Una columna para Tuto.
Dicen que los mayores tenemos “memoria larga”, por lo cual es un privilegio estar vivo por un buen rato. También dicen que “más sabe el diablo por viejo que por diablo”.
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas
Recuerdo a Tuto joven, en 2001, cuando Hugo Banzer le dejó la presidencia por motivo de enfermedad. En su discurso inaugural en Sucre, Jorge F. Quiroga se presentó como “JFQ”, haciendo un paralelo con JFK, la sigla de John F. Kennedy, el presidente estadounidense. Repitió en esa ocasión su icónica frase: “No preguntes qué puede hacer tu país por ti, sino que puedes hacer tú por tu país”, como un resumen del ideal democrático de servicio a la patria por encima de uno mismo.
En esa ocasión, él estaba acompañado de su esposa norteamericana y sus hijos pequeños en un estilo netamente “kennediano”. Fue una esperanza para nuestro partido, ADN, cuando despedíamos a nuestro líder. Aun joven, a Tuto no le iba a resultar fácil “calzar los zapatos” del General, pero estábamos nosotros, la generación intermedia, para tender un puente hacia el futuro.
No sucedió. Tuto decidió divorciarse de la memoria de Banzer, borrar su pasado político y procurar que ADN muera en la elección de 2002. Como ello no sucedió, buscó dejarla morir por inanición, no presentándola nunca más a una elección nacional. Pero con base en la estructura institucional heredada, Tuto fundó un movimiento propio, “Podemos”, emulando al chavismo, con estrella roja incluida. Desde 2005 se presentó a cuatro elecciones, sin lograr nunca la presidencia por derecho propio. Pareciera que Tuto invirtió el mantra “kennediano” y lo redefinió así: “no preguntes que harás tú por tu país, sino qué puede hacer tu país por ti”.
Entiendo que 20 años de acoso masista ha cambiado el carácter de la gente. Pero la estrategia agresiva que adoptó Tuto ya no se adapta al tiempo actual. Fue la gente, sorprendentemente, la que despachó al MAS y redujo a Evo, Del Castillo e incluso Andrónico a la mínima expresión.
Pero para su campaña, Tuto optó por una estrategia de polarización y, también hay que decirlo, de guerra sucia. Contrató, a un alto costo, artilleros digitales de inmensa capacidad de fuego y a un consultor argentino de viciosas tácticas para destrozar al “enemigo”. Pero al final resultó que Arce Catacora y su exministro de Gobierno resultaron más letales que él y sacaron a Evo del juego.
Cegado por su objetivo de llegar a la presidencia “a como dé lugar”, Tuto empezó a disparar a su propia familia política. Con estrategia de “tierra arrasada”, pulverizó honras y prestigios, generando psicosis colectiva en una sociedad ya golpeada y aprovechando su vulnerabilidad y fragilidad emocional, inició una guerra de mentiras, promoviendo la idea de un pacto secreto de Rodrigo con Evo, o de Lara como infiltrado masista y, peor, llegando a permitir insultos como “descerebrado” contra sus adversarios democráticos.
Pero basta ya. Tuto va a perder, no importa cuánto daño más cause. Según Chequea Bolivia, siete de cada diez bulos en las redes durante la campaña fueron políticos y, de ellos, 80% fueron “fake-news”, es decir mentiras, además de encuestas truchas e insultos, predominantemente suyas, quemando todos los puentes que necesitamos para lograr un gran consenso nacional y salvar Bolivia.
Es hora de que muestre grandeza. El país necesita a Tuto, pero no como presidente. O por lo menos no ahora. Banzer, en 1985, habiendo ganado la elección con apoyo incluso de votantes de la UDP, facilitó la llegada de Paz Estenssoro, su rival político, a la presidencia.
Tuto, aunque quizá no le conceda ese mérito a su mentor, puede hacer lo mismo con el otro Paz, con Rodrigo Paz Pereira, hijo de quien él le reconoce haberle dado las primeras oportunidades en su vida política.
Hay veces que se pierde ganando, o se gana perdiendo. “Ya llegará mi hora”, me confesó Banzer en 1985, y le llegó en 1997.
Jorge F. Quiroga, ten un gesto de grandeza que te redima. Apoyemos todos a Rodrigo. Ya llegará tu hora.
Ronald MacLean Abaroa
Enseñó en Harvard; fue alcalde de La Paz y ministro de Estado.