Todos están obsesionados con ganar la elección. Pero casi nadie está pensando en cómo se va a gobernar después.
Todos dan por hecho que el MAS perderá en 2025 y que, con eso, los problemas se resolverán por arte de magia. Como si el simple cambio de mando fuera suficiente para estabilizar el país. Pero esa es una visión peligrosamente cortoplacista e ingenua. No hemos resuelto nada: solo estamos postergando lo inevitable.
El dólar paralelo ha estado bajando y muchos lo interpretan como señal de confianza. Pero no es estabilidad. Es ilusión. La economía sigue quebrada, el modelo es insostenible y las reservas están al límite. Lo único que sostiene al tipo de cambio es una expectativa: que el MAS se va.
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Pero nadie parece pensar en lo que viene después. Y eso es lo más preocupante.
El escenario más probable es que la oposición gane la presidencia, pero herede un país ingobernable, hecho a medida para no funcionar. El MAS podría aceptar una derrota parcial, incluso planificada, dejando que gane un opositor, pero sin mayoría legislativa ni poder real. Un fraude quirúrgico, diseñado para simular una transición sin ceder el control. Mientras todos celebran anticipadamente el cambio, ellos se están preparando silenciosamente para ejercer el poder desde la oposición. Lo han hecho antes y lo volverán a hacer: bloqueos, caos, sabotaje institucional y presión callejera. Un gobierno así llegaría sin margen, acorralado desde el primer día y en peligro real de renunciar. La frustración crecería rápido, y con ella, la desconfianza. El dólar no subiría por pánico, sino por desilusión.
El segundo escenario es el más peligroso: que el MAS se rehúse a irse y se impongan con alguna maniobra judicial, apoyo militar y un proceso electoral totalmente manipulado. Si eso ocurre, la ruptura con la legitimidad sería inmediata. Volverían las protestas, el país se paralizaría y la poca confianza que sostiene la economía desaparecería. El tipo de cambio se dispararía sin freno.
El tercer escenario es el más difícil, pero necesario: que una oposición con respaldo amplio no solo gane con mayoría, sino que llegue con mano muy dura y la convicción de aplicar las reformas liberales de fondo que Bolivia necesita. Sinceramiento del tipo de cambio, reducción del gasto improductivo, apertura comercial y reglas claras. El dólar también subiría momentáneamente en ese escenario de shock, pero en un contexto de transición real que mantenga la esperanza, con horizonte.
Entonces, ¿por qué el dólar no sube hoy? Porque todos estamos anestesiados esperando. Pero como advirtió Ludwig von Mises, los mercados no reaccionan a lo que es, sino a lo que creen que será. Y cuando esa expectativa se rompe, el ajuste es inmediato.
El tipo de cambio está contenido, no porque Bolivia esté bien, sino porque el país está en pausa. Apostamos todo a una elección. Pero el verdadero desafío empieza al día siguiente.
Roberto Ortiz