La Paz pierde un rincón de su memoria: el Café Museo de la calle Jaén cierra sus puertas


El Café Museo, además de ser un refugio cultural, había logrado algo aún más difícil: unir tradición y sabor. Café destilado, sultanas, empanadas de antaño, todo ello acompañado por el duende de la buena fortuna que, según Gerl, había elegido el lugar para quedarse y que también estaba administrado por Maria Alejandra Balderrama.

Fuente: CMLP



En la Calle Jaén, esa arteria que late con la historia de La Paz, un lugar mágico cierra sus puertas: el Café Museo y la Vieja Tienda de Carlos Gerl, historiador, soñador y guardián de objetos que contaban la memoria de una ciudad que no quería ser olvidada.

Allí no solo se servía café o llauchas recién salidas del horno, también se degustaba identidad paceña. Las vitrinas resguardaban piezas únicas: un camión forjado con metales de armas de la Guerra del Chaco, balanzas de medio siglo, artículos de industrias centenarias y recuerdos que, al cruzar la puerta, transportaban a los visitantes a aquella La Paz de antaño.

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“Este café no era solo un negocio, era un espacio cultural que estaba grabado en los corazones de los paceños y reconocido por los turistas que venía. A visitarlo. Se cierra irremediablemente”, lamentó el Concejal Javier Escalier.

El Café Museo, además de ser un refugio cultural, había logrado algo aún más difícil: unir tradición y sabor. Café destilado, sultanas, empanadas de antaño, todo ello acompañado por el duende de la buena fortuna que, según Gerl, había elegido el lugar para quedarse y que también estaba administrado por Maria Alejandra Balderrama.

Pero esa magia se detiene. La alcaldía lanzó una licitación en la que, pese a la sólida propuesta económica de Gerl, la balanza se inclinó hacia otra postulante. “Nos respondieron que su propuesta cultural era mejor. Yo pregunto: ¿cómo se puede calificar la cultura? ¿Quién puede decir que un charanguista es mejor que un pintor, o un escultor que un músico? Son parámetros muy vulnerables y ambiguos”, cuestionó Gerl con tristeza.

El proceso, cargado de desaciertos, dejó un sabor amargo. “Esperemos que los nuevos adjudicatarios carguen de identidad cultural a este espacio”.

Mientras tanto, los vitrales pintados por el muralista Pedro Lanchipa, los pisos restaurados, las griferías antiguas rescatadas y cada detalle invertido por Gerl en el Café Museo corren el riesgo de perderse. “¿Qué pasará con todo ese patrimonio? ¿Lo despintarán, lo retirarán? Ese es el daño económico y cultural que nadie quiere asumir”, reclama el historiador.

El Duende de la Calle Jaén, fiel compañero del Café Museo, hoy se traslada a un depósito. “No tenemos un lugar definitivo, solo espero que algún día regrese a un espacio donde pueda seguir alegrando a la gente”, comentó.

Para el concejal Escalier, este desenlace no es solo un problema administrativo, sino un golpe al alma de la ciudad. “El Café Museo era un refugio de memoria y tradición. La Paz pierde un espacio cultural que tenía valor histórico, turístico y humano. Aquí se difundían productos de industrias centenarias y se mantenía viva nuestra gastronomía. Hoy se apaga una llama de identidad”.

Y así, entre paredes que respiraban historia y mesas que guardaban confidencias de viajeros, el Café Museo baja sus cortinas. No muere, porque ya está en la memoria colectiva, pero se va herido, desplazado por decisiones que muchos consideran injustas.

La Calle Jaén, que reúne museos como el de Pedro Domingo Murillo y el de Metales Preciosos, y otros pierde uno de sus rincones más entrañables. Y con él, La Paz pierde un pedazo de sí misma.