Si las encuestadoras hubieran sido médicos, quedaría en evidencia que no lograron descubrir la dolencia del paciente y, por ello, produjeron un tratamiento imposible. ¿Ganó la inteligencia de la gente frente a preguntas insuficientes? ¿Se produjeron mentiras colectivas voluntarias? ¿Cuánto ha significado la capacidad masiva de los encuestados para encubrir sus posiciones? ¿Estamos frente a un caso de inteligencia colectiva, ordenadora oculta de un engaño asumido? ¿Y si las encuestadoras lo sabían, y no estaban autorizadas a develarlo o fueron inducidas a mentir? ¿Puede existir un autoengaño de tales proporciones por parte de quienes las contrataron?
Las preguntas son infinitas y seguramente seguirán hasta develar una situación de la que debemos curarnos, pues lo que está en juego es la credibilidad social. Quien quiera hacerlo en lo personal y con sus recursos, estará en su derecho seguir incurriendo en error; sin embargo, si está de por medio la credibilidad ciudadana y un valor tan sensible como el futuro colectivo, esto no puede pasar desapercibido. No se trata ni de prohibiciones ni de controles innecesarios, es solamente de fe pública y sus consecuencias.
Seguramente todos los espíritus acuciosos están buscando en la internet entrevistas y declaraciones formuladas por Rodrigo Paz y Edman Lara previas a la victoria, para conocer unas palabras que podrán causar estado si ellos se convierten en los candidatos elegidos en la segunda vuelta. Como no aparecían en las encuestas, las intervenciones eran escuchadas de soslayo por carecer de los porcentajes necesarios. Y con relación a la guerra mediática entre los candidatos con mejor posicionamiento, ellos quedaron liberados, ¿para qué gastar tiempo y recursos en candidatos que no tenían posibilidades? Sin embargo, a los 5 minutos de conocerse los datos del OEP el domingo por la noche, apareció el trabajo intenso y delicado de los carroñeros que empezaron a vomitar por las redes la historia, ocurrencias y circunstancias de Rodrigo.
Sin embargo, no son las encuestas las responsables de estos resultados. Debemos buscar la existencia de una realidad que, por lo visto, no hemos analizado a fondo y que seguirá latente para aparecer nuevamente en cualquier momento. Como hemos desnudado a la política de su calidad de instrumento social, estamos renunciando a generar interpretación de los acontecimientos y a buscar razones causal explicativas de los malestares colectivos. El riesgo es que se continúe el retorno al fascismo, de derecha e izquierda extrema, que descalifica al otro por pensar distinto mientras trata de destruirlo. Los 20 años que hemos vivido con el anatema de k´aras contra indios, y ahora de libertarios contra comunistas que tratan de hacer desaparecer matices que la sociedad en medio de su pluralidad y policromía, no acepta. En este asombro, aparece un espacio democrático que debemos cuidar para que nuestra vida en sociedad encuentre respuestas a sus necesidades.
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Ya tenemos algunas certezas. No queremos guerra sucia. Es imprescindible recuperar los acuerdos y consensos. Esto no lo podrá resolver nadie en su soledad. Debemos aceptar que somos una sociedad ideológica y geográficamente plural. Siendo importante la agenda de los grandes números, ahora debemos bajar al territorio donde vive la gente.
Teniendo un país que sigue adoleciendo de los mismos males, podemos reconocer que ha empezado a ingresar un viento fresco.