La ciudad de los anillos afianza su crecimiento que se extiende hacia sus límites


Concentra más de la mitad de la población del departamento y es la ciudad que más crece. Se consolidan nuevos polos de desarrollo en zonas colindantes con otros municipios. Ven que el desarrollo urbanístico debe ir de la mano de la planificación.

Deisy Ortiz Duran
Foto: Ricardo Montero

Fuente: eldeber.com.bo



Santa Cruz de la Sierra se destaca como la urbe que más crece. El último Censo de Población y Vivienda evidenció que la ciudad de los anillos es la más poblada de Bolivia con 1.610.982 habitantes, abriendo sus brazos a ciudadanos que llegan desde todos los rincones del país y desde el exterior.

Su crecimiento se da  sobre todo en las zonas norte, sur y este, especialmente en los distritos limítrofes con otras comunas, donde surgen y se consolidan nuevos centros urbanos.

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Actualmente, la urbe concentra más de la mitad de la población del departamento cruceño, que tiene un total de  3.122.605 habitantes. En 1992 Santa Cruz de la Sierra contaba con 709.584 habitantes; en 2001, con 1.131.778; en 2012, con 1.444.425; y ahora se posiciona como la ciudad capital con mayor población de todo el país.

El dinamismo urbano es acompañado con el acceso a servicios básicos. El 99,6% de los hogares cuenta con energía eléctrica, el 95,1% con agua potable y el 96,1% con gas domiciliario para cocinar. En materia de saneamiento, el 70,4% dispone de alcantarillado y el 97% tiene servicio de recolección de basura.

Este desarrollo va de la mano también de un favorable bono demográfico. De los más de 1,6 millones de habitantes, 1.150.069 personas están en edad de trabajar. La población económicamente activa asciende a 824.965, de los cuales 800.212 se encuentran ocupados.

En cuanto a la composición laboral, el 40,4% trabaja por cuenta propia, el 52,2% se desempeña como empleado u obrero y el 2,5% como empleador o socio.

Polos de desarrollo

La urbe cruceña se ha expandido tanto que, por ejemplo, quien visita Mapaiso, en la zona sur, no se da cuenta en qué momento pasó los límites de la ciudad, pues está unida con La Guardia por el pavimento y el transporte público. Algo similar ocurre al este, donde la ciudad se conecta con barrios del municipio de Cotoca, y al norte, con el de Warnes.

En el sur, el crecimiento alcanza a los distritos periurbanos, antes conocidos como cantones, que en el pasado estaban separados por kilómetros de áreas no urbanizadas y cubiertas de vegetación.

Ahora, en cambio, los emprendimientos urbanísticos se multiplican, expandiendo y consolidando nuevos barrios que se suman al tejido metropolitano.

En la zona sur hay barrios que se consolidaron en poco tiempo. Antes, los límites de la ciudad eran los muros del penal de Palmasola, pero hace más de dos décadas empezó a gestarse un nuevo centro urbano detrás de la cárcel por unas cuantas familias que fueron arrastradas por la crisis económica en busca de terrenos más económicos. El Plan 4.000 dio lugar a otros barrios en esa zona, cuya frontera  ahora se extiende hasta cercanías con las Lomas de Arena.

El movimiento se observa especialmente por las mañanas y por las tardes, cuando los pobladores se trasladan hacia sus fuentes de trabajo o retornan a casa, y los niños van y regresan de la escuela.

Pasando la refinería de Palmasola se abre una de las zonas comerciales más activas de ese sector, donde lo formal convive con los puestos improvisados instalados a lo largo de la avenida. Los  ‘agachaos’ y los food trucks se mezclan con el ir y venir de las personas que esperan micros y trufis para ir al centro de la ciudad o regresar a sus hogares.

Muchos de ellos se dirigen a los barrios que están en los alrededores de las lagunas Palmira, un sector que ha desarrollado una dinámica propia, dicen los vecinos. Lo que comenzó con unas cuantas viviendas pronto se transformó en una zona en expansión, que hoy cuenta con mercados, servicios básicos, avenidas principales y módulos educativos.

Sin embargo, aún hay barrios que esperan el pavimento.

Allí, donde termina el asfalto y pareciera desvanecerse la zona urbanizada, Rosenda Toledo camina en la oscuridad cargando a su pequeño hijo.

Ese es el barrio Palmira Sur, una zona donde los micros todavía no llegan y el transporte se limita a los trufis, que recorren una ruta directa hasta el antiguo mercado La Ramada.

Dejó  familia, amigos y todo lo que tenía en Chuquisaca para buscar mejores días en Santa Cruz. Vive en ese barrio desde hace tres años y asegura que ha cada vez llegan más pobladores  y también las mejoras a la zona.

Cuentan con servicio de agua y luz, pero esperan que pronto llegue el alcantarillado sanitario.

Para ella no es problema vivir distante del centro de la ciudad, porque hay trufis que los trasladan de forma rápida cobrando lo mismo que los micros.

Rosenda sabe exactamente dónde está el límite entre La Guardia y Santa Cruz de la Sierra, porque todos los días cruza esa frontera, toda vez que vive en el sector del municipio vecino, pero se desenvuelve en la capital cruceña.

Sin embargo, muchos otros vecinos no se dan cuenta que transitan esos límites, pues la expansión de la ciudad ha borrado cualquier línea de separación, porque la gente se establece donde puede encontrar un techo.

Algunos de los que apuestan por los nuevos barrios, lo hacen porque solo tienen para pagar un alquiler con los precios que ofrecen en esos lugares y otros lo  hacen con la esperanza de un techo propio.

Otro polo de desarrollo dentro del dinamismo cruceño es la zona norte, que por las noches se ilumina con las luces de sus edificios. Sus amplias avenidas, conectadas por puentes a desnivel que agilizan el acceso, dieron y dan lugar a proyectos urbanísticos que apuestan por condominios y torres residenciales. A ello se suma la creciente presencia de centros comerciales, universidades y diversos emprendimientos privados, que consolidan su crecimiento.

Susana, que se fue a vivir a esa zona hace nueve años después de haber adquirido una casa a través de un crédito de vivienda social,  cuenta que en ese tiempo ha visto consolidarse numerosas urbanizaciones en los alrededores del centro de salud El Remanso, que hoy se extienden más allá del noveno anillo.  Vio levantar condominios como las Torres Berchatti  desde los cimientos y, en poco tiempo, ser habitados.

Otros datos oficiales muestran  que la capital cruceña ha mantenido un crecimiento sostenido a lo largo del tiempo, ya que en 1654 había apenas 10.000 habitantes.

Una ciudad dispersa

El urbanista Enesto Urzagasti asegura que el crecimiento debe ser acompañado de una planificación  con una visión metropolitana.  Señala que la expansión demográfica ha desbordado cualquier planificación, tomando en cuenta que en 1958 el plan Techint diseñó la ciudad en cuatro anillos, pero actualmente se extendió el triple.

“Tenemos una ciudad fragmentada y dispersa”, subraya al comparar ciudades europeas y otras de la región, que tienen una densidad poblacional de 90 habitantes por hectárea, lo que contrasta con la realidad cruceña, donde en las partes más pobladas apenas hay 45 habitantes por hectárea.

En la periferia el número disminuye a cinco o seis habitantes por hectárea, lo que se convierte un problema a la hora de dotar los servicios. Atribuye que este crecimiento disperso es producto de la especulación inmobiliaria.

“Santa Cruz crece por intereses de las personas que están urbanizando en la periferia”, subraya, indicando que cautivan a la gente con cómodas cuotas, pero no ofrecen las condiciones.

Considera que esta planificación hay que verla con una visión metropolitana y que intente planificar la densidad para no dispersar. “Es un problema que afecta a la calidad de vida del ciudadano”, manifiesta.

Tras los resultados del censo, hay quienes creen que las cifras no reflejan el verdadero crecimiento demográfico de la ciudad. El rector de la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno (Uagrm), Vicente Cuéllar, lideró una comisión que registró la omisión de 373.562 habitantes en el departamento cruceño.