Transición o transformación


 

Los resultados de las elecciones del agosto 2025 marcan un hecho trascendental, el país ha retirado del poder nacional al Movimiento al Socialismo, después de 20 años de un régimen autoritario que socavó los fundamentos de la democracia, procuró imponer el pensamiento único, manipuló la justicia para perseguir a quienes piensan distinto, destruyó las bases de la economía productiva y se corrompió en el ejercicio del gobierno. Este hecho y el presumible traspaso pacífico del poder a quien gane la segunda vuelta ya determina por sí mismo un hecho que se debe valorar en su importancia histórica.



Sin embargo, aún depende mucho del resultado de la segunda vuelta y del desempeño de la próxima gestión de gobierno para que el cambio que la gran mayoría de los bolivianos demanda sea duradero o se arriesgue a que “cambie todo para que nada cambie” mediante un nuevo populismo que bajo un manto de carácter democrático termine convirtiéndose en un tránsito hacía una mayor crisis económica y social que favorezca el retorno de quienes hoy han recibido el rechazo de la mayoría ciudadana.

Es comprensible que después de 20 años de gobierno del populismo estatista una parte de importante de la población, y especialmente sus dirigentes, miren con incertidumbre el futuro y procuren encontrar una opción con la que sientan más cómodos y les genere la ilusión de que podrán continuar recibiendo un trato más favorable del gobierno, tal cual los beneficios que tuvieron durante las últimas dos décadas.

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Estos sectores, generalmente vinculados a distintos rubros de la economía informal generan empleo para la mayor parte de la población boliviana y, por lo tanto, son muy sensibles a distintas medidas sociales del estado con los cuales las gestiones del MAS lograron fidelizar su voto hasta que la gravísima crisis económica que el país atraviesa por la falta de dólares, la escasez de combustible y el incremento generalizado de los precios, pulverizara la confianza de estos sectores ciudadanos en el masismo.

Por ello, aunque muchos señalan que el apoyo de estos sectores al binomio Paz-Lara se debe a la búsqueda de una opción de renovación política, y seguramente hay una infinidad de razones por la que las personas coinciden en su voto, me parece que la mayoría de quienes componen este 32% de los votos válidos corresponden a lo que podríamos llamar la “burguesía popular” y que si bien han sido sensibles a propuestas electorales como la eliminación de la aduana, la bajada de los aranceles, la disminución de los impuestos, créditos con tasas al 3% de interés anual, al mismo tiempo que se les ha ofrecido superar la crisis sin asumir mayores sacrificios económicos, al final del día, en su gran mayoría viven del trabajo diario y de negocios por cuenta propia por lo que tienen un razonamiento principalmente económico y no ideológico que los llevará a votar por quien les brinde mayor seguridad para sus actividades.

Igualmente, no se debe olvidar la suma de las candidaturas de Tuto, Samuel, Manfred y Pavel, superan el 50% de los votos válidos, lo que desmiente la afirmación de que el pueblo boliviano votó mayoritariamente por alguien “nuevo”. La verdad es más de la mitad de los ciudadanos votó por un cambio profundo con relación al modelo del masismo y esperan que en la próxima gestión no solo haya un gobierno con la capacidad de superar la crisis económica, sino que pueda modernizar Bolivia, integrando a la diversidad y el pluralismo de los distintos pueblos que la componen, en el anhelo común de un país con una democracia plena que progrese y se desarrolle brindando oportunidades de prosperidad para el conjunto de los bolivianos.

Por ello no creo que debamos conformarnos con la promesa de una transición que signifique un populismo democrático o un “masismo light” puesto que la misma nos llevará rápidamente hacia mayores niveles de crisis económica y de malestar social, que, por el contrario, generará las condiciones para el retorno de quienes destruyeron la institucionalidad democrática, dividieron a la nación y causaron la actual crisis económica.

Bolivia necesita una transformación profunda que consolide una población mayoritariamente de clase media que tenga la posibilidad de vivir con libertad y seguridad para desarrollar sus emprendimientos y acceder a empleos sostenibles, lo cual solo se logrará con un nuevo modelo de estado plenamente democrático y una economía libre que impulse la prosperidad individual y colectiva mediante la producción y la integración competitiva en el mundo. Lograrlo es una responsabilidad compartida entre candidatos y ciudadanos para construir una mayoría ciudadana que libere a la nación de las políticas estatistas que nos atrasan y empobrecen como nación.