No hubo nada distinto. Un solo presidente (Honduras) acompañando a un país que tuvo que escuchar primero un discurso delirante frente a la realidad, y luego una perorata deshonesta hasta consigo mismo, haciendo piruetas para victimizarse y justificar su fracaso, sin reconocer que la tozudez de estos años, nos llevó a las puertas del infierno.
Los circunstanciales uno y dos del país, se olvidaron de la trascendencia del Bicentenario, y que desde hoy 7 de agosto los bolivianos más allá, de quien sea presidente o vicepresidente, abrimos un nuevo periodo mirando el tricentenario, conscientes de que no es con autoritarismos populistas, ni poses de izquierda ni de derecha, que se transforma un país. Es con grandeza, con visión de estadistas de mediano y largo plazo, como fue en su momento, Germán Busch Becerra, que combinaron su visión con el esfuerzo, trabajo y valores de la gente de a pie.
Lo que ayer 6 de agosto anhelábamos, era reflexión, sueños, poesía, miradas de montañas, selvas y ríos, de gente chica o grande en edad y sentimientos. Pero también se precisaba reconocimiento de errores, excesos y juramentos de erradicación de las futilezas de la política criolla. Esas futilezas que nos envenenan el alma desde que se firmó el acta de independencia y que terminan extraviando el sentido humano de la política. Pero, como me decía un gran amigo un día antes del 6 de agosto, Bolivia, a pesar de todo, es un milagro, que ha sabido vencer tragedias muy duras, y eso es lo que no podemos olvidar nunca.
El uno y el dos, pudieron plantear los trazos de un nuevo horizonte de 100 años. Pudieron convocar a historiadores, instituciones, intelectuales y sabios de toda laya y rango, o por último apretar las teclas de la IA, para generar sueños que nos estimulen. Pero optaron por la charlatanería desgastada y luego el otro por el victimismo, nada menos que en el Bicentenario. De todos modos, el boliviano corriente sabe que, únicamente, nos convertiremos en dueños de nuestro destino, fortaleciendo la unidad, el esfuerzo y la tolerancia entre distintos.
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Hay una regla universal que establece de que no se pueden lograr resultados distintos, haciendo lo mismo. No se corrigen errores, sin enmendarlos. No sanan las heridas profundas, sin curarlas. Fruto de los errores y horrores acumulados desde el 2016, se han cometido grandes excesos y abusos en estos últimos años. Ayer 6 de agosto, era la última oportunidad de los gobernantes y operadores, para comenzar a enmendarlos, apelando a un bien superior que es la reconciliación y el futuro de todos los bolivianos.
El número uno, pudo, con base en sus atribuciones constitucionales, decretar este 6 de agosto, amnistía en favor de presos y perseguidos políticos, dando una señal histórica de reencuentro en el Bicentenario. Hay muchos bolivianos desterrados fuera de su terruño, otros brutalmente detenidos, y violentado reglas básicas del debido proceso, llevados a cárceles alejadas e inhóspitas, como Luis Fernando Camacho, o en su momento autoridades largamente confinadas como el ex gobernador Leopoldo Fernández. Casos de procesadas bajo reglas contrarias a las establecidas a la constitución, como la expresidenta Jeanine Añez, etc. etc. Su tozudez y el espejo narcisista en el que se mira, le hacen expresar grandilocuencias de que es héroe de las vacunas, que construyó 1200 unidades educativas, que fue víctima de todos a raíz de su “popularidad”, incluso denigra a la propia asamblea legislativa plurinacional, órgano base de la democracia y depositario de la soberanía popular, al cual con la complicidad del Tribunal Constitucional agredió hasta mutilarle la potestad de fiscalización.
Bolivia, pese a todo, es una gesta maravillosa, plagada de extraordinarios aportes de sus hijos que, pese a las adversidades coyunturales y estructurales de 200 años, camina altiva hacia un nuevo centenario.
Daniel Valverde Aparicio
Docente UAGRM. Abogado Constitucionalista