El adiós silencioso de Romel Quiñónez: del héroe de la Libertadores al olvido prematuro


Llegó a brillar con Bolívar y la selección nacional, vivió una carrera tan prometedora como breve. Las lesiones y el sobrepeso lo alejaron del profesionalismo antes de tiempo. Su última aparición, en 2024, fue una postal nostálgica que confirmó su retiro silencioso.

Pedro Rivero de Ugarte

Fuente: eldeber.com.bo



¿Qué fue de la vida de Romel Quiñónez? Para muchos, estaba destinado a marcar época como uno de los grandes arqueros bolivianos. Sus reflejos, seguridad bajo los tres palos y una madurez precoz lo proyectaban al estrellato. Sin embargo, su historia tomó un rumbo inesperado: lesiones recurrentes y problemas de sobrepeso lo sacaron del mapa futbolístico sin previo aviso.

Nacido en San José de Chiquitos el 25 de junio de 1992, Romel se formó en la prestigiosa academia Ramón Tahuichi Aguilera. A los 17 años debutó en Bolívar, donde no tardó en hacerse un nombre. Poco a poco se ganó un lugar en el plantel profesional, hasta convertirse en titular indiscutible y uno de los pilares del equipo.

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Su momento cumbre llegó en 2014, cuando Bolívar alcanzó las semifinales de la Copa Libertadores. Quiñónez fue figura en varios encuentros de esa histórica campaña. Su nombre sonó en clubes del exterior, pero él eligió quedarse en La Paz, donde su rendimiento era garantía de éxito. Para la hinchada celeste, era más que un arquero: era un símbolo.

Tuvo dos ciclos con la Academia paceña: de 2010 a 2017, y un breve regreso en 2018. En total disputó 160 partidos con la camiseta de Bolívar, siendo uno de los arqueros más regulares de la década. En paralelo, su paso por Oriente Petrolero fue más irregular. Jugó cedido en 2016–2017 y volvió entre 2019 y 2020, pero ya arrastraba varios problemas físicos que afectaron su rendimiento.

En 2021, Blooming le abrió las puertas a pedido del técnico Eduardo Villegas. Sin embargo, no logró ponerse en forma ni debutó oficialmente. Solo se entrenó unos meses antes de alejarse del club. Ese fue su último vínculo con el fútbol profesional. Desde entonces, desapareció sin anuncio, sin despedida, sin ruido.

A nivel de selección, también dejó huella. Fue convocado por primera vez en 2013 por Xavier Azkargorta y disputó 15 partidos con la Verde, sumando 1.350 minutos. Su mayor logro fue la Copa América Chile 2015, donde fue titular y figura, llevando a Bolivia a los cuartos de final bajo la dirección de Mauricio Soria. En 2016 volvió a ser citado, pero no tuvo minutos.

Después de eso, el silencio. Romel se alejó del foco mediático y de las canchas. Muchos lo daban por retirado, pero nadie lo había confirmado. Hasta que, en marzo de 2024, volvió a aparecer. Fue en el partido de despedida de William Ferreira, en un reencuentro del equipo histórico de Bolívar que llegó a las semifinales de la Libertadores.

En esa ocasión, se puso los guantes una vez más. Entró con una visible falta de estado físico, pero con el corazón intacto. Y lo demostró al volar para una espectacular atajada, como en sus mejores tiempos. Sin embargo, al caer, su rodilla no resistió: se lesionó nuevamente y tuvo que salir en camilla, ovacionado por un estadio lleno de recuerdos.

Esa imagen fue tan simbólica como triste. El último manotazo de un arquero que parecía tener un futuro enorme terminó en una nueva lesión. Fue la última vez que se lo vio en acción. Desde entonces, no ha vuelto a vincularse al fútbol. A sus 33 años, el regreso parece una utopía, y su historia quedó escrita entre el brillo fugaz y la nostalgia.

Romel Quiñónez fue un gigante que cayó antes de tiempo. Quedan sus atajadas, sus tardes de gloria y ese último esfuerzo en un partido simbólico. No tuvo el retiro soñado, pero su legado vive en quienes lo vieron volar bajo los tres palos como si el cielo no tuviera límite.