El poderío chino


Celebrar a lo grande. 80 años de su victoria contra Japón, excelente motivo para mostrar ante el mundo, el Nuevo Poder de China, nada menos que en el terreno de lo bélico. Para montar la escena, invitó a Putin su primer aliado y al coreano que hace hambrear a su pueblo, con tal de mantenerse al frente como el tercer sucesor de una dinastía que a fuerza de opresión y alerta sin término sojuzga a su pueblo, cuyos funcionarios policías y reclutas bien pagados, viven de la industria armamentista y de la producción de millones de coreanos sometidos al trabajo forzado. Un desfile impresionante, en una trasmisión en vivo de al menos dos horas ininterrumpidas, bajo un guion perfecto con silencios bien ensayados y un escenario irrepetible, con invitados próximos a la ideología comunista, entre los que hubo un sólo latinoamericano, el presidente de Cuba, discípulo incondicional de los hermanos Castro. Se cuidó bien, el Partido Comunista Chino de no invitar a Nicolás Maduro, sujeto ahora mismo al bloqueo naval y aéreo de los Estados Unidos, que dicho sea de paso intentó robarle público al espectáculo chino, con la destrucción en cuestión de minutos de una embarcación que tuvo el atrevimiento de romper el bloqueo de Trump en pleno Mar Caribe, dizque cargado de droga y con 11 tripulantes velozmente exterminados por el fuego desde el aire del mortífero ataque estadounidense.

Llama la atención el discurso del líder chino, que enfatizó la batalla por la paz que libra el pueblo chino, el más poblado del globo, supremo argumento de este coloso armado hasta los dientes para «defender su soberanía» abanderado del supremo ideal humano, y que tuvo a su derecha, al guerrista Putin, agresor inocultable del pueblo de Ucrania que cometió el pecado mortal de unirse a la OTAN europea para evadir la invasión en una guerra fratricida que lleva ya, más de dos años.



Desde el punto de vista de la fe uno se pregunta, cómo es posible que Mao Tse Tung que siendo responsable de la muerte de algunos millones de chinos en la guerra que libró a principios del S. XX, sea recompensado con el homenaje de los comunistas de hoy, que atribuyen el tremendo éxito de la República Popular al legendario líder. No lo entiendo, ¿es que esto, se inscribe en el plan de Dios? ¿Y cuándo ve el enjambre de armas modernas montadas en vehículos extraplanetarios piloteados miles de jóvenes en la flor de su vida, dispuestos a matar, a quienes sea atrevan, a desafiar a China o sus aliados? Suena a tremenda injusticia divina. ¿Cómo es posible?

Lo real está en el cuadro que nos ha brindado la TV mundial, en ese apabullante desfile, derroche de opulencia y poderío, que no deja atónitos, perplejos ante la tremebunda empresa de la muerte que se involucra en la demostración de fuerza, de omnipotencia, de un lenguaje dantesco simplemente apocalíptico que supera a toda imaginación. Dios salve a la humanidad de una contienda capaz de aniquilar nuestro planeta en cuestión de horas y reducirlo en cenizas.

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