“Medianoche en el siglo”


 

 



Corría el año de 1940, tiempo en el que el escritor revolucionario Víctor Serge (Bruselas), reconocido partidario de Lenin y ácido detractor de Stalin –al que acusaba de “totalitario”– publicaba desde el exilio (México) la obra titulada “Medianoche en el siglo”. En la novela cuenta la historia de Mijail Ivanóvich Kostrov, un profesor de historia que es arrestado y deportado a una prisión donde conoce y convive con algunos disidentes soviéticos. “Media noche en el siglo” expone descarnadamente el horror y brutal represión desatada por el régimen totalitario de Lósif Stalin, tratando de profundizar los aspectos humanos y sociales.

Fundada en una crítica radical al estalinismo, la obra de Víctor Serge, busca denunciar la traición y desbaratamiento del impulso revolucionario iniciado por Lenin. La postura del autor se centra en la defensa de la libertad individual dentro de un régimen social colectivizado. Rechaza firmemente el totalitarismo impuesto, defendiendo la libertad de los trabajadores de desarrollar sus actividades en paz y armonía. Denuncia la corrupción y la degradación de los ideales originados de la revolución, de los cuales, señala a Stalin como responsable de haberlos llevado hacia una regresión inaceptable.

=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas

“Medianoche en el siglo” destaca la importancia de la <<RESPONSABILIDAD INDIVIDUAL>> tan venida a menos en nuestros días, así como la búsqueda de una sociedad que progresivamente recupere la dignidad, el valor, ética moral y social, dejando de lado el fatalismo, victimismo, envidia, odio, entre otros males que lastiman el tejido social. Anima a no resignarse llanamente ante los problemas que aquejan a la humanidad. Serge, fue un crítico comprometido y testigo presencial de la tragedia provocada por el comunismo soviético, por lo que decidió denunciar la represión e injusticia cometida en su tiempo.

Existen trabajos extrapolables en el espacio y el tiempo, “Media noche en el siglo” es uno de ellos. Con enfoque de obra centenaria, brinda a las sociedades “modernas” una respuesta para que puedan precautelar sus derechos fundamentales y proponer una mirada crítica a los graves problemas que las aquejan. La corrupción, el sectarismo y la violencia política deben ser erradicados de la actividad pública y política, mucho más, cuando quienes la ejercen lo hacen desde el odio, resentimiento e ignorancia. Habrá que tener en cuenta que los procesos de fortalecimiento democrático deben experimentar un crecimiento ético progresivo por parte de los líderes políticos, no así, como ocurre en el presente, una regresión tribal que conduzca a los pueblos a la opresión y al dogmatismo que es el camino a la pobreza y al hambre.

Actualmente, Bolivia atraviesa una “media noche en el siglo”, el momento más oscuro y crítico de su historia de doscientos años, por lo que requiere una transformación profunda para evitar el colapso total del cual resultaría imposible recomponerse, como ocurre en el caso cubano o venezolano. Afortunadamente, la media noche representa el renacer del día, la promesa de un nuevo comienzo, aquel que la gente aguarda con esperanza. Esa promesa certera que permite creer que vendrán tiempos mejores en adelante, alejados del odio, la envidia y el resentimiento alentado en los últimos veinte años.

El Movimiento al Socialismo ha perdido las elecciones en Bolivia luego de veinte años. La izquierda radical, que gobernó catorce años a la cabeza de Evo Morales y los últimos cinco años con Luis Arce, ha dejado al Estado en una situación económica lamentable. El déficit público ha alcanzado el 14% y la inflación interanual se ha disparado hasta el 25%, sumados los problemas de desabastecimiento de alimentos e hidrocarburos cada vez más críticos, un quiebre institucional dramático, inseguridad jurídica y judicial, entre muchos otros males que hacen eco en los corazones de los bolivianos.

Evo Morales y Luis Arce acabaron con la hegemonía de su partido y lo han llevado al borde de la desaparición con una votación que apenas les alcanzó para salvar su sigla, no pudiendo lograr ni un solo representante en la Asamblea Legislativa. La escisión provocada por los líderes de ese frente político tras conocerse los resultados oficiales del órgano electoral, arrojó como resultados que Andrónico Rodríguez candidato de la Alianza Popular y disidente del MAS, obtuvo el 8,2% de los votos, obteniendo cinco diputados en el congreso nacional.

Por su parte, Evo Morales, quien está inhabilitado para poder presentarse como candidato, prefirió hacer un llamamiento al voto nulo, que ha cosechado cerca al 20% del total de los votos registrados. Tomando en cuenta que en anteriores elecciones el histórico del voto nulo bordea el 5%, las tres cuartas partes restantes podrían atribuírsele al piso electoral de la izquierda populista radical que ha gobernado el país durante las últimas dos décadas.

Los datos no dejan de ser llamativos. Si bien es cierto que la votación de la izquierda radical –que ha cometido el mayor expolio y latrocinio en Bolivia– se ha reducido a la mitad, la sumatoria de los porcentajes obtenidos por las diferentes facciones divididas y enfrentadas por el poder, nos muestran que cerca de un tercio del electorado se mantiene dogmática y doctrinalmente bajo el ala radical, dejando entrever que la aseveración a priori de algunos oráculos de medios, “opinólogos” y políticos de que: “el MAS ha desaparecido”, es absolutamente falsa.

Para poner fin a la “medianoche en el siglo” de Bolivia, recuperar la paz y pensar en futuro para las familias bolivianas, los líderes políticos de las cuatro principales fuerzas políticas que obtuvieron representación parlamentaria en la primera vuelta del proceso electoral reciente, tienen la RESPONSABILIDAD HISTÓRICA con la patria. La noche oscura que vive el país requiere que los políticos abandonen aquellas actitudes absurdas provocadas por ciertas diferencias personales derivadas de los insultos, ataques, descalificaciones, entre otros que se produjeron durante la justa electoral y actúen con sensatez y madurez.

Las cuatro fuerzas políticas contrarias al MAS controlarán desde el próximo 8 de noviembre más del 90% del congreso nacional, lo que significa en términos sencillos, que el país tiene la mejor oportunidad en los últimos veinte años para erradicar el cáncer de odio y resentimiento infundado que ha sembrado el Movimiento al Socialismo en el corazón de los bolivianos, lacerando profundamente el tejido social, desangrando la patria y la identidad nacional; provocando además derramamiento de sangre innecesario en confrontaciones fratricidas con el único propósito de mantener en el poder a un régimen de izquierda populista y radical que todavía subsiste.

Si los cuatro frentes políticos tienen la voluntad de trabajar por Bolivia y su gente, deberán ponerse de acuerdo y consensuar incondicionalmente para llevar adelante la refundación del país, debiendo sentarse y discutir acuerdos que permitan realizar las transformaciones necesarias desde el legislativo, a fin de evitar que vuelva el país a vivir el terrorismo de Estado. Si los políticos dejan de pensar en sus intereses personales (como ha ocurrido siempre) y evitan la escisión tal como ha sucedido con las facciones radicales de la izquierda populista, podrán desmantelar de una vez por todas lo que ha significado la noche más oscura en la historia del bicentenario del país.

“Bolivia tiene ante sí la oportunidad de terminar con el modelo de estado ultra intervencionista y ultra clientelizador de la izquierda radical y populista. Tiene una oportunidad histórica para avanzar hacia la modernización del país, pero si no la aprovecha –la experiencia histórica de Hispanoamérica por desgracia nos suele indicar que las élites políticas no aprovechan esas oportunidades históricas–, entonces el fracaso mayúsculo de la alternativa política al movimiento al socialismo lo que promoverá es que la izquierda radical y populista regrese en el futuro al poder y eso, solo consolidaría, quizá por otras dos décadas, el estancamiento y el atraso social y económico de Bolivia” (Juan Ramón Rallo).

Mantengámonos vigilantes y con la esperanza firme, pronto vendrán tiempos mejores, siempre y cuando, permanezcamos unidos y sosteniendo la mano de fe que persigna nuestra frente. Recuerden que “estamos acostumbrados a ver al poderoso como si se tratara de un gigante, sólo, porque nos empeñamos en mirarlo de rodillas y ya va siendo hora, de ponerse de pie”.