Al parecer, la paliza diplomática que recibimos en La Haya hace algunos años, nos ha dejado escaldados con el tema marítimo. Evo Morales y su sucesor Luís Arce Catacora, ya no volvieron a tener la cara dura de decir que el fallo de los jueces de la Corte Internacional de Justicia, había sido un empate. La “diplomacia de los pueblos” nos llevó a esa situación y los pueblos se quedaron mirando en silencio la sentencia, apegada a derecho, con que Chile salía con la suya y nos volvía a derrotar en ese alto Tribunal.
A tal extremo ha llegado esa sensación de descalabro, que, a escasas tres semanas de las elecciones generales, fijadas para el próximo 17 de agosto, los candidatos a la presidencia, a la vicepresidencia, los buscadores de votos para senadores y diputados, se han olvidado del mar. Hace algunos años, el enclaustramiento marítimo era seguro tema de polémica entre los postulantes a la primera magistratura. El retorno al mar era asunto caliente, donde aparecían las teorías más sofisticadas e inverosímiles, desde aquel candidato que proponía cavar un túnel desde el altiplano por debajo de la cordillera para salir al Pacífico. Ni más ni menos que como los topos; así, decía el candidato, no rompíamos la continuidad geográfica de Chile. Otro proponía lo contrario: una autovía elevada que nos llevara en pocas horas al mar pasando sobre territorio chileno. Y algunos, hoy, afirman que existen algunos islotes en el Pacífico, que no están incluidos en el Tratado de 1904 y que todavía nos pertenecen. Todo lo anterior parece salir de una casa de orates. Ninguno propuso una solución concreta y posible, como la de Charaña en 1975, durante la primera presidencia del general Banzer.
El hecho es que Evo Morales se encargó de desmoralizar al país luego de su demanda fracasada en La Haya y que eso está mostrando el poco interés que ha quedado en la materia. Ahora, lo que la gente quiere, es comer y tener combustible. Ni siquiera el bullicioso Día del Mar, cuando surgían emociones “lacrimógenas” contra Chile, se ha hecho notar como antes. Es que no hay qué decir, porque la penosa situación económica lo domina todo. El déficit fiscal, la inflación, la falta de dólares, el encarecimiento de los alimentos, importa más que el agua salada.
Además de que después de La Haya ya resulta complicado anunciar ofertas de retorno al mar. Eso no tendrá una solución inmediata o por lo menos como la queremos los bolivianos. Deberá transcurrir algún tiempo para establecer un diálogo en el que Bolivia y Chile puedan coincidir. Y parece que el primer paso, luego de más de 30 años sin relaciones diplomáticas, es que ha llegado el momento de que el nuevo gobierno de derecha que viene, las restablezca.
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Tal vez así, con un intercambio de embajadores, los múltiples asuntos de nuestra relación con La Moneda vayan por mejor camino, no solo lo que los “oceanópatas” nacionales desean de inmediato, sino asociarnos para detener a las bandas criminales en nuestra frontera común, y para promover el intercambio de manera civilizada, mirándonos a la cara. Lo del mar, siempre permanecerá en nuestro corazón, mientras Bolivia exista.