Lupe Cajías: “Bolivia tiene una personalidad tan fuerte que lo distingue”


La celebración del Bicentenario de Bolivia genera muchas reflexiones sobre el futuro del país y los debates que aún están vigentes ante los retos pendientes

Mauricio Quiroz Terán
Lupe Cajías, estuvo en EL DEBER en un interesante diálogo
Lupe Cajías, estuvo en EL DEBER en un interesante diálogo | Fuad Landívar

 

Fuente: El Deber



Hablar con Lupe Cajías es asomarse a una mirada lúcida, crítica y profundamente comprometida con la historia del país. Escritora, periodista, historiadora y exautoridad en la lucha contra la corrupción, Cajías ha dedicado su vida a interpretar los hilos que sostienen a Bolivia, incluso en sus momentos más oscuros. En esta entrevista por el Bicentenario, reflexiona sobre lo que nos une como nación, desmonta narrativas impuestas y subraya el valor de la memoria, la institucionalidad y la transparencia. Su voz, serena pero firme, recuerda que detrás de cada símbolo, cada archivo, cada plato típico, hay una historia que merece ser contada sin distorsiones. Y que, pese a todo, Bolivia resiste. Porque tiene alma. Porque tiene dignidad. Porque tiene historia.

— ¿Qué significa para usted llegar a los 200 años de independencia?

=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas

Creo que la pregunta que siempre queda pendiente es: ¿por qué Bolivia sigue siendo un país independiente? ¿Qué es lo que nos une? Estos dos siglos nos hacen detenernos a reflexionar. Más allá de todos los obstáculos, hay un tejido social que, pese a todos los bombardeos que sufre, se mantiene. Un tejido basado en valores como la solidaridad, la hospitalidad, la hermandad, que nos diferencian incluso de países vecinos.

También hay que reconocer el papel articulador de Potosí desde antes de la colonia, durante buena parte de nuestra historia, y aún hoy. Nadie puede discutir el agradecimiento que le debemos al pueblo potosino. La Audiencia de Charcas, la ciudad de Sucre, antes llamada La Plata, también fueron fundamentales, porque sentaron bases institucionales importantes para la construcción inicial de Bolivia.

En los últimos cien años, los aportes desde la sociedad civil han ido creando sentimientos de pertenencia. Desde una bebida tradicional hasta la cerveza paceña —que puede cambiar de dueño, pero nadie discute que es “nuestra”— o un mentizán que identifica a cualquier boliviano en el mundo. La gastronomía y el mestizaje expresado en un plato, en un pan, en una bebida, también son parte de esos hilos profundos que fortalecen nuestros cimientos como sociedad.

— Se ha hablado de los ciclos económicos de Bolivia: la plata, el estaño, los hidrocarburos, el litio, y ahora la agroindustria. ¿Cómo analiza esa trayectoria y el futuro económico del país?

La presencia de recursos naturales ha marcado profundamente nuestra economía. Siempre hemos mirado hacia afuera, más que hacia adentro. Además, eso afectó nuestra construcción institucional. A diferencia de los países que no tenían recursos, y que por eso se vieron obligados a fortalecer sus instituciones, en Bolivia ha habido tiempos históricos fragmentados por cada bonanza.

Parece que dependemos de lo que nos da la naturaleza. Pero ahora hay que mirar más allá. Bolivia tiene otros tesoros: aire, silencio, agua, tierra… El turismo es un espacio fundamental hacia el futuro. El turismo de lujo está agotado y el nuevo viajero busca autenticidad. Pero es lamentable que cortes de ruta o actos de violencia arruinen ese potencial. Y aun así, con todos esos problemas, el turismo sigue creciendo.

Tenemos que dejar de ver a los recursos naturales solo como una riqueza para explotar. Debemos pensar cómo los convertimos en méritos, cómo los unimos con la modernidad para generar propuestas sostenibles y construir una economía más sólida.

— Usted fue responsable de la lucha contra la corrupción en el gobierno de Carlos Mesa. ¿Cómo ve ese tema hoy? ¿Qué se puede proyectar hacia el futuro?

Más que hablar de “anticorrupción”, hay que hablar de transparencia e institucionalidad. En mi gestión, logramos alianzas con organismos de control como la Contraloría, la Fiscalía, el Ministerio de Gobierno, el Tribunal Constitucional, la Corte de Justicia. Incluso obtuvimos reconocimiento internacional, fui parte de la redacción de la Convención Anticorrupción de Naciones Unidas.

La corrupción surge donde hay oscuridad. Mientras más oscuridad, más posibilidades de que surjan las ratas, por decirlo gráficamente. Y no hablo solo del mal uso del dinero, sino de la improvisación, de no cumplir objetivos ni planes.

Lo fundamental es el acceso a la información pública. Antes de estar en contra de algo, hay que estar a favor de algo: de que todo ciudadano pueda conocer cómo se gasta el dinero, cómo se contrata personal, cuáles son los salarios. Eso fortalece valores. Hay países como Uruguay donde la gente comprende que es servidora pública, no alguien que se sirve del Estado. Y todo mejora cuando eso está claro: la salud, la educación, la cultura.

— ¿Se cumple hoy el decreto de transparencia que se impulsó durante el gobierno de Carlos Mesa?

Ese decreto fue desactivado en la práctica. Se politizó la lucha contra la corrupción. En vez de institucionalizarla, se usó para perseguir enemigos políticos. Además, no hubo suficiente difusión para que la gente sepa que tiene derecho a pedir información. Todos deberíamos poder saber qué insumos llegaron a un hospital o cómo se gasta el presupuesto. Pero eso se ha retrocedido en lugar de avanzar.

— Usted sigue de cerca la apertura de los archivos del expresidente Walter Guevara. ¿Qué espera encontrar?

Hace poco me avisaron que se liberaron dos cajas con correspondencia de Walter Guevara Arce. Espero poder acceder a ellas. Ya trabajé con documentos relacionados al caso Unsaga de la Vega y a la persecución contra el Comité Cívico de Santa Cruz. Son fuentes primarias: cartas, informes que permiten escribir la historia con datos, no solo con interpretaciones ideológicas.

Para mí, el Archivo y Biblioteca Nacional de Bolivia es casi una isla institucional que ha logrado resistir incluso ataques como los que recibió de parte de Álvaro García Linera. Siempre es un placer ir allí y ver cómo los historiadores bolivianistas siguen investigando.

— ¿Hay más por descubrir en nuestra historia?

Mucho. Pero también hay mucho que desmontar. El MNR creó una narrativa que hemos repetido por décadas. Por ejemplo, se pintó a Simón Patiño como un villano absoluto, y al revisar con más detalle uno descubre que fue un hombre con un gran amor por Bolivia. No se hizo rico de la noche a la mañana. Trabajó, invirtió, soñó con desarrollar la agroindustria en el sur de Chuquisaca, en el Chapare… Hay que mirar la historia con menos contaminación ideológica.

— ¿Cree que en los últimos veinte años se repitió esa distorsión histórica?

Sí. El entorno de Evo Morales decía “por primera vez” con hechos que ya habían sucedido antes. Muchas veces los periodistas no tuvimos las herramientas para desmontar ese discurso. Y se construyó una narrativa basada más en posturas ideológicas que en la historia real.

— Se dice que la medalla presidencial es uno de los pocos símbolos de poder que se ha mantenido desde la fundación de Bolivia. ¿Qué le sugiere eso?

Hay muchas anécdotas en torno a la medalla. Cuando Juan Lechín juró como vicepresidente, por ejemplo, no estaba la medalla. Pero una cosa son las anécdotas y otra los delitos. Lo que ocurrió cuando la medalla acabó en un prostíbulo porque el custodio fue a buscar servicios… eso fue, para mí, el símbolo más gráfico de la descomposición moral que vivimos en estos últimos veinte años. No se trata solo de crisis institucional o económica, sino de una crisis de valores, de inmoralidad que ha calado muy hondo.

— Finalmente, ¿qué mensaje deja en este Bicentenario?

Bolivia tiene una enorme capacidad de resiliencia. Así como después del caos hay nuevos ordenamientos, creo que la sociedad sabrá reconstruirse. Cuando nació como república en 1825, tenía condiciones muy positivas. Hace cien años, también, había avances en industrialización, en educación, en servicios urbanos. Muchas cosas se truncaron con la Guerra del Chaco y la Revolución del 52.

Hoy estamos en un momento difícil, pero también se siente un poco de esperanza. Las elecciones son una oportunidad. Ojalá se desarrollen con transparencia, que cada actor esté a la altura. Aunque lo que venga después sea duro, Bolivia se mantiene. Y mantiene algo invaluable: su personalidad fuerte, esa que lo distingue desde hace 200 años.

Fuente: El Deber