Un par de aclaraciones para la afición:
1. No soy candidato, no lo seré.
2. No busco trabajar en el Estado, nunca lo he hecho, nunca lo haré.
3. Los malvados que me persiguen no tienen ninguna razón para hacerlo: no les he hecho nada, no los odio, no me importan, no les debo plata, incluso alguno me debe un par de favores a mí. A otro lo acompañé solidario en el trance más difícil de su vida. El porqué me investigan y me denuncian, me ponen trampas y zancadillas, es un asunto para el señor Lacan.
4. Sí, estoy casado con Susana Bejarano, pero el único complot en el que estamos empeñados juntos es en la crianza de nuestras dos hijas para que no sean como los que ahora nos atacan. Jamás.
5. Le deseo lo mejor a mi esposa, la admiro, creo que es una reencarnación de Bartolina Sisa y María Barzola mezcladas, en una versión mucho más guapa, pero no votaré por ella.
6. A diferencia lo que cree un antropólogo con la decepcionante apoyatura de varios académicos, nuestra pareja no expresa «el habitus de la élite poscolonial» (es que es muy mal antropólogo). Nuestra pareja, al contrario, rompe ese habitus, porque es libre, feminista, no se subordina al mandato social, pese a las dolorosas presiones de toda clase que recibimos, y porque, ya que hay inquisición, está del lado de la brujas.
Somos, los dos, del partido de las brujas y no del de los verdugos.
Basta eso, lo demás es contingente.