin posibilidad de debatir, porque ninguno de los otros candidatos quería hacerlo, al aspirante de Unidad solo le quedo hablar de lo suyo y eludir de la manera más serena posible los ataques y denuncias.

Medrano habló de la gasolina en Bs 5, sin mencionar cuál será la fórmula mágica que aplicarán para vender combustibles a un precio menor al que tiene cada litro en el mercado internacional. Pero, como no hay debate, no hay necesidad tampoco de dar explicaciones. Se puede decir todo, sin argumentar ni sustentar nada, con tal que la idea quede ahí, flotando, rebotando de pantalla en pantalla hasta diluirse y perder relevancia.

Lo mismo pasó con el litio. Todos hablan del recurso como la llave de los ingresos del futuro, pero unos lo hacen, con buena dosis de atrevimiento, diciendo que ya tienen cerrados los negocios – compromisos, acuerdos de buenas intenciones o lo que se llame – con empresas extranjeras y entonces la boca se les llena de miles de millones de dólares para una audiencia que no ve dólares hace más de dos años.

Otros, en cambio, prefieren ser más mesurados, responsables y claros en la explicación del itinerario que se debe seguir, con aprobación de nuevas leyes por delante, para que un recurso como el litio realmente se convierta en el factor dinamizador del desarrollo que todos esperan.

Mariana Prado se refirió a los grandes éxitos del proceso de cambio. Volvió al manual de primeros auxilios masista para decir que en los últimos años más de 3 millones de bolivianos dejaron la pobreza y que se construyeron más de 1000 kilómetros de carreteras, el viejo guion con correcciones de última hora.

Si alguien encendía el televisor en ese momento, seguramente se quedaba con la idea de que la exministra de Planificación seguía en ese cargo y trabajando para el mismo presidente, Evo Morales, a quien evitó referirse, salvo para destacar todo lo bueno que supuestamente pasó en su “gobierno”. Aunque mencionó varias veces a Andrónico Rodríguez, Prado, claramente estuvo ahí con la vieja camiseta puesta, jugando un partido que terminó hace tiempo.

Los debates no dejan muchas conclusiones. Es difícil que en 60 minutos o menos salga relucir lo mejor de cada quien. Pero al menos quedan algunas certezas, algo en limpio en medio del borrador político.

En este caso, habrá que decirlo, hubo un ganador, José Luis Lupo, sobre todo porque, a diferencia de los otros, se nota que él si sabe lo que dice, que conoce con mayor profundidad los temas y que sabe exponerlos sin necesidad de chanchullos y, ojo, que está dispuesto a intercambiar ideas sin desafiar a duelos verbales. El resto dejó muy poco. Mariana Prado, anclada en el pasado inmediato, Medrano, más preocupado por atacar que por proponer y Velazco, más leído que pensado.