Votar a ganador


Llegamos al domingo previo a la elección del bicentenario. Varios candidatos han repetido que esta será la elección más importante de nuestras vidas, pues tenemos la oportunidad de impedir la caída libre y poner fin al ciclo del populismo de izquierda. Esta elección nos ofrece la posibilidad de emprender un rumbo que nos saque de la crisis económica y nos devuelva la esperanza de recuperar valores democráticos. No cabe duda: esa es la magnitud del desafío.

Las campañas han sido duras. En el oficialismo se han dicho de todo: “traidor” y “candidato de la derecha” fueron de las expresiones más discretas, aunque para ellos la mayor de las ofensas. La anti-campaña estuvo dirigida por Evo, quien no logró inscribirse como candidato y optó por inviabilizar cualquier opción de sucesión, frenando a los aspirantes.



Entre los opositores, la temperatura subió al extremo de impulsar una guerra sucia que alcanzó una dimensión reprochable. La guerra sucia busca difundir hechos que pongan en duda la honestidad de los candidatos, el origen de sus bienes y fortunas, generar sospechas sobre su honorabilidad y afectar la confianza del electorado. La ciudadanía, por reacción natural, presta atención a los mensajes que claramente obedecen a estrategias de desprestigio; pero cuando la lucha política toca a la familia o a los hijos, el golpe se revierte.

Estamos a una semana de la elección y la situación no ha cambiado significativamente. Los masistas no lograron unificar fuerzas. Eva Copa se retiró, no para unificar, sino para salvar su sigla. Del Castillo sigue brioso en campaña y muestra determinación de llegar al día de la elección, aun a costa de perder la sigla del MAS. Andrónico, estigmatizado por Evo como el traidor del proceso electoral, vive hoy una disputa frontal, en la que Evo se empeña en promover el voto nulo y jubilarlo prematuramente.

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El voto nulo de Evo no busca únicamente sepultar las ambiciones electorales de Andrónico: pretende inviabilizar el próximo gobierno. A estas alturas, los masistas han profundizado sus diferencias y la opción de reconciliación se ve poco probable. A Andrónico le queda remar con incertidumbre y tratar de atraer a indecisos, nulos y blancos que en el pasado votaron por el MAS.

Cuando empecé a escribir estos artículos de opinión, sin darme cuenta llegué a publicar diez. Mi propósito fue contribuir con análisis y reflexiones para evitar que la dispersión en la oposición termine favoreciendo al MAS. Esperaba que a estas alturas tuviéramos un candidato claramente favorecido por la intención de voto, separado del pelotón, y que por él nos juguemos enteros.

Lamentablemente, los números no acompañan: ninguno de los candidatos logró seducir a un electorado escéptico, que siente la crisis, que ve que su sueldo no alcanza, que observa colas interminables por diésel y cuyas expectativas negativas crecen. Un electorado decepcionado porque los líderes fallaron desde el inicio: ofrecieron unidad y no lograron consolidar un bloque ni una candidatura única. Eso se está cobrando y es, estoy seguro, una de las razones por las que los techos electorales en las encuestas son bajos.

¿Qué nos queda para esta última semana? Tenemos que reflexionar objetivamente: ¿queremos ganarle al MAS y darle legitimidad al nuevo gobierno? Si la respuesta es afirmativa, solo queda un camino: despojarnos de nuestras preferencias y simpatías, y volcar el voto por quien logró marcar tendencia en la serie de encuestas que presentaron los medios autorizados. Voy a guardar nombres y colores. Las campañas, los debates y las propuestas hicieron lo suyo.

Los candidatos son lo que son: construyeron una imagen que los posicionó donde los dejaron las encuestas. Golpearse el pecho o lamentarse no hace ganador. Si razonamos con este criterio, si pretendemos que nuestro voto realmente haga ganador, no podemos desperdiciarlo en quienes están por debajo en las encuestas. La motivación principal debe ser ganarle al MAS y darle legitimidad a quien marca la tendencia. Votar para reinstalar la democracia pactada me parece poco ambicioso. Tenemos que votar a ganador.

Los indecisos, nulos y blancos se decantarán en el camino. Una parte seguirá el rumbo que plantea Evo; otra, el de Andrónico; y otra, el del candidato opositor con posibilidad de éxito. Pero no basta: tenemos que confiar en la sensatez de esos votantes y en que la crisis les haga ver que el MAS ya no ofrece futuro, sino solo crisis económica y camino al colapso.

La reflexión entre los convencidos que han votado por opositores en las encuestas es fundamental: en el último tramo debemos concentrar el voto, no dispersarlo.

Si los votos no alcanzan en primera vuelta, igual ganamos: le habremos dado al candidato que pase a la segunda vuelta una bancada significativa para luchar contra intereses oscuros que buscan generar caos e inestabilidad.

Vamos, compatriotas: votemos a ganador.

Jaime Navarro Tardío

Militante de Unidad Nacional, ex Diputado Nacional y ex Secretario Ejecutivo Nacional de UN.