En las calles de Washington, el miedo se ha convertido en el compañero diario de miles de inmigrantes. Las operaciones de ICE, Servicio de Control de Inmigración y Aduana de Estados Unidos, se han intensificado desde que Donald Trump decidiera el 11 de agosto el envío de militares para “combatir la delincuencia”. Desde entonces, las redadas se han vuelto una rutina que paraliza barrios enteros y en particular a la comunidad latina.
Detrás de cada puerta cerrada y cada mirada esquiva, se esconden historias de miedo e incertidumbre. Pero la comunidad inmigrante de la capital de Estados Unidos intenta resistir y crecen las voces que se alzan en busca de justicia y dignidad.
“Yo no he trabajado una semana porque yo tres veces ya me los encontré. He estado yéndome en bicicleta, siempre uso carro, pero como están agarrando en carro y no respetan.
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El sábado, ahí yo iba caminando en mi ruta de siempre y se me metió una de Texas y después se me metió migración. Iban despacito, despacito. Tuve que dar vuelta para que no me agarraran porque yo sabía que me esperaba más adelante, en la misma luz en la misma calle”, dice esta mujer desde Washington donde participó en la marcha de miles de personas contra la presencia de los militares. Es inmigrante desde hace 26 años en Estados Unidos y prefiere presentarse con el nombre falso de Laura para proteger su identidad.
Su colega que tenía dos trabajos para poder subsistir no contó con la misma suerte. “Cuando llegamos en el turno de la mañana dijeron que ya una persona no estaba con nosotros, porque ya lo había agarrado migración en la mañana comprando pancito y café para ir a su trabajo. No le dieron oportunidad de corte ni nada”, nos cuenta.
La militarización de Washington está rompiendo el tejido social
Como Laura, muchos migrantes han dejado de ir a trabajar, no van a misa, piden su mercado a domicilio y dejaron de llevar sus hijos al colegio entre otras actividades diarias. La militarización de Washington bajo el argumento de la inseguridad está rompiendo el tejido social.
Laura, cuando se atreve a salir de su casa, no sabe si va a regresar y con lágrimas describe cómo sus hijos, ciudadanos estadounidenses, le están escribiendo mensajes constantemente para confirmar si regresó a casa.
“Siempre chequeando: ‘mami ¿llegaste a la casa?, mami ¿llegaste al trabajo?, mami ¿estás bien? Así son esos mensajes día y noche para saber. Y si no contesto, es lo más triste. Yo siempre les digo a mis hijos si no contesto pues…. Ahora están cazando a la gente por el hecho de ser hispanos. En mi trabajo ya llegó dos veces migración también. A un lado se llevaron los de las motos. Han agarrado mucha gente. Rompen ventanas, no respetan ni los carros, no respetan nada, sólo los sacan, los jalonean y se los llevan” explica Laura.
Desde que Trump decretó el estado de emergencia por inseguridad el 11 de agosto pasado, cerca de 2.200 miembros de la guardia nacional y 500 agentes federales de ICE, FBI, HSI, ERO y la DEA están patrullando, haciendo retenes, redadas y deteniendo arbitrariamente a supuestos criminales. Un despliegue militar que seguirá, al menos, hasta noviembre y que cuesta más de 1 millón de dólares al día.
Cazarrecompensas al servicio de la deportación de Trump
Laura cuenta que, además, hay vigilantes a sueldo, cazarrecompensas que reciben hasta 1.500 dólares por inmigrante entregado a las autoridades.
“1.500 por hacer eso … Yo miré a uno que tenía un sombrero, se puso lentes negros, camisa negra y pantalón bombacho, cuando baja otro se me queda mirando con su sombrero y lentes oscuros y encapuchado y se fueron caminado a un restaurante latino. Yo no entiendo porque no quieren a la gente latina y van a buscar restaurantes latinos a comer”, nos explica.
Aunque es difícil identificarlos, los cazarrecompensas tienen características comunes. Entre ellas que no visten nada oficial, se tapan sus rostros, rara vez muestran su identificación, no presentan órdenes de arresto, perfilan racialmente a los latinos, están fuertemente armados y no tienen órdenes judiciales para entrar a las casas o hacer interrogatorios. Para Elian Contreras, mexicano americano presente en la marcha por la liberación de Washington, están pasando muchas cosas graves y la gente no se entera.
“Nosotros vivimos en un complejo de apartamentos en Maryland. Hace unas semanas entraron como a las tres o cuatro de la mañana, quebraron ventanas, en todos los apartamentos de al lado le pusieron cinta adhesiva Tape negro a todas las puertas. Entraron, agarraron una familia entera, ya la deportaron y todo. ¿Para qué necesitaban poner cinta adhesiva Tape negro en todas las puertas? ¿Están ocultando algo, están escondiendo algo que nosotros no queremos saber?”, se pregunta Contreras.
1.000 dólares por inmigrante indocumentado entregado
La figura de cazarrecompensas no es nueva en Estados Unidos. Durante el despliegue de la Guardia Nacional en Los Ángeles, ciudadanos denunciaron su presencia y en el estado de Misuri, hay un proyecto de ley para recompensar con 1.000 dólares al que entregue a un inmigrante indocumentado.
Para Julian Contreras, hermano de Elian, también ciudadano estadounidense de padres mexicanos, sus encuentros con esta policía secreta han sido desafortunados. “Les grité y les pregunté qué estaban haciendo aquí, que tengan vergüenza por vender a la gente, y sólo me miran así, ríen y mandan a los perros de la policía de DC a intimidarme para exigirme y picarme, para que yo me enoje, los toque y me arresten. Pero no me voy a dejar. Son pandilleros, solo por un dinero es suficiente para vender la gente. Como en la Biblia, cuando Judas vendió a Jesús por 20 monedas”, afirma Julian Contreras.
El Departamento de Seguridad Nacional afirma que las acusaciones de que “ICE usa contratistas privados o cazadores de recompensas para realizar arrestos son falsas». Lo que sí ofrece públicamente a los nuevos agentes que se incorporan es 50.000 dólares como bono de ingreso, 60 dólares de condonación de deuda estudiantil y 10.000 dólares de bono anual a todos los empleados. Según ellos, la cifra de solicitudes ya supera las 100.000 tras las campañas de publicidad masiva en televisión y otros medios.
“La gente que llevaba dos años sin salir a cenar ahora está saliendo y los restaurantes en los últimos dos días han estado más ocupados que nunca”, repite Donald Trump sobre los supuestos efectos positivos en seguridad que ha tenido su orden de militarizar la ciudad. Sin embargo, dueños de restaurantes cuentan otras versiones muy diferentes.
Los restaurantes se vacían porque los clientes tienen miedo de salir
Al norte de Washington, en el barrio Latino, los restaurantes están cada vez más vacíos y muchas personas llevan semanas encerradas en sus casas evitando ser detenidos y deportados. “Hay personas que nos han llamado que quieren que les vayamos a traer su comida porque no han salido durante un mes. Hay una señora que conocí hoy día que le vino un derrame facial del nervio porque le dijeron que estaba migración en su edificio”, explica la propietaria de un restaurante en el barrio de Columbia Heights que prefirió guardar el anonimato por seguridad.
La militarización de la ciudad y las detenciones arbitrarias a los migrantes ha generado un daño económico muy profundo del que demorará años en recuperarse. “Conforme empezaron las redadas migratorias, la gente empezó a tener más miedo y de ahí cayó el 30% de ventas hasta, ahorita no se ha recompuesto. Estamos peor que en pandemia. En pandemia, por lo menos la gente sale a comprar, pero ahorita el miedo se apoderó de todos los inmigrantes. Y la verdad es que los inmigrantes son los que alzan la economía, son los que compran”, explica.
Al haber menos consumo, esta emprendedora necesita menos gente en su restaurante y se ve obligada a rebajar la cantidad de horas que le ofrece a sus trabajadores. “La economía está mal, la gente no tiene trabajo, no tiene cómo solventar sus gastos. ¿Cuántas horas les pueden dar a un latino? ¿30, 28 horas (semanales)? Antes hacían 30 en un turno y 30 se iban a buscar otro lado, pero ya no hay trabajo, ¡no hay!”, se lamenta.
Según ella, también hay migrantes con papeles y otros ciudadanos que se aprovechan de la situación y del miedo de los indocumentados para arañarles cualquier dólar. “Lo que están haciendo es cobrar dinero para ir a traer a tu hijo a la escuela. ‘Ok, yo tengo papeles, yo puedo recoger tu niño, me pagas algo’. Es lo que están haciendo las mamás, por no salir a recoger a sus hijos a la escuela o llevarlos, porque a veces los de Migración están por la escuela, así que pagan a estas personas 20 ó 25 dólares, dependiendo del niño”, afirma.
Baja a la mitad la asistencia a las misas por miedo a ser detenidos
Del total de las 2.120 personas que han detenido hasta el momento, la mitad son hispanos, según el Departamento de Justicia. Un perfilamiento que se traslada hasta en la salida de las iglesias, donde los curas han registrado al menos 8 detenciones y una reducción del 50% en la asistencia a sus misas. Sin embargo, prefirieron no hablar con los medios.
Para Keya Chaterjee, directora ejecutiva de la organización ‘Free DC’, callar es la peor opción ante la dictadura. “Hay personas que están aterrorizadas, que no están saliendo de sus casas y limitando sus actividades, pero no podemos dejarnos intimidar de cara a esta realidad porque los dictadores prosperan en una atmósfera de miedo y caos. Eso es lo que están tratando de incitar”, denuncia.
Según Chaterjee, la militarización y la campaña de intimidación por parte de una policía secreta hace parte de una estrategia a largo plazo para no ceder el poder y acabar con la democracia. “Todos los días hay un escalamiento. Empezamos con militares que estaban sin armas, después tenían pistolas, ahora tienen rifles semiautomáticos. Todos los días ha habido un escalamiento y ahora, Stephen Miller (subdirector de políticas y asesor de seguridad nacional de Trump), el nacionalista blanco y racista en la Casa Blanca, dice que quiere mantener a DC ocupada por los militares hasta finales del 2026. ¿Y usted sabe que hay detrás de esto, cierto? La gente no se olvida de la historia y entiende que los dictadores quieren crear un estilo de ley marcial en la capital del país para suprimir a la oposición y prevenir la transferencia del poder”, explica Keya Chaterjee.
La organización Free DC recomienda cinco pasos contra la represión y el miedo. Primero, no obedecer por adelantado sin que haya justa causa para cualquier interrogatorio. Segundo apropiarse del espacio público que los agentes encubiertos no conocen tanto, tercero, mostrar solidaridad; cuarto, organizarse para saber los derechos de las personas y quinto mantenerse activo y alegre. Según ella, a pesar de la represión, mucha gente en la ciudad ha optado por una posición desafiante.
«La gente está desafiando al ICE»
“Las personas en DC no están tolerando esto y está desafiando al poder. Por ejemplo, cuando ICE hace retenes ilegales, tenemos a gente que se anticipa y desvía el tráfico para evitar el retén. Cuando vienen a nuestros barrios salimos a perseguirlos hasta que se vayan si somos más y todos están grabando en video a la policía y gritándoles las ilegalidades que están cometiendo”, asegura.
Bajo el pretexto de la lucha contra la inseguridad y la creciente polarización, el inmigrante latino se convierte en para rayo y responsable de los problemas estructurales de Estados Unidos, un país hecho por migrantes. Sin embargo, para los hermanos Contreras, al final, no pueden arrestar a todos los migrantes.
“Nos pueden arrestar a uno, pero no nos pueden arrestar a 11 millones. Los hispanos son los que trabajan más fuerte, el que limpia tus baños, el que trae tu comida, el que le sirve a tu niño, pero cuando no hay inmigrantes, esta economía se va a bajar”, dice Contreras.
Para muchos, Trump quiere dar un ejemplo con los inmigrantes hispanos de lo que les pasaría a los que decidan revelarse contra de sus decisiones. Entre el miedo y el silencio, el migrante pierde sus libertades básicas de movimiento, de expresión, religiosas, económicas y de consumo. Libertades por las que tanto arriesga y que vino a buscar a un país que ya no las ofrece.