Por qué los moderados votaremos por Samuel


 

 



Los votantes moderados queremos un gobierno flexible pero no débil. Sabemos que la tempestad tumba al roble más fuerte, pero no afecta al bambú que se inclina a tiempo para no caer.

Nos damos cuenta de que esta es la primera oportunidad en 20 años que se puede desplazar a los impostores y ladrones del poder populista. Sabemos que el próximo gobierno necesitará una mayoría decisiva en la Asamblea Legislativa para lanzar las duras medidas económicas que se requieren para enderezar los múltiples entuertos dejados por el MAS.

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Se acusa a Samuel de ser socialista o comunista porque su campaña apunta al voto moderado. Nadie niega que Samuel en su tiempo fue militante y ministro del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), un partido moderado de centroizquierda.

Cuando fundó su propio partido llamado Unidad Nacional (UN), Samuel fue elegido a un importante cargo regional de la Internacional Socialista. Esta organización se fundó en Europa el siglo pasado para ocupar el centro moderado y contrarrestar al comunismo.

Con esta acusación, sus oponentes pretenden quitarle el apoyo de la alta burguesía. No se dan cuenta de que le regalan los votos de la clase media emergente. Los emergentes no se identifican con los candidatos que dan la impresión de representar sobre todo a la alta clase media.

La mayor parte del país comparte con la alta clase media la indignación por los 20 años de abusos del masismo. Esta justa indignación no le permite a mucha gente de la clase media alta aceptar el ascenso social de un tercio de los votantes que provienen de barrios marginales o del campo.

Ignorar la condición precaria de la mayoría de los bolivianos fue lo que generó una enorme base de apoyo a un caudillo autoritario como Evo Morales. A esto se añadió un imperdonable descuido de las élites en la formación de ciudadanos autónomos, responsables y tolerantes.

Las masas cayeron en manos del MAS. Evo las convirtió en ovejas obedientes a un pastor. Hoy esas ovejas son un durísimo obstáculo para el avance del frágil proyecto de la democracia representativa. Les han enseñado a odiar a una supuesta “casta señorial” de “enemigos del pueblo.” Les han hecho creer que “los plebeyos” como ellos son la capa superior de la sociedad.

Evo les dijo “los indígenas son la reserva moral de la humanidad.” Eso es puro racismo. Lo opuesto tampoco es cierto. Hay funcionarios honestos y bien formados que atienden al público en varias reparticiones del estado y que provienen de las clases populares.

El próximo gobierno los debe identificar. No los debe despedir junto a la masa de incompetentes y pillos que ganan mucho sin hacer nada, poniéndose la careta de merecer esos cargos solo por ser “indígenas originarios campesinos.”

Samuel se da cuenta de que todavía hay muchos compatriotas que solo se fijan en un país que ya no existe. Sueñan con el regreso al tiempo en el que pequeños círculos manejaban el gobierno, la empresa privada, los partidos políticos y la cultura. No aceptan que el ascenso de los marginados sea irreversible y benéfico para el futuro de la democracia liberal. Creen que eso es comunismo.

Gente muy decente de la alta clase media, al igual que muchos masistas de corazón, prefiere volver a un país en el que predomine la separación de clases. Los dos sectores sienten que una alianza de clases es lo peor que le podría pasar a Bolivia. Comparten una visión polarizante de la sociedad.

No se dan cuenta de que nadie puede ganar una elección sin conquistar el voto del sector emergente, de los que ya no quieren ser masistas, pero tampoco aspiran a ser la crema y nata de la sociedad.

Samuel se ha dado cuenta hace tiempo que los emergentes aspiran a ser empresarios exitosos y que pueden serlo. Ha promovido durante las últimas décadas una serie de concursos para pequeños emprendedores que provienen de las clases menos favorecidas.

Se ha dirigido a su autoestima y a su bolsillo con actos concretos. Les ha brindado capacitación para que presenten propuestas de pequeños negocios. Les ha brindado fondos de arranque para que los ganadores de estos concursos lancen sus emprendimientos.

El programa de Samuel rescata a los sectores que no saben lo que es la democracia liberal. Son los que la rechazan porque viven engatusados por un falso socialismo. Los dirigentes de los movimientos sociales fingen un radicalismo que resulta ser muy popular entre las masas poco o nada formadas. Obtienen jugosos beneficios que le arrancan al gobierno a cambio de su apoyo.

Samuel no se dirige a los votantes como lo hace Evo. No los trata como ovejas de un rebaño que está obligado a seguir a un gran pastor. Los trata como si fueran ciudadanos autónomos, responsables y tolerantes. Se esfuerza en formar una mayoría de ciudadanos rectos, sin los cuales es imposible que una democracia representativa dure en el tiempo.

Ser autónomo significa atreverse a pensar sin acudir a tutores. Ser responsable significa aceptar las consecuencias de decisiones propias. Ser tolerante significa aceptar lo diferente, dialogando con los otros en vez de satanizarlos mediante polarizaciones forzadas. Esto se aplica a todas las clases sociales.

Otra muestra de la importancia que Samuel le otorga a la clase media emergente es la selección de su compañero de fórmula. José Luis Lupo proviene de una familia de agricultores vallegrandinos. Creció en el campo, ordeñando vacas y carpiendo el suelo para la siembra.

Con estudio y dedicación se transformó en un economista destacado a nivel internacional. Hoy tiene una experiencia comprobada en sacar adelante a países con economías devastadas por la ineficiencia, la corrupción y la violencia. Está mejor preparado que nadie para conciliar entre las bancadas amigables y hoscas que conformarán la próxima Asamblea Legislativa.

El poder populista rechaza con pasión toda forma de acuerdos, pactos y consensos. Los paros y bloqueos son parte de la cultura antidemocrática promovida por el MAS. Los paros y bloqueos que se originan en el Chapare son las armas que usan los aliados del populismo para comerciar cocaína.

Algunos candidatos hablan de aplicarles la ley y la fuerza pública. Eso es totalmente legítimo. En algún momento habrá que hacerlo. Samuel prefiere empezar con un proceso de conciliación. Acaba de entrar al Chapare para apoyar a los productores legales de productos como el banano que se exporta a la Argentina.

Este es un gesto que les llega a los pequeños productores legales del Chapare. Los chapareños honestos conforman una mayoría esforzada que está sometida a la dictadura sindical de unos pocos cocaleros. Viven con la amenaza de que invadan y les quiten sus terrenos.

Es una infamia difundir en las redes sociales el bulo de que Samuel apoya la fabricación y exportación de cocaína y que es un aliado de Evo Morales. Sin acudir a amenazas legales, policiales o militares, Samuel ha demostrado que se puede desenmascarar la careta socialista detrás de la cual se esconden los negocios de la coca ilegal.

En la primera vuelta se elegirán los parlamentarios que sostendrán o tumbarán al próximo gobierno. La segunda vuelta solamente elige entre los dos finalistas de la primera. La primera vuelta es la única que define la composición de la Asamblea.

Por eso el próximo 17 de agosto concentraremos nuestro voto en Alianza Unidad. No lo haremos porque pensamos que Samuel es perfecto o porque lo prefiramos a otros candidatos.

Lo haremos para garantizar que el presidente cuente con la bancada mayoritaria que necesitará para enderezar el país.