Situación. A dos siglos de la independencia del país, el sector privado toma la palabra. Cainco, CNI, CAO, ADA, Cadeg, Caneb, Juventud Empresa y Cabotur, dan su visión
Fuente: eldeber.com.bo
En agosto de 2025, mientras las plazas se llenan de banderas y discursos oficiales, Bolivia celebra sus 200 años de independencia en medio de una paradoja. Hay desfiles, sí, pero también filas para conseguir combustible. Hay fuegos artificiales, pero también economías apagadas. La escasez de dólares, el déficit fiscal, la inseguridad jurídica y la fuga de inversiones no se puede disimular con el relato de civismo por los dos siglos de independencia.
Sin embargo, más allá del centro político, más cerca de los talleres, las oficinas, el campo, las granjas, de los restaurantes y las innovaciones tecnológicas, está la voz de quienes producen, emprenden y siguen creyendo en que es posible la construcción de otra Bolivia.
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas
Así, desde Santa Cruz, Jean Pierre Antelo, presidente de la Cámara de Industria, Comercio, Servicios y Turismo de Santa Cruz (Cainco), reflexionó sobre el actual escenario económico en vísperas del Bicentenario.
“Lo que vemos no es solo una desaceleración económica, sino una fractura en el modelo de desarrollo”, dijo. Sin embargo, no hay derrota en su tono. Hay una urgencia: la de empujar un país estancado, pero aún lleno de posibilidades.
Antelo a la hora de hacer un recuento considera que el sector privado enfrenta diferentes obstáculos: inseguridad jurídica, complejidad tributaria asfixiante, bloqueos como forma de chantaje social, falta de acceso a financiamiento competitivo. Y, sin embargo, recuerda que la actividad empresarial es el gran motor silencioso del país.
“Hoy, la empresa boliviana ya no es solo comerciante o productora, es gestora de empleo, proveedora de innovación y plataforma de impacto. La adaptación ha venido con sacrificio, pero también con estrategia: digitalización, alianzas regionales, sostenibilidad como estándar, y sobre todo, una visión de resiliencia frente al vaivén político”, destacó Antelo.
Para el titular de una de las instituciones emblemáticas de Santa Cruz, con 110 años, la Cainco fue testigo y actor de cada transformación: ayudó a abrir mercados, impulsó reformas claves, defendió la empresa formal, promovió el emprendimiento joven y exigió reglas claras.
En la actualidad la institución apuesta por la promoción de inteligencia artificial aplicada a negocios, a la digitalización industrial, a la sostenibilidad como norma, impulsa la colaboración entre empresas consolidadas y startups. “Bolivia no necesita otro milagro. Necesita visión y voluntad”, concluye.
El campo existe
Klaus Frerking, presidente de la Cámara Agropecuaria del Oriente (CAO), institución que aglutina a los diferentes subsectores del agro, eslabones que dan cuerpo a la agroindustria, sector medular para la actual economía del país, considera que el desarrollo en estos dos siglos de vida independiente es insuficiente, que Bolivia podría tener unos de los mejores ingresos per cápita de la región y tasas elevadas de crecimiento económico por el privilegio de tener grandes cantidades de recursos naturales, sin embargo, su manejo no fue eficiente y el resultado es que seguimos siendo el país menos desarrollado de América del Sur.
En su diagnóstico Frerking hizo notar que la falta de planificación del desarrollo en el mediano y largo plazo para incrementar la producción, multiplicar los empleos y los ingresos, las políticas erráticas y contradictorias fueron un freno para un crecimiento sostenido de la producción.
Sobre el rol de la institución agropecuaria Frerking indicó que continuará siendo la institución líder que impulse el desarrollo y la modernización de la producción agropecuaria de Santa Cruz y Bolivia.
Para Enzo Landívar, presidente de la Asociación de Avicultores de Santa Cruz (ADA), el desarrollo económico de Bolivia fue desigual y marcado por ciclos de expansión y estancamiento. Si bien hubo avances en infraestructura, inclusión financiera y crecimiento del mercado interno, el sector agropecuario —y en particular el avícola— ha enfrentado limitaciones estructurales que impiden su pleno desarrollo.
La falta de políticas públicas sostenidas, la volatilidad de los precios y el escaso incentivo a la tecnificación “han frenado el potencial productivo de un sector que alimenta a millones de bolivianos y genera empleo en el país, además a la falta de dólares, se suma una evidente crisis energética en hidrocarburos, que según los expertos no hay una solución a corto plazo”.
Ante la actual coyuntura económica ADA respondió con tecnificación, bioseguridad, automatización, sostenibilidad y formación constante.
“La seguridad alimentaria debería ser prioridad nacional. Hoy no lo es”, dijo Landívar, que desde su visión, Bolivia necesita recuperar el rumbo hacia un modelo productivo competitivo, que no castigue al que invierte ni ahogue al que produce.
Industria y turismo
Gonzalo Morales, presidente de la Cámara Nacional de Industrias (CNI), indicó que la economía boliviana en estos 200 años transitó entre modelos de libre mercado y estatistas con un patrón de acumulación primario exportador de base angosta, detalló que se priorizó en los sectores de economía no renovable con visión exportadora de materia prima: Plata, goma, estaño y gas.
Sobre el aporte del sector privado a la economía del país, Morales desgranó que los industriales desde 1931, fecha de fundación de la CNI, “soñaron con pasión y firmeza que el camino del bienestar y la prosperidad del país es la industrialización, sueño difícil de alcanzar, pero posible con el tesón y esfuerzo comprometido de quienes enarbolamos en nuestros corazones y en nuestras empresas el rojo, amarillo y verde”.
El empresario detalló que en el Bicentenario de Bolivia los industriales contribuyeron con el 16% del PIB, crearon más de 600.000 fuentes laborales, aportando con el 17% de las recaudaciones tributarias y participando con el 50% de las exportaciones.
“Los principales retos de la industria son: La transición energética de energías no renovables a renovables, la lucha contra el contrabando y la formalización de las actividades económicas, realizar propuestas para lograr la desburocratización de las actividades empresariales en entidades públicas y exportar con alto valor agregado e innovación”, remarcó Morales.
Luis Ampuero, presidente de la Cámara Boliviana de Turismo (Cabotur), observó la historia desde otro ángulo.
“La pandemia nos dejó al borde del abismo”, recuerda, “y la falta de visión estatal casi nos empuja”. Pero Cabotur ha resucitado, soñando con circuitos turísticos multinacionales y visados digitales. “Somos el corazón de Sudamérica. ¿Cuándo vamos a comportarnos como tal?”, preguntó.
El turismo es una alternativa silenciosa pero poderosa: genera empleos, especialmente para mujeres y jóvenes y capta divisas de forma ágil. Pero representa apenas el 5% del Producto Interno Bruto (PIB).
Ampuero remarca que el turismo en el país es un gigante dormido e insiste que esta actividad no debe ser solo un eslogan, sino una política de Estado.
A pesar de este escenario a lo largo de las últimas tres décadas, el turismo en Bolivia ha pasado de ser una actividad marginal a un componente económico relevante: creciendo de $us 92 millones en 1995 a casi $us 1.000 millones, en 2019. Aunque golpeado por la pandemia, el sector demuestra resiliencia y una dinámica de recuperación creciente.
Así en 2024, el sector turístico boliviano fue valorado en $us 629 millones, con una proyección de crecimiento anual del 15 % hacia 2029, estimando alcanzar unos $us 1.280 millones, en 2030.
Sabor, juventud y exportación
Si hay un sector que simboliza esa mezcla de pasión, cultura y obstinación, es la gastronomía. Tommy Wende, vicepresidente de la Cámara Gastronómica de Santa Cruz (Cadeg), se muestra orgulloso de un rubro que pasó de la informalidad al profesionalismo, de la cocina casera a las franquicias gourmet.
“Estamos listos para exportar nuestra experiencia, no solo nuestros platos”, dijo. Aunque también admite que las condiciones no son las ideales, pues la informalidad, la escasez de insumos y los impuestos asfixiantes, son trabas cada vez más complejas. Pero la cocina, como el país, sobrevive con ingenio, aseguró.
Wende no solo cree en el poder de la comida para mover la economía: también lo ve como un motor cultural, un puente turístico y una oportunidad exportable.
“Queremos llevar la experiencia boliviana al mundo”, dice. Y lo hacen apostando por tecnología, reducción de plásticos, digitalización de procesos y capacitación constante. “No queremos solo sobrevivir. Queremos liderar”, afirmó.
Liderar es el lema de la juventud. Javier Román, presidente de Juventud Empresa, es parte de una generación que ya no espera soluciones del Estado, sino que las inventa. Una generación que no teme equivocarse, que sabe buscar aliados, que se lanza a emprender sin pedir permiso.
“Cada joven que emprende está redefiniendo el país” y eso no es poco. Desde esta organización, se impulsa una economía basada en la innovación, el impacto social y la sostenibilidad. Apoyan el uso de IA, comercio electrónico, economía circular, trazabilidad y modelos de negocio con propósito.
“No se trata solo de ganar dinero, sino de construir país desde el emprendimiento responsable”, dice Román. Su mensaje es claro: “No necesitamos más discursos vacíos, necesitamos plataformas reales para que los jóvenes emprendan con dignidad y futuro”.
Y si de futuro se habla, la Cámara Nacional de Exportadores de Bolivia (Caneb), evalúa con profunda preocupación la situación económica actual del país. Para la institución Bolivia atraviesa un periodo de estancamiento estructural, caracterizado por la caída sostenida de las reservas internacionales, déficits fiscales persistentes por más de una década, una creciente presión sobre el tipo de cambio, escasez de divisas y una pérdida progresiva de competitividad internacional. La economía ha dejado de aprovechar su potencial exportador, y decisiones como el reciente aumento de aranceles por parte de Estados Unidos sobre las exportaciones bolivianas reflejan nuestra vulnerabilidad frente a los cambios del entorno global.
En este contexto, la Caneb considera fundamental avanzar hacia un nuevo modelo productivo orientado a la generación de divisas, a la atracción de inversiones y a la integración internacional, con un fuerte componente de sostenibilidad y transformación tecnológica.
“En el periodo más reciente, la economía boliviana aún no ha encontrado un sendero estable para su desarrollo, con tendencias que se expresan entre insistir en un modelo de gestión pública estatista altamente dependiente de la explotación y exportación de recursos naturales, que genera un aparato productivo frágil y poco diversificado; o un modelo de gestión que promueve la libertad de empresa, el resguardo de la propiedad privada, una interconexión estable con mercados internacionales y donde la innovación es la principal fuente de productividad y diversificación productiva”, reflexionó Oswaldo Barriga, presidente de la Caneb.
Considera que el sector exportador tiene un rol cada vez más estratégico como articulador nacional del comercio exterior y la promoción de inversiones.
“Vamos a liderar la transición hacia un nuevo modelo exportador boliviano: sostenible, competitivo, moderno y resiliente. Promoveremos reformas legislativas para liberar el potencial del sector privado, gestionaremos mecanismos internacionales para mejorar el acceso a mercados y seremos una agencia técnica para facilitar el diálogo público-privado”.