Cuentan las crónicas del 29 de septiembre de 1932 que, en las ardientes arenas del Chaco (Boreal), caía el fortín de Boquerón conquistado por el ejército boliviano a finales de julio de ese mismo año. De ese modo, lo que había comenzado con una serie de amenazas y hostilidades cuatro años antes, pasó a ocupar el centro político de las noticias y de los intereses transnacionales, para convertirse en el conflicto bélico más importante del siglo XX en Sudamérica.
El asedio al fortín de Boquerón es uno de los capítulos más significativos de la Guerra del Chaco para Bolivia. Aquel reducto inexpugnable soportó un embate inclemente por parte de las tropas paraguayas a la cabeza del Teniente Coronel José Félix Estigarribia, que volcó en aquella campaña todo el poder militar que tenía a mano. Movilizó cerca de catorce mil efectivos provenientes de Nanawa, Alto Río Paraguay e Isla Poí, para enfrentarse a 448 soldados bolivianos que mantuvieron aquella posición bajo su control durante dos meses.
Los defensores bolivianos, al mando del Teniente Coronel Manuel Marzana, confrontaron con arrojo y valentía al ejército enemigo, anteponiendo los intereses de la patria por encima de sus propias vidas. Las tropas paraguayas desplegaron ataques de infantería y artillería, tratando de derribar los muros y vencer la resistencia que contratacaba ferozmente, haciendo imperceptible la diferencia numérica abrumadora que existía en el teatro de operaciones. Veintiocho soldados paraguayos por cada guerrero boliviano que no estaban dispuestos a entregar Boquerón.
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Más allá de los resultados de la Guerra del Chaco, el episodio de Boquerón debe recordar que: cuando existe decisión y compromiso de resistir por un interés superior, despierta en los hombres la capacidad intrínseca por mantenerse firmes frente a las adversidades. Aspecto que para los tiempos que corren es digno de admirar y reconocer. La determinación, la fortaleza y la perseverancia en las convicciones humanas, aún, cuando el mundo da la espalda, es un atributo crucial para lograr los objetivos propuestos. Resistir, persistir y nunca desistir es la clave para superar obstáculos, alcanzar metas e inspirar a las nuevas generaciones a fortalecer su carácter individual.
El soldado boliviano luchó con valentía y disciplina, consciente de la importancia simbólica y estratégica que tenía la resistencia de Boquerón. Con el paso de los días el cerco se iba cerrando, los 448 defensores fueron bloqueados sin ninguna esperanza de recibir refuerzos o abastecimiento. La escasez de agua fue otro de los factores clave para la capitulación que se produjo el 29 de septiembre de 1932.
Entre el contingente de soldados de Boquerón, se encontraba don Luis Rivero Buezo, oriundo de la ciudad provincial de Quime (Provincia Inquisivi, Departamento de La Paz), en homenaje a quién, el pasado lunes se procedió a descubrir el monumento al “Soldado Desconocido”. A 93 años vista del inicio del conflicto que enfrentó a paraguayos y bolivianos, el señor Jerry Helguero y su familia reconocieron a los cientos de quimeños que combatieron en las agrestes arenas del Chaco y, también, a la región enclavada en las montañas. Quime conserva intacta, en la memoria, la historia de los prisioneros de guerra paraguayos y de los héroes nacionales.
Viajeros del Tiempo: Durante la Guerra del Chaco
Llegaban noticias de guerra a las ciudades, las mujeres, madres, hermanas y esposas, se santiguaban y bajaban corriendo a las plazas principales para conocer detalles. Las jaculatorias en procesión bisbiseaban los corredores y pasillos ocultando el miedo y dolor que provocaba enterarse acerca de lo que pasaba en el frente de batalla. Las alteraciones meteorológicas confabulaban con el temor de los pobladores que entre truenos y relámpagos imaginaban las bombas que caían en tropel en las arenas del Chaco.
A miles de kilómetros se cierne la oscuridad de la noche. La calma muda de los muertos, aquel silencio divergente que deja volar la imaginación de cuerpos sangrantes y cadáveres heridos. Vivirlo en carne propia resulta mucho peor de lo que refleja la historia. Quien promueve la guerra desde un cómodo despacho de burócrata, no podrá imaginar nunca el dolor que provoca en la humanidad. La ruptura del fuego en un instante, la angustia punzante absorbiendo los cuerpos en medio de la bruma y la ceniza espeluznante de pólvora que se clava como un cuchillo en mitad del corazón.
El rostro estupefacto de sombra y el silencio resulta más elocuente a medida que el tiempo avanza. Enigmático y severo, camina por delante el oficial capturado con toda la tropa, su mirada transmite serenidad y entereza, cientos de ojos clavados siguen su caminar cansino. De la cabeza sangra profusamente una herida, lo que provoca que caiga aturdido. Un pequeño pajonal encendido delante del fortín Saavedra, refleja la figura altiva del “vencedor invicto”, Bernardino Bilbao Rioja, el héroe del Chaco, quien envía contingentes de prisioneros de guerra hasta la cordillera. En Quime permanecerán durante años y escribirán junto a los pobladores una historia muy particular.
El infierno verde repite el trágico prodigio vespertino, percal desconocido del astro rey que se resiste al ocaso. El horizonte rojizo contrasta con las nubes grises que se levantan en el cielo. Un contorno fulgurante de espejismo fantasmal intenta reflejar las manchas de sangre regadas en la arena. Fenómeno natural de inusual belleza que se presenta todos los días antes de la hora occidua y que contrasta con el ánimo alicaído de los hombres que sienten morir lentamente.
Los combates intensos y prolongados, las tropas desplegando sus armas y artillería, sobrevolaban las naves lanzando ataques con explosivos que se traducen en cuerpos cercenados. El fuego ilumina la noche y deja ver a las tropas firmes, protegiendo sus facciones, resistiendo en medio de la nada, sometidos a condiciones extremas. Los comandantes mantuvieron la decisión de resistir hasta el fin, por honor, dignidad y profundo amor por la patria. Así fue, hasta el 12 de junio de 1935, momento en el que se firmó el acuerdo de paz que puso fin al conflicto bélico más grande de Sudamérica en el siglo XX y que posibilitó que Bolivia y Paraguay recuerden que son hermanos, además de reconocer que la guerra pudo y debió, haberse evitado.
El saldo de la guerra fue negativo para ambos países. Miles de vidas humanas perdidas, gran cantidad de recursos económicos dilapidados. Según datos extraoficiales, el número de prisioneros de guerra repatriados por ambos países fue de 17.174 soldados y oficiales bolivianos, mientras que Paraguay recibió alrededor de 2.578 soldados y oficiales. Este canje de prisioneros se realizó entre los años 1935 y 1938.
Transcurridos noventa años del cese de hostilidades en la Guerra del Chaco, son pocas las regiones que conservan el legado y enseñanza de sus antepasados. Año tras año, Quime recuerda a los hombres que participaron en el conflicto, homenajeando y conmemorándolos por la defensa de los intereses de la patria. Conserva una importante infraestructura patrimonial, misma que, fruto del descuido y desinterés de sus autoridades, se encuentra seriamente amenazada. Debe tomarse cartas en el asunto para evitar que este rico patrimonio histórico se pierda como agua de borraja.
Mientras tanto, que el desánimo y la frustración no minen nuestro espíritu y nos obliguen a cambiar nuestra forma de pensar, tengamos en cuenta que, “estamos acostumbrados a ver al poderoso como si se tratara de un gigante, sólo, porque nos empeñamos en mirarlo de rodillas y ya va siendo hora, de ponerse en pie”.