Galán mató a billetera


 

 



Esta vez la plata no sirvió de mucho. El popular adagio de que en la vida romántica la “billetera mata a galán”, en el romance de la política en las recientes elecciones, se invirtió: el galán derrotó a la billetera.

Rodrigo Paz y Edmand Lara “enamoraron” mejor y más inteligentemente a un mayor número de bolivianos que los millones gastados por los candidatos tradicionales, incluidos los destinados a destrozarse mutuamente.

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Los veinte y tantos meses que Rodrigo invirtió recorriendo los municipios de Bolivia en motocicleta –más de 280.000 kilómetros, según él–, sumados a la elección casi fortuita de Lara como su reemplazante de compañero de fórmula produjeron la sorprendente victoria de un candidato subestimado, ignorado por sus pares, la prensa y las encuestas, además de excluido de los debates.

Cuando conversamos hace casi dos años en Washington, Rodrigo se lamentaba de la falta de recursos frente a candidatos millonarios. Yo había propuesto crear un fondo único y ciego para el opositor que ganara unas primarias, pero los candidatos tradicionales nunca aceptaron. No querían someterse a una competencia política antes que económica y de imagen, donde ellos llevaban ventaja. Nada de igualar el tablero ni limitar la influencia del dinero para competir en (mayor) igualdad de oportunidades. Nada de liberalismo político ni equidad económica de parte de aquellos “liberales”.

La percepción de que el dinero era decisivo para ganar la elección se reflejó en la selección de acompañantes: Quiroga eligió aliados con poder económico; Samuel, hombre rico, a un destacado economista, aunque políticamente poco conocido; y Saravia a otro millonario, ignoto en la política, con ADN. En el caso de Dunn, este primero intentó formar binomio con Lara, pero no prosperó, luego recién buscó al dueño del nuevo partido NGP, Edgar Uriona, un millonario políticamente anónimo. En principio, incluso Rodrigo eligió –ahora se puede decir equivocadamente– a un potosino aparentemente acaudalado, pero desconocido.

Más adelante, Paz también tropezó con Lara, quien estaba quedando fuera de la contienda, quizá por falta de recursos. Y aunque ambos pudieron haberse asociado por el motivo equivocado, inadvertidamente acertaron en la fórmula sorprendente y ganadora: aquella que logró unir las dos Bolivias en una sola candidatura.

En 2019, una fórmula similar se dio entre Camacho y Pumari. Juntos alcanzaron inicialmente 42% de intención de voto. Luego vinieron desavenencias en la campaña para indisponerlos y separarlos. Por separado no llegaban ni a 20%, pero juntos producían una sinergia increíble. Fui testigo de la confabulación para separarlos, distanciarlos y sembrar la duda entre ambos. Fue una guerra sucia solapada.

Hoy la guerra sucia para disolver la fórmula ganadora es abierta. Se dirige contra la formalidad política (lo políticamente correcto) que Lara viola y combate para evitar ser “cooptado” e identificado con el establishment. Él debe aparecer como el “antisistema” que representa y arrastra. Y nosotros debemos estar dispuestos a sentarnos en la misma mesa, adaptarnos, tolerarnos y alcanzar la empatía, respeto y solidaridad. “No había sido tan difícil ser bolivianos”

Cabe recordar que en los últimos años Rodrigo hizo lo apropiado en política: recorrió el país y escuchó a la gente. Ello no se compra ni se alquila. Y, además, al no prosperar su acompañante original, eligió a un líder popular que lo conectó con los “sin voz” y con el repudio generalizado a la corrupción. Esa fue inadvertidamente la clave para su sorpresivo éxito electoral. Paz y Lara hicieron una campaña sin dinero y lograron tocar la fibra más íntima del sentir nacional: la unión de opuestos para construir la síntesis de bolivianidad.

Se produjo el milagro: esa oposición joven y liberal encontró su voz en los pobres y olvidados, la misma clientela que Evo y el MAS defraudaron. Y algo mayor: la unión de las dos Bolivias, la popular y la formal. De ganar esta fórmula la segunda vuelta, por primera vez desde 1952 nos sentaremos en una misma mesa a tratar soluciones conjuntamente. No ellos contra nosotros, sino consensos frente a causas comunes.

La solución no viene de excluir, sino de comunicarnos, tolerarnos y aceptarnos como una sola familia nacional. La libertad, la democracia y la misión de recuperar a Bolivia produjeron lo inesperado: vencer a Evo y al MAS, liberando a su electorado no con plata, sino con diálogo y empatía. Con un joven motociclista que bailó en pueblos y plazas difundiendo un “nuevo trato”: ¡capitalismo y prosperidad para todos!

Logró acumular el capital político que el dinero no compra. No es poco. En elecciones, el capital real son los votos, no la billetera. El “galán” –la política de empatía, proximidad y diálogo– venció a la “billetera”, remota y mercenaria, usada para sembrar odio, miedo y desconfianza entre los bolivianos, para perpetuar el pasado. Fueron los jóvenes quienes apostaron por un futuro distinto de oportunidades y libertad. Enhorabuena.

Ronald MacLean Abaroa

Es catedrático; fue alcalde de La Paz y ministro de Estado.