Especialista: Habitantes de ciudades de altura no tienen déficit neurológico y se han adaptado a lo largo de la historia


Antonio Viruez, médico intensivista

“Los habitantes de ciudades de altura han experimentado una evolución que les permite funcionar con algunos valores fisiológicos ligeramente diferentes, pero en general, el funcionamiento global del corazón, cerebro, pulmones e hígado es similar al de las personas que viven a nivel del mar”, dijo Viruez

Por Marco Antonio Belmonte



Antonio Viruez-Soto, pionero en el desarrollo de la Medicina Crítica de Altitud, es actualmente presidente de la Sociedad Boliviana de Medicina Crítica y Terapia Intensiva, Filial La Paz. Foto: Facebokk de A. Viruez

Antonio Viruez-Soto, pionero en el desarrollo de la Medicina Crítica de Altitud, es actualmente presidente de la Sociedad Boliviana de Medicina Crítica y Terapia Intensiva, Filial La Paz.

Foto: Facebokk de A. Viruez

=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas

Fuente: https://www.vision360.bo

Con base en estudios científicos, se ha demostrado que los habitantes de ciudades situadas a gran altitud no presentan ningún problema para crecer, reproducirse, vivir muchos años y desarrollar sus actividades con normalidad, sin afectaciones neurológicas ni déficit cerebral, aseguró Antonio Viruez-Soto, médico intensivista reconocido por su labor durante la atención a pacientes con Covid-19, pionero en el desarrollo de la Medicina Crítica de Altitud y actual presidente de la Sociedad Boliviana de Medicina Crítica y Terapia Intensiva, filial La Paz.

El especialista señala que, desde el punto de vista científico, se ha identificado que la población boliviana ha evolucionado notablemente en su adaptación a la altura.

«Existen muchas poblaciones en América Latina que compartimos esa característica: Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia, y todas se encuentran en distintas altitudes. Pero la ciudad de El Alto es una de las más grandes y elevadas del mundo, situada a 4.150 metros sobre el nivel del mar. Con alrededor de un millón de habitantes, representa el laboratorio natural más importante para investigar los efectos de la altitud en el ser humano», explica a Visión 360.

De acuerdo con el especialista, la altitud se manifiesta en una menor presión inspiratoria de oxígeno, lo que provoca una reducción en el transporte de oxígeno hacia las células.

“La cantidad de oxígeno, o lo que llamamos fracción inspiratoria de oxígeno, corresponde al 21% del aire que respiramos, tanto aquí como en Miami, Cancún, Santiago de Chile o Buenos Aires. Todos respiramos la misma proporción de oxígeno. Por lo tanto, no se puede afirmar que los bolivianos tengan menos oxígeno en el cerebro, como señaló una diputada chilena”, asegura.

Sin embargo, explica que, debido a la menor presión de oxígeno en altitud, los pobladores han desarrollado mecanismos compensatorios. El organismo, de forma inteligente, incrementa los niveles de hemoglobina, la proteína encargada de transportar el oxígeno en la sangre.

También se incrementa la presión en la arteria pulmonar para asegurar la adecuada difusión de oxígeno hacia los tejidos, y se registran otros cambios fisiológicos relacionados con la velocidad del flujo sanguíneo cerebral, el gasto cardíaco y la gasometría arterial, según explicó el especialista.

«Los habitantes de ciudades situadas en altura han experimentado una evolución que les permite funcionar con ciertos valores fisiológicos ligeramente distintos, pero en general, el funcionamiento global del corazón, el cerebro, los pulmones y el hígado es análogo al de las personas que viven a nivel del mar», recalca Viruez.

Para el médico especialista, la única manera en que puede presentarse una hipoxia aguda, o una ausencia de oxígeno en el cerebro, es en situaciones como la asfixia o el ahogamiento, donde la oxigenación se interrumpe durante tres a cinco minutos. En esos casos, el cerebro puede sufrir daño y quedar con secuelas permanentes.

“Estamos adaptados: podemos pensar, trabajar, aprender, reproducirnos en la altura sin ningún problema. Hay personas que han vivido más de 100 años. Vivir en la altura no nos limita a llevar una vida plena, a adaptarnos o a aprender. No tenemos ningún tipo de déficit cerebral ni estamos limitados, a nivel neurológico, para pensar y desarrollar nuestras actividades como cualquier persona en el mundo”, asegura Viruez.

Vivir en altura también genera ciertas ventajas. Por ejemplo, existe un menor riesgo de infarto al miocardio, ya que, en general, las personas que habitan en zonas de altitud tienden a tener menor índice de masa corporal en comparación con poblaciones de países o ciudades donde la obesidad y los problemas cardíacos son más frecuentes.

¿Qué ocurre en lugares de mayor altitud que las ciudades del occidente boliviano, como el Tíbet? Al respecto, Viruez explica que, según los estudios sobre el origen del ser humano en África, se sabe que las poblaciones migraron hacia Asia mucho antes, hace aproximadamente 25.000 años. En el Tíbet, por ejemplo, la gente habita a altitudes que alcanzan los 5.000 o 6.000 metros sobre el nivel del mar.

“En cambio, el ser humano tardó más en llegar a Sudamérica, específicamente a los Andes, donde habitamos desde hace aproximadamente 12.000 años. Esto nos permite afirmar que nos encontramos en una etapa de adaptación intermedia”, dice.

El especialista recuerda que, durante la pandemia, muchos de sus colegas en países como Colombia o Brasil afirmaban que los habitantes de zonas de altura están acostumbrados a respirar con dificultad y, al sufrir hipoxia crónica, podrían tener mayor riesgo de muerte.

“Pero nuestras investigaciones demostraron que la altitud no protege ni incrementa la mortalidad. Lo que determina la muerte por Covid-19 es la gravedad de la enfermedad de base, la edad, las comorbilidades y el sexo masculino. Aquí o en cualquier parte del mundo, quienes más fallecían eran pacientes con diabetes, hipertensión, artritis u otras enfermedades crónicas. No era por vivir en altura”, indica.

Lo que sí se ha descrito es que la transmisión del virus en zonas de altura era menor, posiblemente debido a la mayor radiación ultravioleta, que tiene un efecto desinfectante.

Viruez sostuvo que, en general, las personas sanas que llegan a ciudades de altitud no presentan problemas de adaptación en el 99% de los casos. Sin embargo, si padecen alguna enfermedad de base, como obesidad, diabetes o hipertensión, y realizan actividad física intensa o descontrolada, pueden desarrollar un edema pulmonar o cerebral.

«Las personas que viven en la costa y realizan una actividad intensa pueden sufrir desadaptación si no hay un proceso adecuado de aclimatación. Durante los primeros cinco días, el organismo experimenta cambios como taquicardia, aumento en la frecuencia respiratoria y un latido cardíaco más acelerado. Sin embargo, si la persona es obesa o padece alguna enfermedad, puede desarrollar edema pulmonar o cerebral”, apunta.

Por eso, en el caso de los deportistas que llegan a ciudades de altura para participar en alguna actividad, como un partido de fútbol, es mejor que lleguen el mismo día del evento.

Lee también: Vocera de Boric rechaza dichos de diputada chilena: “Son xenófobos y no representan a nuestro Estado”

Polémicas declaraciones de diputada chilena

El jueves, en medio de la polémica por la promesa electoral del binomio del Partido Demócrata Cristiano (PDC) de nacionalizar autos “chutos” en Bolivia, la diputada chilena María Luisa Cordero afirmó que “los bolivianos sufren de encefalopatía hipóxica” y los describió como afectados por una “tontorronez crónica”.

“Sin ánimo de ser denostadora, estoy haciendo una descripción de la fisiología del cerebro de los bolivianos, los bolivianos nacieron en el altiplano, por lo tanto tienen disminución del oxígeno cerebral y eso hace que ellos tengan esa frase como la que dijo el candidato Rodrigo Paz”, expresó la legisladora en una sesión de la Cámara de Diputados de su país.

“Ellos (los bolivianos) son portadores crónicos desde el nacimiento de una encefalopatía hipóxica, que fue descrita por un grupo de norteamericanos que andaba de vacaciones en Bolivia y se dieron cuenta de la bradipsiquia (lentitud en el pensamiento y las funciones cognitivas, NdR), ese es el nombre elegante para describir la ‘tontorronez’ de los vecinos y esto es crónico y no tiene remedio”, expresó la diputada.