Disclaimer: Para empezar, no soy un hater ni un fan de Galindo. A veces me inclino hacia lo primero, a veces, hacia lo segundo. De todas formas, mi intención en este primer párrafo es decir que, como cualquier otro ciudadano víctima de la burocracia boliviana, disfruto, a manera de catarsis, de las radio-documentales. En parte porque al menos siento cierto placer al ver a esos burócratas, vagos y con poca o ninguna vergüenza, pasar por malos momentos que al final pasamos todos. Por otro lado, no veo que sus intervenciones sean realmente la solución, noto que entorpece situaciones en la misma medida en la que las resuelve.
De todas formas, acá no voy a fondo en el reclamo de Galindo, porque ni ella sabe cómo funcionan las reglas y tiempos en la universidad pública; ella, e mi sesgado criterio, solo buscaba imponer el suyo. Me gustaría saber si hace alguna acción similar en la UMSA, institución en la que su amiga rectora impide que se lleven a cabo elecciones en todas las carreras y facultades para evitar el cogobierno.
La gente mierda vs. la gente de bien. Apenas interviene los ambientes de Ciencias Políticas de la UPEA, Galindo busca establecer un clivaje que divide a los presentes. A un lado, una cúpula de poder que, según ella, se beneficia de pegas, plata, becas y privilegios (sin pruebas); por otro lado, la gente —casualmente de su lado—, de bien (pobres que se sacrifican para poder estudiar) y que resultan sus seguidores.
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas
Superioridad intelectual. Galindo, titulada de universidad privada e hijita de papá, continúa su cruzada denigrando el conocimiento de los presentes. Con su técnica de que en el micrófono solo se escucha lo que a ella le conviene, empieza a hacer preguntas mal elaboradas y capciosas a los universitarios. No les da espacio para fundamentar sus respuestas y, sin dudarlo, califica a sus interlocutores de “mal enseñados”. Pareciera que, por ser de la UPEA, directamente no saben lo que dicen. ¿Tiempo para responder? No. Galindo ya sabía la respuesta antes de escucharla, y no, no era una conceptual; para ella la respuesta es que los de la UPEA —sin saber quiénes estaban realmente allí— eran los miembros ignorantes de una escuela de matoncitos.
Provocación, insultos y matonaje. Galindo, al recibir los primeros gritos que reclamaban intromisión —lo cual no dejaba de ser real—, empezó a insultar a los jóvenes, los llamaba matones mientras les sacaba el dedo del “miedo”. Al ser reclamad, la ilustre dueña de la universidad pública en la que no cursó los amenazó y les dijo que sacarla sería manchar la carrera. No me sorprende, el ego de Galindo le permite creer que la intervención de una extraña le da mayor dignidad a la carrera de Ciencias Políticas que todos los presentes (buenos y malos).
Desconocimiento estructural de las reglas de autonomía universitaria. Aunque recibió una explicación más o menos racional de acuerdo con las deficientes normas universitarias, la postura de Galindo estaba por encima. Sobre esto, rescato algo que dijo: “si estoy metiendo la pata, asumo mi responsabilidad”. Y sí, metió la pata: con el cuerpo, con los gritos, los insultos y el desconocimiento de las reglas básicas de todo proceso electoral; hello preclusión.
La caída. El ambiente se puso tenso, los estudiantes entraron masivamente al cuarto que había intervenido Galindo y a empujones la sacaron hasta hacerla caer en el piso. Probablemente, muchos vean osadía, falta de respeto, una acción cobarde de masas, y en cierto punto es cierto. Pero más allá de eso, yo veo algo simbólico. Aunque Galindo crea contenido que muchos disfrutamos, como dije en el primer párrafo, no todos pueden crear el tipo de contenido que ella crea. No es una simple guerrera valiente que enfrenta la burocracia, es una “guerrera” que se toma cafés con el ministro de Gobierno y recibe su protección para grafitear monumentos nacionales. Es quien puede defender sus ideas y defender a Evo de reojo con columnas que, sin decirlo de frente, socavan su pedofilia. Galindo es quien puede tener reuniones personales con el exvicepresidente que, en épocas no tan democráticas como las que ella dice defender, amordazaba al que no comulgaba con él.
Y ahí, aunque muchos no estén de acuerdo conmigo —igual escribo para incomodar—, cobra sentido el estribillo: “Galindo masista, la UPEA no te quiere”. Galindo, aunque no tenga militancia en el MAS, siempre recibió su beneplácito. La caída de Galindo es una escenificación más de la caída del MAS: ya no es inmune, la gente no tiene miedo a sus ataques, el cambio de época es evidente. No obstante, como siempre, Galindo sabrá acomodarse a los nuevos actores, solo que ya no tendrá a sus amiguitos en palacio para que la salgan a defender.