Bolivia llega a los 200 años con inflación de dos dígitos y estancamiento productivo


Expertos advierten que el país llega al Bicentenario con la misma receta de crisis de 1825: deuda alta, desequilibrio fiscal y una economía dependiente de la exportación de materias primas. El Gobierno asegura que la crisis es coyuntural.

Ernesto Estremadoiro Flores


Fuente: eldeber.com.bo



Bolivia llega a sus 200 años con problemas de fondo. Mientras se escribe este reporte, los supermercados reetiquetan precios cada semana; en el campo, las filas de camiones en espera de diésel parecen no tener fin. En algún rincón del país, una familia recurre a remedios caseros para aliviar los males de uno de sus miembros ante la escasez de remedios provocada por la falta de dólares. A todo esto, se suma un agravante: un bajo crecimiento económico y un relato oficial que insiste en que estos problemas son coyunturales, sin asumir autocrítica.

De hecho, en una entrevista con EL DEBER, el presidente Luis Arce Catacora, tras los festejos por el bicentenario del país, afirmó que espera ser recordado como el mandatario que dio inicio a la industrialización de Bolivia. Sin embargo, su gestión quedará marcada por la alta inflación.

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Los indicadores oficiales son lapidarios: en siete meses, Bolivia registra una inflación acumulada del 16,92%. No es el único dato preocupante. En su reciente reporte, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) advierte que el país presenta una de las tasas de crecimiento más bajas del continente.

El organismo prevé que el Producto Interno Bruto (PIB) boliviano crecerá apenas un 1,5% en 2025 y se reducirá aún más a 1,1% en 2026, lo que confirma una tendencia de desaceleración frente al 1,7% alcanzado en 2024.

El informe, titulado “América Latina y el Caribe: evolución del crecimiento y desafíos estructurales”, proyecta que Sudamérica en su conjunto crecerá un 2,7% en 2025 y un 2,4% en 2026, casi el doble que Bolivia. En ese escenario, el país solo supera a Venezuela (2,0%) y Ecuador (1,5%) en las previsiones para el próximo año.

A estos datos hay que sumar, la escasez de medicamentos en hospitales y farmacias se agrava por la falta de dólares, lo que retrasa la reposición y, en algunos casos, el acceso a insumos médicos esenciales puede costar hasta un 130%, según datos de la Cámara de la Industria Farmacéutica Boliviana (Cifabol). Esto repercute directamente en la compra de remedios.

Por ejemplo, un medicamento como metotrexato de 2,5 mg usado para el tratamiento de la artritis y para pacientes oncológicos, duplico su valor en su forma genérica de Bs 2,40 a Bs 6.

Con un dólar paralelo, que ronda los Bs14 acceder a remedios a con precio razonable hoy no es una opción para muchas familias.
En el plano productivos, las largas filas por combustible, en especial en zonas productoras, resume un diagnóstico duro: el modelo no tiene sostenibilidad.

El propio presidente Arce y la estatal YPFB, admitieron que puedan garantizar el suministro por la escasez de divisas, y acusan a la Asamblea Legislativa de bloquear créditos externos, que podrían paliar esta crisis.

 

¿Por qué pasa esto?

Para el economista Germán Molina, lo que vive Bolivia hoy no es un accidente, sino la repetición de un patrón que atraviesa dos siglos. “No hay mucho que festejar cuando se observa la historia económica del país: nacimos en crisis, con deuda, y llegamos al Bicentenario en condiciones similares”, afirma.

Sostiene que existe un paralelismo contundente: 1825, 1925 y 2025 comparten un mismo guion —quiebras fiscales, deuda creciente y conflictos políticos—, con un denominador común: la incapacidad de diversificar la economía.

“Recibimos un país en quiebra, con minas inundadas y sin recursos para sostener la independencia. En el centenario, con el presidente Saavedra, también estábamos en crisis. Y ahora, otra vez: desequilibrio fiscal, deuda creciente, cuentas externas debilitadas”, reseña.

Molina dice que Bolivia sigue anclada a la exportación de materias primas y a ciclos de bonanza que, cuando se agotan, dejan tras de sí estancamiento y frustración.

En su diagnóstico, hay un reconocimiento puntual: durante las dos últimas décadas, las políticas sociales redujeron la extrema pobreza. Sin embargo, este avance tuvo un precio elevado: gasto público desbordado, reservas internacionales menguantes y una deuda que crece sin freno.

Justamente uno de los focos rojos que más preocupan a los analistas es el nivel de las reservas internacionales netas. Bolivia cerró 2023 con apenas 1.709 millones de dólares, y de ese total solo 42 millones de dólares en divisas líquidas, según la Cepal.

Esta situación “limita considerablemente la capacidad de intervención del Banco Central de Bolivia (BCB) en el mercado cambiario”, lo que ha llevado a una “consolidación del tipo de cambio paralelo como mecanismo de referencia para muchas transacciones”.

 

Ciclos que se repiten

Bolivia celebra su bicentenario con una economía que, paradójicamente, arrastra las mismas fragilidades que en 1825. Así lo sintetiza el economista Rubén Arias, quien en una charla con EL DEBER Radio repasa los hitos que marcaron la historia económica nacional. Un patrón recurrente emerge: la dependencia casi total de los recursos naturales y la dificultad para construir un modelo productivo diversificado.

En sus inicios, el Cerro Rico de Potosí dominaba la plata sudamericana, concentrando el 60% de la producción. Pero esa bonanza duró poco: en apenas cinco años, cayó al 10%, iniciando una sucesión de ciclos extractivos en declive. La pérdida del mar tras la Guerra del Pacífico limitó la logística y el desarrollo.

El siglo XX trajo la era del estaño, con magnates que amasaron fortunas, pero sin romper con la concentración de la riqueza ni la economía dependiente. La Revolución de 1952 apostó por un capitalismo de Estado y la redistribución agraria, pero el control estatal derivó en burocracia y estancamiento productivo.

La hiperinflación de los 80 condujo al neoliberalismo, se estabilizó la economía pero sin resolver la informalidad laboral. El boom gasífero bajo Evo Morales fue un respiro, con ingresos y reservas récord, pero la falta de inversión y la caída del mercado marcaron el inicio de la crisis actual.

El economista Carlos Augusto Aranda, del Centro de Estudios Populi, apunta a un patrón histórico: crecer poco, de forma volátil y siempre dependiendo de nuestras materias primas.

En dos siglos, añade, el ingreso promedio apenas subió 0,96% por año, mientras vecinos como Chile casi cuadruplican nuestro PIB per cápita. Cada auge terminó en crisis, borrando lo ganado.

Aranda propone una agenda urgente: reformar la educación, fortalecer instituciones, diversificar la economía y dar libertad al emprendimiento. Sin un cambio profundo, dice, el Bicentenario será solo una fiesta para recordar lo que pudo ser.

 

Arce

En este contexto, el presidente Luis Arce considera que en el país lo recordarán como el “diseñador” de la estratega del desarrollo del país y el impulsor de la industrialización. Y asegura, que  los problemas que vive hoy Bolivia son coyunturales.

“Nunca hubo nadie que impulsara la industrialización ni que dijera claramente que los recursos naturales deben aprovecharse para los bolivianos y no entregarse a las transnacionales por migajas”, dijo en entrevista con EL DEBER.

Reafirmó que la crisis en el país proviene del “boicot” en la Asamblea Legislativa a su gestión.

De cara a las elecciones del 17 de agosto, sostuvo que el país enfrenta dos proyectos: “el modelo neoliberal” y el de la industrialización. “El futuro de los próximos cinco años dependerá de la inclinación de la población”, apuntó.

Hoy Bolivia enfrenta crisis que se presentan como coyunturales, pero son estructurales. Al cierre de este texto, las filas por combustible y los precios altos persisten, mientras las familias siguen recurriendo a remedios caseros ante el elevado costo de las medicinas.