Las encuestas le sonríen a Samuel Doria Medina, aunque no lo suficiente como para que se sienta ya el ganador de las próximas elecciones. En todo caso, los estudios recientes revelan que lo más probable es que haya una segunda vuelta. Resta por saber, si el estreno del balotaje será entre opositores o si incluirá a Andrónico Rodríguez, hasta ahora el oficialista mejor ubicado.
Falta un poco más de mes y medio para el día del voto y, aparentemente, todavía existe un cuarto del electorado que no tiene definido su respaldo. ¿Quiénes son los indecisos? No es fácil saberlo.
Pueden ser los que antes votaron por Evo Morales y que ahora no saben por quién. También los que se inclina por Jaime Dunn, que no figura en las boletas de las encuestas autorizadas por el TSE porque todavía no está habilitado y, también pueden ser, aquellos que, en el último tramo de la campaña, podrían decidirse por el que va primero.
Hay indecisos de izquierda e indecisos de derecha. Entre los primeros están los que todavía dudan en elegir el plato que les gusta en el menú “popular”. Parecería que Evo Morales no tiene un reemplazo. Ni Copa, ni del Castillo y tampoco Andrónico han conseguido ocupar la parte de ese espacio que queda luego del descalabro gubernamental de los últimos años.
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El MAS, hay que decirlo, es una sigla que acusa un profundo desgaste. Está para la autopsia, antes que para el futuro, y posiblemente por eso es que el apoyo al aspirante partidario sea ínfimo. Si el voto masista del 2020 estuvo por encima del 50%, en 2025 estará más cerca del 2 que del 3% y con el riesgo de perder la sigla.
En el lado del centro hacia la derecha también hay indecisos. Entre los más jóvenes hay la sensación de que nada ha cambiado y que no existe un candidato a presidente que verdaderamente represente las necesidades e inquietudes de una nueva generación de votantes. Las caras conocidas no los convencen del todo y, entre los nuevos, tampoco hay alguien que les “robe el corazón”. No quieren saber de los candidatos del MAS y les cuesta decidir entre lo que hay en el otro bando.
Más que en otras elecciones, los candidatos a vicepresidente pueden influir decisivamente en los resultados. Los datos de las encuestas indican que el capitán Edman Lara, un luchador contra la corrupción policial, y José Luis Lupo, una combinación afortunada de técnico con político, son los que más aportan a sus respectivas cabezas de fórmula. Lara logró que Rodrigo Paz duplicara su intención de voto y Lupo le dio el toque, un toque de empatía y capacidad a la campaña de Samuel Doria Medina.
En el caso de Andrónico Rodríguez, la elección de Mariana Prado parece obedecer más al capricho de quienes están detrás de la campaña, que a una definición basada en estudios o encuestas previos. La exministra de Evo Morales y colaboradora de Luis Arce no hace más que recordar que Rodríguez es más de lo mismo, lo que en las actuales circunstancias es antes un lastre que un impulso.
Algunos dicen que Bolivia se derechiza, lo cual no es del todo cierto. Lo que la gente quiere es alguien que atienda las urgencias, que son muchas y ya tocan los bolsillos.
Tal vez por eso se advierte que ha sido errada la campaña de quienes creen que incendiando el pasado inmediato se puede construir desde las cenizas (Quiroga) y que les va mejor a los que dejan de lado el discurso del “odio” para centrarse en las soluciones (Doria Medina). Queda muy poco y parece, solo parece, que el votante puede dudar, pero ya sabe lo que quiere.