Especialistas: Contrabandistas invierten en educación militar y profesional para blindar sus redes


El contrabando en Bolivia ya no se sostiene únicamente en caravanas improvisadas que cruzan por pasos fronterizos no autorizados o en pequeños comerciantes que arriesgan mercancías en minibuses. Hoy, según especialistas, se trata de un entramado cada vez más sofisticado, con planificación estratégica, estructuras de mando y una inversión silenciosa en capital humano que busca blindar sus operaciones en el largo plazo.

Fuente: ANF



El abogado Omar Durán, experto en seguridad militar, advirtió que los clanes contrabandistas han encontrado en la educación una de sus armas más eficaces. “Los contrabandistas se han dado a la tarea de hacer inversiones de naturaleza humana. Llegan sus hijos a tener 17 o 18 años, salen del colegio y los meten a las Fuerzas Armadas a estudiar para ser militares, pagando. Una vez que se gradúan, pagan por sus destinos y los mandan a rutas claves para que controlen el contrabando”, afirmó en entrevista con ANF.

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De acuerdo con Durán, este fenómeno no es aislado ni reciente. Por el contrario, se replica en distintas regiones del país y ya cuenta con resultados visibles: “Hay cualquier cantidad de hijos de contrabandistas que hoy en día son oficiales, suboficiales y sargentos. Están dentro de la estructura militar, y eso les da a las familias una ventaja estratégica sobre el resto de competidores y, sobre todo, frente al Estado”.

El paralelismo con el narcotráfico es inevitable. Durán explicó que, al igual que los traficantes de drogas que financian carreras de pilotaje a jóvenes con la promesa de incorporarlos luego a sus operaciones aéreas, los contrabandistas invierten en la formación de futuros informantes dentro de la estructura militar.

“Lo mismo pasa con el contrabando: están metiendo a sus hijos y familiares para que sean los ‘loros’ del futuro y les avisen de controles o movimientos oficiales”, sostuvo.
El coronel Eduardo Vidaurre Clavel, especialista en contrabando, complementó este análisis señalando que la sofisticación del negocio también se refleja en el plano civil.

“Como tienen bastante disponibilidad de dinero, ha hecho que incluso profesionalmente se vayan superando. Los directores ejecutivos de esas empresas ya son estudiados, tienen maestrías, han pasado por universidades extranjeras. Hoy cuentan con profesionales en Derecho, Economía o Comercio Internacional que les ayudan a camuflar el negocio ilícito detrás de fachadas legales”, señaló a ANF.

Esta profesionalización ha cambiado la manera en que los clanes administran sus patrimonios. Mientras en el pasado las operaciones eran conducidas de manera más rudimentaria por padres o abuelos dedicados al contrabando, hoy los herederos recurren a estructuras corporativas, sociedades comerciales y consultores especializados.
“Ya no manejan las empresas como antes. Ahora saben cómo utilizar las herramientas jurídicas para mantenerse en el negocio, pero con una fachada de legalidad”, subrayó Vidaurre.

El resultado, según los especialistas, es un híbrido peligroso: organizaciones que combinan la ilegalidad tradicional del contrabando con la capacidad de operar como grupos empresariales modernos. Para Durán, esta fusión se traduce en una red cada vez más difícil de combatir.

“Estamos hablando de un grupo ya muy organizado en Bolivia. No se trata solo de personas que cruzan mercadería, sino de estructuras familiares que piensan en el futuro, que invierten en educación militar y profesional para garantizar la continuidad de su negocio”, enfatizó.

La consecuencia de esta evolución también se hace sentir en los métodos de competencia entre clanes. Vidaurre recordó que, al ganar poder económico y académico, los grupos no han abandonado sus prácticas violentas.

“No es que al escalar a otra situación se olviden de sus mañas. Más al contrario, ahora buscan anexarse al negocio legal que poseen, pero manteniendo lo que les dio origen: el contrabando. Eso ha derivado incluso en acciones de tipo mafioso, con vendettas y denuncias entre ellos mismos”, alertó.

Las últimas incautaciones de grandes cargamentos de cigarrillos son un ejemplo. Según el coronel, muchas de esas operaciones se iniciaron a partir de denuncias anónimas, que no provienen de ciudadanos comunes sino de clanes rivales en busca de monopolizar rutas o mercados.

“Es información que las mismas autoridades de la Aduana confirman, y tiene que ver con la guerra interna entre estos grupos. Si en un principio eran unas cuantas familias, ahora ya son más y compiten de forma violenta”, explicó.

En este escenario, tanto Durán como Vidaurre coinciden en que el Estado enfrenta un desafío sin precedentes. No se trata solo de reforzar operativos de interdicción, sino de reconocer que los contrabandistas están construyendo una nueva generación de operadores militares, técnicos y profesionales al servicio de sus intereses. Esa apuesta, que parece silenciosa, podría consolidar un contrabando más fuerte, más inteligente y más impenetrable.