Asesinos ¡Las ideas no se matan!


 

 



«Debemos recordar que, aunque fueron millares los que murieron como mártires en la hoguera, Giordano Bruno fue el único mártir de la libertad de pensamiento. Bruno defendía el derecho de todos los seres humanos a pensar como quisieran, y ofrecía una alternativa a las ideas impuestas por la ortodoxia» – Michel White

Cuentan las crónicas del 17 de febrero del año 1600 que, ante una muchedumbre de gente expectante que guardaba silencio reverencial, en medio del “Campo dei Fiori” (Campo de Flores), frente al Teatro de Pompeya en Roma, era quemado en la hoguera el filósofo, científico, erudito y místico, Giordano Bruno, acusado por el delito de herejía impenitente. Hombre que desde muy joven había mostrado su espíritu inquieto y rebelde, ávido de conocimiento y valor intelectual, dejó claro que no sacrificaría la libertad de su pensamiento. Moría el hombre, para dar paso a la leyenda, se acababa una vida que encendió la luz contra la intolerancia y la ignorancia gracias a su búsqueda inagotable de los misterios del universo y su defensa inclaudicable por expresar libremente sus ideas.

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Giordano ingresó a los 17 años a la orden de los dominicos (Monasterio Santo Domingo Mayor), para sumergirse en los estudios aristotélicos y la teología tomista, profundizando cada vez más allá de los límites de lo permitido hasta entonces. Amalgamó la filosofía del catolicismo con el racionalismo, acabando así con el hermetismo de las antiguas religiones que insistían en mantener prácticas medievales, debiendo pagar el precio de la búsqueda de la verdad en un tiempo dominado por el credo, los dogmas y la inquisición, que no admitían el debate de ideas, mucho menos daban paso a la redención intelectual mediante la razón y el conocimiento.

Rechazaba la idolatría, las supersticiones y promovía la “prisca sapientia” (unidad del conocimiento conferida por los primeros sabios). Producto de sus ideas fue apresado en Venecia en mayo de 1952, pasando a manos de la Inquisición romana que lo mantuvo encerrado por más de siete años, tiempo en el cual fue sometido a tortura mientras se buscaba que pueda retractarse de sus palabras que habían comenzado a influir en diferentes ámbitos, tal como puede evidenciarse en la teoría de Kepler, los trabajos de Leibniz y Spinoza, la obra de W. Shakespeare o el romanticismo de Schelling, Goethe y Colerdige.

Su vida fue un poema épico de rebeldía enfrentada contra la oscuridad y la violencia del poder que no alcanzó a doblegarlo. En 1952 un noble veneciano que se había comprometido a protegerlo terminó por traicionarlo. Murió convencido de que vivimos en un universo infinito dentro del cual existen innumerable cantidad de mundos sobre el cual cada criatura puede prosperar y rendir culto a su propio dios y pensar libremente.

De un tiempo a esta parte, los actos criminales trastocan notablemente el eslabón evolutivo de la humanidad que, en a diferencia de lo que piensa la gente, ha alcanzado el nivel más elevado de civilización en lo que se conoce como la “era del conocimiento”. Sin embargo, los sucesos de violencia reciente son una muestra clara de intolerancia e ignorancia, mucho más cuestionables de los que se registraban durante la época oscurantista de la Edad Media, puesto que en estos tiempos la condena capital se aplica sin juicio ni tribunal.

El pasado miércoles 10, Charlie Kirk, una figura destacada de los conservadores norteamericanos, fue asesinado de un disparo mientras se encontraba promoviendo sus ideas en el campus de la Universidad del Valle (Utah, Estados Unidos). El fundador de Turning Point USA (Punto Crítico USA), se dedicaba a difundir valores conservadores e ideas liberales vinculadas al libre mercado, la reducción del Estado, la defensa de las libertades individuales, entre otras. TPUSA es conocida por el fuerte vínculo que tiene con el movimiento político del actual presidente estadounidense Donald Trump.

Con el sloganprove me wrong” (demuestra que estoy equivocado), Charlie Kirk se presentaba ante cientos de estudiantes a los que invitaba a debatir sobre temas tabú: el aborto, derechos humanos, raciales, sociales y culturales controvertidos, que también eran difundidos mediante el programa de radio onlineThe Charlie Kirk Show” seguido por millones de jóvenes, lo que le valió su fama. Una celebridad de las redes sociales, se había convertido en el emblema del activismo juvenil conservador, brindando conferencias, desarrollando debates y lanzando diferentes campañas en plataformas y redes.

Durante este año, Kirk había retomado la gira American Comeback (Regreso Americano) iniciada durante el 2024, actividad que consistía en visitar colegios y universidades para motivar a los jóvenes a debatir sobre diferentes temas. El pasado 10 de septiembre, a la sombra de una carpa blanca, Kirk se dirigía a miles de personas al aire libre congregadas en el patio de la universidad para poder verlo y oírlo. Justo en el instante en que hablaba con un estudiante sobre la portación de armas de fuego, un proyectil rompió el viento, impactando directamente en su cuello y causando una herida que sangraba profusamente, lo que a la postre derivaría en su deceso.

La muerte de Kirk plantea un nuevo escenario respecto de la libertad de expresión. Que se asesine a alguien, quien sea, por defender con convicción sus ideas, es verdaderamente preocupante. Los divulgadores de ideas que nos valemos de la palabra como única herramienta de interacción, escrita o retóricamente construida desde la educación y el respeto, no podemos admitir bajo ningún aspecto que estos casos sigan proliferando.

El asesinato de Kirk no es un caso aislado, en los últimos años se han conocido datos acerca de la muerte de Miguel Uribe Turbay, senador y candidato a la presidencia de Colombia; la legisladora de Minnesota Melissa Hortman; Fernando Villavicencio, candidato a la presidencia de Ecuador por el Movimiento Construye; el conservador Walter Lübcke en Alemania; el opositor ruso Alexei Navalny; Yesenia Lara Gutiérrez, política mexicana, entre otros cientos de hombres y mujeres que fueron asesinados por expresar sus ideas públicamente.

Que haya personas altamente intolerantes o fanáticos dispuestas a acabar con la vida de una persona por no estar de acuerdo con sus ideas, pensamiento o la defensa de las mismas, resulta perturbador. A pesar de que existe algo más perturbador, y es leer o escuchar a personas que “justifican” abiertamente estos crímenes, señalando que, “se lo buscó por pensar de tal o cual manera”. Una sociedad –al margen de los elementos violentos que cometen actos aberrantes– que minimiza un asesinato en contra de las ideas del otro, debe replantearse las bases de sus valores morales, caso contrario, condenará a sus miembros a perecer en manos fratricidas cuando surja algún disenso.

Con el asesinato de Kirk se ha podido evidenciar que existen personas dispuestas a erradicar a sus adversarios políticos, ideológicos y que defienden el uso de la violencia o, lo que definen como “violencia ideológica” en contra del que piensa diferente, al grado de intentar quitarle la vida. Hemos sido testigos de ataques (guerra sucia), descalificaciones, insultos, mentiras, pasando por el odio político, corriendo el riesgo que la violencia escale a niveles incontrolables, por lo que deben tomarse cartas sobre el asunto.

La libertad y la democracia están constantemente amenazadas si se recurre a la mentira, a la calumnia o la difamación en contra de los adversarios políticos, dejándolos a expensas de grupos o personas radicales que actúan impunemente, corremos un gran peligro. En los últimos años, se ha tolerado la violencia como forma de protesta y se ha justificado políticamente creando una bomba de relojería en varios países latinoamericanos.

Para finalizar, es impresentable justificar un asesinato únicamente por verbalizar tus ideas, por divulgarlas y difundirlas abiertamente. Lo único que debería realizar una sociedad civilizada y moderadamente sana, es condenar el crimen, la violencia en todas sus formas y pedir a Dios que la víctima encuentre paz en su última morada.

Mientras tanto, que el desánimo y la frustración no minen nuestro espíritu y no cambiemos nuestra forma de pensar. “Estamos acostumbrados a ver al poderoso como si se tratara de un gigante, sólo, porque nos empeñamos en mirarlo de rodillas y ya va siendo hora, de ponerse de pie”.

 

Por: Carlos Manuel Ledezma Valdez