Maduro, a punto de podrirse


 

 



Como alguna vez advertimos en esta misma columna, la suerte del autócrata , Nicolás Maduro, estuvo echada desde el mismo instante en el que este inmerecido causahabiente recibió, como herencia, la presidencia de la sufrida y saqueada  Venezuela, para continuar sometiéndola a la más oprobiosa dictadura, sin que ningún organismo, nacional o internacional ose desafiarlo o derrocarlo.

Como respuesta a esa interrogante, las miradas se dirigen automáticamente hacia el Norte, procurando encontrar en los “gringos defensores de la libertad y la democracia” la razón por la que no hubiesen actuado todavía, así como lo hicieron con Granada en 1983, promoviendo un golpe de Estado y la ejecución del chúcaro líder comunista Maurice Bishop; o en 1989, cuando se llevaron encadenado como a un can, al panameño Noriega, previamente condenado a 40 años de reclusión.

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Es más, esta supuesta pasividad norteamericana frente a la satrapía venezolana se fue magnificando, a medida que se iban entablando extrañas relaciones, sutilmente tituladas como un “canje diplomático”, dirigido a liberar a diez estadounidenses en manos de Venezuela, a cambio de 252 venezolanos detenidos sin juicio en El Salvador. Además, dicho arreglo incluía la posibilidad de un supuesto arreglo secreto entre Maduro y Trump, dirigido a la liberación de presos políticos, trato que fue olímpicamente desconocido por Trump, al haber generado un lógico debate sobre derechos humanos y justicia internacional.

Lo curiosamente ocurrido en dicho canje fue, que entre los diez norteamericanos liberados se encontraba Dahud Hanid Ortíz, ciudadano estadounidense, que cumplía una condena de 30 años por un triple asesinato en España en 2016, caso que generó críticas en España y Alemania, debido a la gravedad del delito y la falta de claridad de su inclusión en el mencionado intercambio.

Es lógico suponer que dicho episodio fue suficiente para la interrupción de  la luna de miel que se presumía después del  cambalache y la airada reacción del irascible Trump, que  fue incluir al Cártel de los Soles venezolano en una lista de grupos terroristas globales, especialmente designados y dirigido por el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, y otros altos cargos de su gobierno.

La verdad es que ni Chávez ni Maduro nunca representaron ni representan una  amenaza seria a los EE.UU. pese a su conchabamiento con los iraníes, con los cubanos o con los capitalistas rusos o chinos. El petróleo, única fuente de su riqueza y el argumento que justificaría una invasión, fue comprado siempre por los EE.UU.  a un precio de gallina muerta, que resultaría diez veces más oneroso tomarlo por la fuerza. Es más, la característica del petróleo venezolano, denso y con alto contenido de azufre, exige que este solo pueda ser procesado en refinerías especializadas para su tipo, y las tres que existen en Venezuela explotaron o están casi inútiles por falta de mantenimiento, de ahí que debe ser enviado a Curazao o a los EE.UU. para su refinación, donde además de tres refinerías, existen miles de estaciones de gasolina CITGO, de propiedad venezolana.

Al duplicar la recompensa que pesa sobre la cabeza de Maduro (pajaritos y todo), hasta 50 millones de dólares, por información que conduzca a su detención, la Fiscal general, Pam Bondi más los Departamentos de Justicia y de Estado de USA, anunciaron  el dictamen del gobierno de esa nación, que señala: “no escapará a la justicia y tendrá que rendir cuentas por narcotráfico”. Gravísima imputación de la que se infiere, que Maduro está a punto de podrirse.