Intelectuales advierten que quienes sufrieron el nazismo hoy normalizan el genocidio en Gaza


Desde esta perspectiva, el genocidio en Gaza no es una novedad. “La gente no reacciona, aunque lo vea en tiempo real”, lamenta. Las potencias occidentales, que alguna vez pretendieron liderar la defensa de los derechos humanos, hoy callan o legitiman las atrocidades. Prada plantea una pregunta inquietante: ¿cómo es posible que quienes fueron víctimas del nazismo, hoy actúen como verdugos de los palestinos con la misma capacidad de cometer atrocidades?

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Fuente: ANF

El genocidio en Gaza ha desatado múltiples reacciones a nivel global. Dos voces críticas, desde Bolivia, llaman a mirar este drama con lentes históricos, políticos y éticos. Raúl Prada, académico y exconstituyente, y Magalí Copa, abogada e investigadora en derechos humanos, sostienen que lo que ocurre en Gaza no es un conflicto aislado, sino parte de un proyecto colonial de larga data, donde las potencias mundiales y sus aliados reproducen patrones genocidas ante la mirada pasiva —y cómplice— del mundo.



Prada argumenta que el genocidio en Gaza debe comprenderse como parte de una genealogía histórica. Según explica, la conquista de Abya Yala en el siglo XV marcó el inicio de los genocidios modernos, cuando Europa exterminó poblaciones enteras, saqueó territorios y naturalizó la esclavización. Lo mismo ocurrió siglos después con los pueblos africanos, y posteriormente con los pueblos indígenas de América en las guerras republicanas. “El nazismo no hizo más que aplicar el mismo colonialismo y exterminio, pero hacia dentro de Europa”, sostiene.

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El problema, afirma el académico, es que la modernidad nunca hizo un análisis profundo de los crímenes del nazismo ni del fascismo. Europa y Estados Unidos se conformaron con los juicios de Núremberg, pero evitaron reflexionar sobre las raíces estructurales de esos regímenes. Esto llevó a una normalización del genocidio, “una inhumanización de nosotros mismos”, en palabras de Prada.

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Desde esta perspectiva, el genocidio en Gaza no es una novedad. “La gente no reacciona, aunque lo vea en tiempo real”, lamenta. Las potencias occidentales, que alguna vez pretendieron liderar la defensa de los derechos humanos, hoy callan o legitiman las atrocidades. Prada plantea una pregunta inquietante: ¿cómo es posible que quienes fueron víctimas del nazismo, hoy actúen como verdugos de los palestinos con la misma capacidad de cometer atrocidades?

Magalí Copa, por su parte, enfatiza que lo de Gaza no puede seguir llamándose «conflicto» ni «guerra». Diversos organismos internacionales ya lo han calificado como genocidio y como una gravísima violación de los derechos humanos. Sin embargo, el mundo asiste impávido a esta masacre. “Es un genocidio a vista y paciencia del mundo en pleno siglo XXI”, señala.

La jurista advierte que esta falta de reacción se produce en un contexto de profunda crisis global de los derechos humanos. Conceptos que parecían inamovibles, como el derecho a la vida, a la alimentación o a una vivienda digna, están siendo puestos en entredicho. Copa sostiene que se ha roto el «núcleo duro» de los derechos humanos, construido tras décadas de luchas y consensos internacionales.

Latinoamérica, además, no ha logrado articular una posición coherente. Mientras algunos gobiernos, como los de Brasil o Chile, condenan el genocidio, otros —como el argentino bajo la presidencia de Javier Milei— lo respaldan abiertamente. Esta fragmentación, dice Copa, es el resultado de trayectorias de lucha interrumpidas por el retorno de las derechas, muchas veces subordinadas a intereses extranjeros.

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Raúl Prada también señala que la creación del Estado de Israel en 1948 —y la expulsión de más de un millón de palestinos— marcó un punto de inflexión. Lejos de ser una solución al Holocausto, el proyecto sionista se cruzó con los intereses imperiales de potencias como Estados Unidos. “Es una forma de continuar el colonialismo con otras máscaras”, argumenta. A su juicio, el término «antisemitismo» ha sido manipulado ideológicamente, y el sufrimiento del pueblo judío ha sido instrumentalizado para justificar nuevas formas de opresión.

En esa línea, advierte que Gaza se ha convertido en un «experimento» de las élites globales para medir cuánto exterminio puede soportar la sociedad internacional antes de reaccionar. “Después de Gaza, lo que viene va a ser peor”, advierte Prada, quien ve en esta masacre un preludio de una guerra más grande, dirigida contra China por parte de potencias que no aceptan su decadencia.

Magalí Copa coincide en que hay una «guerra de narrativas» donde algunos gobiernos insisten en hablar de defensa o conflicto, y otros denuncian genocidio. Mientras tanto, el humanitarismo ha desaparecido de la agenda de las grandes potencias y de las corporaciones globales. «Ya no necesitan disfrazar su modelo económico con discursos de derechos humanos», señala.

Para Copa, esta dinámica se relaciona también con el hecho de que los derechos humanos han sido apropiados por los pueblos y movimientos sociales. En lugar de ser herramientas del poder, se han convertido en obstáculos para ciertos proyectos económicos, como los megaproyectos extractivos. Por eso, las élites globales prefieren debilitarlos o eliminarlos.

Raúl Prada también pone el foco en las contradicciones internas del pueblo judío. Menciona las persecuciones a pensadores como Spinoza o Hannah Arendt, quienes cuestionaron el dogma y fueron censurados. “No se investiga sobre esas contradicciones”, lamenta. Además, sostiene que el Holocausto ha sido convertido en un mito funcional al poder, que impide cualquier crítica al Estado de Israel.

Mientras tanto, Israel —respaldado por Estados Unidos y una Unión Europea que condena con una mano, pero vende armas con la otra— continúa su ofensiva. Prada remarca que esta connivencia evidencia que el genocidio ha sido normalizado por el sistema internacional, y que la izquierda, debilitada y desarticulada, no ha sabido ofrecer una respuesta a la altura.

En el caso boliviano, Magalí Copa lamenta la pasividad social frente al genocidio en Gaza. A diferencia de otras naciones de la región, donde hubo protestas y pronunciamientos de alto nivel, en Bolivia “no hay una articulación de las organizaciones de derechos humanos”. Además, observa que parte de la población ve el conflicto como lejano o irrelevante, y que ciertas narrativas religiosas promueven la simpatía hacia Israel.

El discurso del presidente estadounidense, que propone «hacer una riviera» en Gaza tras la destrucción, es para Copa una muestra grotesca de esta lógica imperial. Se impone una agenda sin consulta, sin respeto, bajo una dinámica de dependencia que silencia a las víctimas y premia a los verdugos.

Prada concluye que la situación en Gaza no solo interpela la conciencia humana, sino que revela el fracaso del sistema político occidental. Las democracias que nacieron tras la Segunda Guerra Mundial hoy conviven con la barbarie. «Se ha perdido la condición humana», lamenta.

Por su parte, Magalí Copa alerta que estamos frente a un capitalismo salvaje que ya no necesita maquillaje. La hegemonía solo se sostiene con violencia y con un discurso radical que bordea el autoritarismo. Frente a este panorama, urge reconstruir una conciencia política global que devuelva humanidad a la política y legitimidad a los derechos.