Bolivia arrastra un modelo agotado: crecimiento mediocre, reservas críticas y una economía aún dependiente del gas. El organismo lanza señales de alerta y llama a un cambio estructural.
Fuente: eldeber.com.bo
En el año de su Bicentenario, Bolivia tiene poco que festejar en el frente económico. Así lo refleja el más reciente Estudio Económico de América Latina y el Caribe 2025, elaborado por la Cepal, que ubica al país entre las economías de menor crecimiento en la región andina, con indicadores que revelan un agotamiento estructural del modelo.
En 2024, el Producto Interno Bruto (PIB) boliviano creció apenas un 1,5%, y para este año la proyección es aún más débil: 1,4%. “Una expansión insuficiente para reducir la pobreza, generar empleo formal o sostener las finanzas públicas”, alerta el informe.
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Las proyecciones para el 2026 tampoco son alentadoras. Se prevé una desaceleración con crecimiento discreto del 1,1%.
Mientras países vecinos como Perú y Paraguay muestran signos de reactivación, Bolivia se estanca por una suma de factores: caída de exportaciones energéticas, subsidios crecientes, escasez de divisas y baja inversión.
El informe titulado “América Latina y el Caribe: evolución del crecimiento y desafíos estructurales”, difundido este martes, 5 de agosto, proyecta que Sudamérica crecerá en promedio un 2,7% en 2025 y un 2,4% en 2026. Estas cifras duplican casi el crecimiento estimado para Bolivia, que solo supera a Venezuela (2,0%) y Ecuador (1,5%) en las previsiones económicas del próximo año.
Un modelo que ya no da más
Bolivia mantiene una política fiscal expansiva, pero basada en pilares insostenibles. Uno de ellos es el subsidio a los hidrocarburos. La Cepal advierte que esta medida “ha deteriorado las cuentas públicas” y que su sostenimiento “limita severamente el espacio fiscal”. A esto se suma una economía muy dependiente del gas y los minerales, sin avances relevantes en diversificación productiva.
“Los subsidios deben ser revisados urgentemente”, apunta el organismo. Solo en 2024, el gasto público se mantuvo elevado, mientras que los ingresos fiscales caían debido a la menor producción de gas natural y a un contexto internacional adverso.
Uno de los focos rojos que más preocupan a los analistas es el nivel de las reservas internacionales netas. Bolivia cerró 2023 con apenas 1.709 millones de dólares, y de ese total solo 42 millones de dólares en divisas líquidas, según la Cepal.
Esta situación “limita considerablemente la capacidad de intervención del Banco Central de Bolivia (BCB) en el mercado cambiario”, lo que ha llevado a una “consolidación del tipo de cambio paralelo como mecanismo de referencia para muchas transacciones”.
El resultado: una brecha cada vez más pronunciada entre el tipo de cambio oficial y el dólar paralelo, que ya se ha consolidado como referencia en muchas transacciones. Esta situación genera distorsiones y presiona sobre la inflación interna.
Empleo informal y baja inversión
A pesar de que la tasa de desempleo abierto ha disminuido, el informe enfatiza que la informalidad laboral alcanza al 78% de los ocupados urbanos, uno de los índices más altos de la región. Esto significa que casi 8 de cada 10 trabajadores bolivianos carecen de seguridad social y estabilidad laboral, lo cual debilita la capacidad de consumo y el crecimiento sostenido.
“La falta de incentivos claros, sumada a la incertidumbre política, ahuyenta capitales y limita la creación de empleo formal”, señala la Cepal.
La Cepal confirma que la inversión pública y privada en Bolivia sigue mostrando bajos niveles de dinamismo. La incertidumbre política y la falta de incentivos limitan el interés de capitales externos, mientras el entorno regulatorio no acompaña los esfuerzos de recuperación productiva.
Además, la Inversión Extranjera Directa (IED) en Bolivia representó solo el 0,3% del PIB en 2023, una de las tasas más bajas de Sudamérica, reflejando un entorno poco atractivo.
Un país atrapado en su propio modelo
En sus recomendaciones para Bolivia, el organismo internacional es claro: urge un rediseño del esquema económico. Esto implica reducir subsidios, mejorar la eficiencia del gasto público, aumentar la productividad y apostar por una transformación productiva basada en innovación, sostenibilidad y mayor apertura.
El Estado boliviano es uno de los cinco países de la región con crecimiento económico proyectado inferior al 2% en 2025, junto con Argentina, Haití, Chile y El Salvador.
Sin embargo, los cambios estructurales parecen postergarse año tras año. En el año de su Bicentenario, Bolivia corre el riesgo de quedarse sin dólares, sin reservas y sin rumbo económico.