En la novela del escritor argentino, Roberto Arlt, Los siete locos leemos este diálogo:
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“—¿Para usted la vida no tiene sentido?
―Absolutamente ninguno. Nacemos, vivimos, morimos, sin que por eso dejen las estrellas de moverse y las hormigas trabajar”.
Así transcurre nuestras vidas todos los días, pero con el agregado que cada uno le damos un norte y la velocidad que requieren los acontecimientos, mucho más en este país y en este proceso electoral hemos experimentado algunas experiencias y transformaciones que nos han impulsado a salir de nuestras burbujas rutinarias para romper ciertos esquemas de lo que entendemos por sociedad y por el ejercicio de la política, ya que no estamos solos en el mundo, ni tampoco con ninguna tarea que realizar. No estamos convocados para la jarana ni para el ocio.
El emperador-filósofo, Marco Aurelio, nos invita a dar ese salto de darle sentido a la vida y a la política: “Si trabajas en lo que está delante de ti, siguiendo con seriedad, energía y calma la razón correcta sin permitir que nada te distraiga, salvo mantener en estado puro tu parte divina, como si debieras devolverla de inmediato; si haces esto, sin esperar nada más que la satisfacción de vivir de acuerdo con la naturaleza, pronunciando verdades heroicas en cada palabra, vivirás feliz. Y no habrá hombre capaz de evitarlo”.
Pero esa responsabilidad se la encara en la sociedad, como seres sociales y de comunicación que cada uno de nosotros somos. El filósofo alemán Nietzsche nos alertó: “Para vivir solo, uno tiene que ser un animal o un dios”. Y con seguridad, mi amable lector, usted no es dios ni una bestia para no inmiscuirse en los ajetreos de su país, que en nuestro caso, estamos rumbo a un día histórico, como el acudir a las urnas el 17 de agosto y ejercer nuestros derechos políticos de elegir y ser elegidos.
Pero la democracia no es solo ese espacio de cinco minutos que necesitamos para marcar la papeleta electoral en un recinto electoral, es mucho más y de eso hemos ido aprendiendo en 43 años de vigencia ininterrumpida de la democracia y en los 200 años de la fundación de la República. Es algo más, mucho más. Bolivia está en permanente movimiento y venciendo cada conflicto que se le presenta en su desarrollo.
Más allá de simpatías y antipatías, es que en estos últimos años el ciudadano de todas las capas sociales vive, palpa, siente y se asume como parte de la democracia. Exige sus derechos, está presente en las manifestaciones, en los cabildos, va a las urnas y vota, interpela a sus autoridades departamentales y nacionales, no se deja engañar tan fácilmente, se inquieta, se preocupa, se expresa y cuestiona. Grita y busca su espacio. Opina y se hace sentir a través de las redes sociales y de las plataformas digitales de prensa. Es un sujeto social que va construyendo su propia ciudadanía. Históricamente, la sociedad boliviana no ha mirado de palco pasar los hechos históricos, sino que ha sido parte activa. Así se fortalece la democracia y se amplían los espacios de participación individual y colectiva.
El ciudadano le quitó la exclusividad a los políticos, académicos y expertos de que solo ellos podrían hablar de política o ejercer algún cargo importante, tal como hemos visto a campesinos, indígenas, trabajadores y otros de ministros, diputados, senadores, alcaldes, gobernadores, concejales, asambleístas.
El devenir de la vida y el ejercicio de la política están indisolublemente unidos, se necesitan y se complementan, por lo que ambos tienen un sentido en nuestro paso por el mundo, demandando nuestro activo protagonismo, porque ya no podemos seguir echados en la hamaca o apuntando al otro de alguna situación que no llegó a buen término. “¿Por quién doblan las campanas”?. Claro que doblarán por vos si te cruzaste los brazos.
El filósofo griego Platón nos decía hace siglos algo tan actual e importante: “El que no sabe gobernarse a sí mismo…. debe convertirse en esclavo de otro antes que actuar a su guisa y, como buen navegante, confiarle su navío a alguien más hábil en la ciencia de pilotear a los hombres, esa misma ciencia que tú, Sócrates, denominas política”.
Ahí están las ocho fórmulas electorales que quieren “pilotear” la nave del Estado boliviano, a las cuales a uno de ellos tu voto se dirigirá, pero que no sea un simple voto y a pesar de que hemos tenido un proceso electoral incierto, confuso, violento en la guerra sucia y campañas desabridas, hay que seguir firmes y rumbo al 17 de agosto, demostrar entereza y valentía: ir a las urnas, votar por un candidato, cuidar el voto, vigilar que no hagan fraude, opinar y denunciar si hay actos irregulares y a los violentos, contar el voto, ser protagonista de las elecciones del Bicentenario.
Esta democracia nos marcó la cancha y nos invita a vivirla, defenderla, enriquecerla, vigilarla, a ser parte de ella. Encararla y luchar cada día, expresándonos de forma clara y contundente en la cita por la democracia que tenemos el 17 de agosto y mire usted amable lector de cómo la filosofía nos hace reflexionar y vivir la política de forma apasionada y responsable.
Lo dejo con esta reflexión del filósofo alemán, Enmanuel Kant:
“La facultad de votar constituye la única cualidad del ciudadano; pero esta facultad presupone la independencia de aquel que no solo quiere formar parte de la república, sino que también quiere ser miembro, es decir, parte activa según su propia voluntad de comunión con los demás. Esta última cualidad hace necesaria la distinción entre ciudadano activo y el ciudadano pasivo”.
Y los 7,9 millones de habilitados convocados para votar debemos demostrar que somos ciudadanos activos y con un compromiso con nuestras familias y por la Patria, superando los tantos peligros y entuertos que la democracia ha tenido que afrontar.
Séneca nos impulsó a la resistencia y a vencer: “El oro se prueba por el fuego y el valor de los hombres por la adversidad”.