– “Espere aquí.”
-me dijo el paco y salió.
Y ahí estaba yo.
Temblando de frío y con dificultad para respirar.
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Un camba parado en el centro de ese cuartucho, un sitio feo que pomposamente llaman “sala de visitas”.
Entonces miré…
Un tablón que hace de mesa y dos tablas que presumen ser sillas.
A dos metros de la puerta, una malla que divide a los presos entre sí, y más allá, otro cuartucho que hace de oficina de los pacos.
En eso pensaba, cuando escuché los gritos.
– “¡Doctor!”
– “Adelante doctor, ¡no se rinda!”
Trate de observar y solo vi un pasillo junto a la malla, y por ahí venía él.
Sonreía, saludando triunfante a los presos que lo alentaban detrás de la malla.
Chocaba puños entre los alambres, y no faltaba el que le pedía una bolsa con coca.
Delgadísimo, pero con la dignidad intacta, con menos cabello, pero con esa mirada que solo tienen los hombres de fe.
Era él.
Caminaba cargando su mochila negra.
Y detrás suyo, dos pacos que lo escoltaban.
Entró a las salas de visitas.
Los pacos me miraron fríamente y luego salieron para colocar un enorme candado en la puerta.
Innecesario, pero…
¿Quien puede entender la lógica de un paco?
– “Esto no es fácil José Adolfo, pero yo sabía a lo que me metía y es algo que tengo que afrontar…”
– me dijo en tono tranquilo, mientras tomábamos un té caliente que sacó del termo que estaba en la mochila
Hablamos de todo.
La barba muy bien cuidada, vestido de negro y con ese tic que provocó muchos comentarios negativos, entre la gente que no sabe.
– “Yo sabía que me iban a detener, sabía el día y la fecha.”
– “Tambien sabía quienes estuvieron en la reunión de planificación de mi captura, cruceños que conocía de toda la vida”.
– me dijo entre otras cosas, en un tono de decepción y bronca reprimida.
– “Mire, lea esto…’
– murmuró mientras sacaba de la mochila una biblia
– “Estas palabras me dieron animo antes de la captura, y me brindan tranquilidad estando aquí. ”
– dijo él, señalándome un versículo que para lamento mío, no puedo precisar cuál es
Pero más o menos decía, algo así como esto:
– “Hijo mío, no desmaye tu corazón ahora, porque te digo que serás puesto en cautiverio. Serás traicionado y la ingratitud prevalecerá contra ti, pero no desmaye tu corazón, porque soy Jehova tu Dios y no te soltaré de mi mano y te enalteceré en el postrer día…”
No son las palabras exactas, pero es lo que puedo recordar.
– “Yo no pacto mi amigo escribidor, si pactara ya hubiera salido hace mucho, pero yo solo pacto con Dios y con mi pueblo..”
– dijo en algún momento de la charla
Así sucedió esa tarde
Entré al penal a las dos y eran casi las cinco, era el jueves primero de mayo del año 2025.
Ya en el avión pensaba, repasaba tres horas de charla.
Nombres de los traidores, una lista enorme donde hay leones, gatos, y muchas ratas, pensaba en las circunstancias de los hechos…
Pensaba sobre la conciencia de la gente, y como la ingratitud se convierte en la corona de los justos
– “Yo seré libre cuando los tiempos de Dios lo dispongan, solo soy su instrumento”
– “Dios es justo y en su verdad descanso…”
Esas frases del gobernador resonaban en mi cabeza, y me devolvían una fe en el creador que hacía mucho creía pérdida.
Entonces recordé las palabras que alguna vez me dijo Monseñor Castellanos:
– “Si tu haces muchas cosas por la gente, no olvides que la ingratitud es casi siempre la paga”.
El avión aterrizaba, ya estaba en esta bendecida tierra de nuevo y la sensación de estar en casa es lo mejor que existe.
“Volver a casa”
Esa frase me caló hondo, cuando vi la noticia.
Cuando supe que el gobernador será libre por ley y justicia, no por pactar o negociar, no por vender su lucha, ni su verdad, ni su conciencia como tantos otros que conozco.
Definitivamente…
“Los tiempos de Dios son perfectos “.
Gracias Gober.
Gracias por devolverme la fe.
EL ESCRIBIDOR.