¿El final del drama?


Durante más de cinco elecciones presidenciales, el MAS nos ganó y nos trampeó a su gusto. Salíamos a votar sabiendo que la paliza que nos daría Evo Morales sería memorable e inevitable y eso que no estábamos enterados todavía de que los muy pillos nos hacían fraude. Tenían votos suficientes para ganar y un aparato fraudulento del que, ingenuamente, nos dimos cuenta el 2019, cuando la trampa venía desde el 2009. De ahí esas cifras que ponían eufórico a Evo Morales y que lo animaban a gastar a manos llenas, para premiar al pueblo con folclore, canchitas de fútbol y coliseos.

Yo he votado por todos los candidatos que estuvieron en contra del cacique del Chapare. Voté en favor del que, aunque fuera en sueños, lejanamente, pudiera ganarle. Hasta las anteriores elecciones del 2002 estaba acostumbrado a ganar y a perder, pero, desde el 2005, la derrota fue la norma; había que acostumbrarse a la derrota. Y eso es lo peor que le puede suceder a una persona, porque le cambia hasta el carácter.



Ahora resulta que tenemos dos candidatos de “derecha” (la palabrita sigue sonando mal), que según todos los datos y encuestas llegarán a disputar el balotaje. ¡Pero qué país que es Bolivia! A falta de uno que enfrente del candidato masista, ausente durante 20 años, ahora hay dos, de parecida línea, pero ya no está Evo a quien habría sido emblemático y placentero revolcar en la segunda vuelta. No creemos que en los pocos días que quedan por delante aparezca Del Castillo con un 40% y entre en la puja. Pero el recuerdo de Arce el 2020, cuando, agachadito y enigmático, llegó al 55% de la votación nos llena de pavor.

Que recordemos un fenómeno como el actual, donde dos candidatos de la misma línea son primeros, no sucedía desde 1947, cuando Enrique Hertzog le ganó a Luis Fernando Guachalla por un puñado de votos y Guachalla señorialmente cedió el triunfo sin acudir a la votación parlamentaria. Y en 1985 cuando el general Banzer le ganó al Dr. Paz y tuvieron que pactar para elaborar el 21060, porque sin el respaldo de Banzer, Paz iba a correr la misma suerte que Siles Zuazo. También, cuando Sánchez de Lozada le ganó a Banzer, en 1989, por unas milésimas.

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Por entonces no había el balotaje, así que ahora, en este domingo 17 de agosto, Dios mediante, ganarán Tuto y Samuel los dos primeros lugares y en noviembre habrá que elegir cuál de los dos candidatos se queda con la presidencia.

Fuimos de los que abogamos por la unidad entre Samuel y Tuto. No fue posible que lo hicieran. Sin embargo, resultó lo inesperado, y es que el MAS naufragó en toda la línea. Ni Andrónico resultó lo que se creía, ni Del Castillo levantó cabeza. Evo Morales, fiel a su odio por la democracia, indujo al voto nulo, que, al parecer, será otro rotundo fracaso.

Entonces, avanzaron los candidatos de la derecha hasta la cumbre. Otro político, como Rodrigo Paz Pereira, resultó ser un candidato de quilates, a quien, tal vez, le faltó tiempo para encaramarse entre los presidenciables.

Dudamos de las encuestas, pero no hay otra fotografía electoral que se haya impuesto. Peor sería fiarse de los ofrecimientos de candidatos oportunistas y sinvergüenzas. Creemos que quienes encabezan las preferencias sabrán tranzar en el Congreso e invitar a otros para realizar las múltiples transformaciones que el país requiere, y que la agónica Bolivia recupere la salud, resurja con fuerza, y olvide los oscuros y terribles años que ha padecido en manos de los dos peores gobiernos de la historia.