El funcionario que el mandatario eligió para gobernar la estratégica región de Kursk, pasó de ser un leal promotor de la invasión a Ucrania a aparecer sin vida en las afueras de Moscú. La versión oficial y los interrogantes detrás de otra muerte violenta y dudosa en Rusia
El entonces ministro de Transporte ruso, Roman Starovoit, durante una reunión el 6 de mayo de 2025. El funcionario fue hallado muerto este lunes, el mismo día de su destitución. (Dmitry ASTAKHOV / POOL/AFP)
Fuente: infobae.com
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Roman Starovoit, hasta este lunes ministro de Transporte de Rusia, fue hallado muerto en su coche en las afueras de Moscú horas después de que Vladímir Putin lo cesara sin explicaciones. Las autoridades barajan el suicidio, pero su abrupta caída en desgracia —vinculada a un caso de corrupción en la construcción de defensas militares— deja más preguntas que respuestas en el opaco entramado del poder ruso.
El cuerpo del ex funcionario, de 53 años, apareció con un disparo en la cabeza en el distrito de Odintsovo, según el Comité de Investigación. Junto a él había una pistola Makarov, un arma reglamentaria que le había sido entregada como condecoración en 2023.
Fuentes policiales citadas por medios rusos sugieren que se quitó la vida, aunque el momento —su destitución tras el caos en el transporte aéreo ruso provocado por drones ucranianos— y su conexión con un escándalo de malversación de fondos en Kursk, la región que gobernó, alimentan la sospecha de un final forzado.
Roman Starovoit (izquierda) al recibir una pistola como condecoración del Ministerio del Interior (Foto: Administración de la Región de Kursk)
Una carrera al amparo del Kremlin
Starovoit (Kursk, 1972) era un hombre de confianza de Vladimir Putin. Ingeniero de formación, escaló en la administración pública desde San Petersburgo —feudo político de Putin— hasta dirigir la Agencia Federal de Carreteras (Rosavtodor).
Su gestión eficiente en Rosavtodor no pasó desapercibida para Putin, quien en octubre de 2018 lo nombró gobernador interino de Kursk, su región natal. La designación tenía una lógica geopolítica evidente: Kursk linda con Ucrania, y el Kremlin necesitaba allí a un hombre de confianza absoluta. Starovoit sustituyó a Alexandr Mikhailov, al frente de la región durante 18 años, en lo que también se interpretó en su momento como un intento de renovar la envejecida administración regional.
En el nuevo cargo, Starovoit se destacó por su lealtad: apoyó sin fisuras la invasión de Ucrania, visitó territorios ocupados como Donetsk y se transformó en un entusiasta promotor de la movilización.
Roman Starovoit (izquierda) firma un acuerdo de cooperación con un funcionario de la anexionada República Popular de Donetsk, junio de 2022 (Foto: gubernator46 / VK)
Su ascenso culminó en mayo de 2024, cuando Putin lo nombró ministro de Transporte. Un rol crítico en medio de los sabotajes a infraestructuras ferroviarias y los ataques con drones ucranianos que han paralizado aeropuertos y ferrocarriles rusos. Sin embargo, su gestión duró poco más de un año: este lunes, un decreto presidencial lo apartó del cargo sin más razones.
Escándalo de malversación y sanciones
La caída de Starovoit parece ligada a un caso de corrupción que involucra a su mano derecha y sucesor en Kursk, Alexey Smirnov, arrestado en abril por presuntamente desviar 1.000 millones de rublos (unos 11 millones de dólares) durante la construcción de fortificaciones fronterizas. Según el Ministerio del Interior, las estructuras defensivas —conocidas como “dientes de dragón”— presentaban fallas de calidad.
Roman Starovoit en el lugar de instalación de barreras antitanques conocidas como «dientes de dragón» en la región fronteriza de Kursk, en diciembre de 2022. (Telegram Roman Starovoit)
Fuentes cercanas a la investigación citadas por el diario Kommersant revelaron que Smirnov y otros acusados habrían implicado a Starovoit en el esquema de corrupción.
Lo cierto es que Starovoit no era ajeno a la controversia. Tan solo un año y medio después de su asunción, medios rusos comenzaron a señalar al nuevo gobernador de ingresos ilícitos, concretamente procedentes del patrimonio de su esposa, que se había triplicado. Tan sólo tres meses después de dejar Kursk en 2024, su región fue invadida por tropas ucranianas, que fueron finalmente expulsadas en abril del año siguiente, pero cuya incursión fue un duro golpe para Moscú.
Sancionado por EEUU, la UE y Ucrania por su papel en la invasión, presumía en 2022 de no tener “cuentas en el extranjero” y de ser “un objetivo desde 2014”, cuando participó en la construcción del Puente de Crimea, símbolo de la anexión rusa.
Su perfil era el del tecnócrata patriota: condecorado la Orden de Honor y la Orden de Alexander Nevsky, otorgadas por el Estado ruso, y cercano al partido oficialista Rusia Unida.
El entonces ministro de Transporte ruso, Roman Starovoyt, antes de una reunión del Gobierno ruso en Moscú el 3 de julio de 2025. (Dmitry ASTAKHOV/AFP)
Su muerte ocurre en un momento crítico para el transporte ruso: ataques ucranianos con drones han causado caos aéreo, con casi 500 vuelos cancelados y 2.000 retrasos en el último fin de semana. Putin nombró como reemplazo interino a Andrei Nikitin, ex gobernador de Nóvgorod, quien enfrentará el desafío de estabilizar una red de transporte bajo fuego.
Aunque el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, negó que el cese del ministro fuera por “pérdida de confianza”, la muerte de Starovoit recuerda a otros episodios turbios en la Rusia de Putin: al menos una docena de altos cargos y oligarcas han muerto en circunstancias extrañas desde 2022, muchos de ellos, suicidios con dudas.