Hay un vínculo diferente entre las personas y los dirigentes, una dimensión diferente de los tiempos. Y ese ritmo rápido, en la era de los likes y los mensajes por whatsapp, pone a las cuestiones vinculadas a lo macro en un segundo plano, especialmente en tiempos de campaña. Así, pensar cuestiones como la felicidad o el bienestar se tornan esenciales. En este sentido, elementos como la religión o la espiritualidad cobran un lugar clave. La sociología, la psicología y las ciencias del comportamiento en general deben ser tenidas en cuenta para entender no solo el voto, sino también las rebeliones populares.
Fuente: Perfil.com
He vivido buena parte de mi vida en Argentina y estoy acostumbrado a que se intente explicar la política como algo que depende de la economía. Muchos creen que la economía caerá en crisis si el Gobierno sufre una derrota electoral en octubre pero, al mismo tiempo, analizan lo inverso: creen que el resultado de las elecciones estará determinado por cómo esté la economía.
La economía es central para el desarrollo de un país, pero conozco a excelentes economistas que elaboraron un buen plan económico y se quedaron en su casa, cuando ganó las elecciones un candidato distinto. Los que creen que un buen programa puede ganar las elecciones, olvidan que en la sociedad del mensajito y el like, nadie lee programas, y en especial los electores menos educados, que son la mayoría.
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Si para octubre el Gobierno logra que desaparezca la inflación clausurando los hospitales y las universidades, sufrirá una derrota arrolladora. Los votantes no se mueven por lo que dice una planilla de Excel, generada con el hemisferio izquierdo del cerebro encargada del pensamiento lógico, analítico, y la memoria a largo plazo, sino por una serie de variables que se controlan desde el hemisferio derecho, que tiene que ver con la creatividad, el reconocimiento de emociones y el procesamiento de información visual e intuitiva. Ese es un hecho científico, no opción ideológica.
Aunque los creyentes de las teorías y religiones quieran que el ciudadano vote con lo que Daniel Kahneman llamó el “pensamiento lento”, la mayor parte de nuestro tiempo usamos el “Pensamiento rápido”, que ha ocupado todo el espacio de la política en la edad de la posverdad.
He pasado la vida estudiando el comportamiento político y las campañas electorales en distintos países del mundo, y nunca me interesó saber cómo estaba la economía para elaborar una estrategia ganadora. En la Argentina, entre el 2005 y el 2018, cuando Mauricio Macri cerró la mesa chica de reflexión estratégico, colaboramos en decenas de elecciones en la Ciudad de Buenos Aires, la Provincia y el país, en las que ganaron nuestros candidatos en cualquier coyuntura económica. Esto se logró trabajando en equipo, con muchos técnicos y políticos que, con discusiones y discrepancias, escogieron los candidatos adecuados, que incluso derrotaron en la Provincia de Buenos Aires a Néstor y Cristina Kirchner en 2009 y 2017.
En los demás países en los que hemos aplicado esta metodología, los candidatos han ganado todas las elecciones presidenciales o de alcaldías importantes o las consultas populares que convocaron. No se trata de que los consultores son geniales, sino que usan adecuadamente herramientas de las ciencias sociales y de las ciencias del comportamiento, que ayudan a comprender a un electorado que evolucionó en los últimos diez años hacia lo que llamaríamos el individualismo de la red. Las elecciones se ganan haciendo política y usando las herramientas avanzadas de las ciencias sociales que permiten ser exitoso en la sociedad hiperconectada.
A partir de febrero dictaremos, en la Universidad del Sur, un curso en el que estudiaremos la metodología para ganar las campañas electorales en la sociedad posmoderna, y casos concretos de este fenómeno: Mauricio Macri de 2005 al 2018, Francisco de Narváez 2009, María Eugenia Vidal y Esteban Bullrich 2017, Guillermo Lasso Ecuador 2023, Pedro Castillo 2021 Perú, Gustavo Petro y Rodolfo Hernández 2022 Colombia, Javier Milei 2023 Argentina, Tuto Quiroga y Rodrigo Paz 2025 Bolivia y Donald Trump 2025 Estados Unidos.
También analizaremos las nuevas formas de insurgencia posmoderna, las movilizaciones autoconvocadas: Indignados, Occupy Wall Street, la Primavera árabe, los chalecos amarillos, insurgencia 2019 en Chile, Ecuador y Colombia, el desmoronamiento del Líbano y Nepal 2025.
Los académicos estamos obligados a plantear nuevos métodos de análisis de la política y sobre todo de la micropolítica, cuando la vida cotidiana ha restado influencia a las ideologías comprehensivas.
Hace algunos años quise conocer Butan que, durante décadas, fue reconocido como el país con la gente más feliz del mundo. Desde su visión religiosa, la economía occidental siembra envidia, egoísmo y angustia. Prohibieron entonces que se pueda calcular en su país el Producto Interno Bruto (PIB), reemplazándolo con la Felicidad Interna Bruta (FIB), que se mide con 180 preguntas acerca de nueve dimensiones: bienestar psicológico, uso del tiempo, vitalidad de la comunidad, cultura, salud, educación, diversidad medioambiental, nivel de vida, gobierno armónico. Daniel Kahneman, psicólogo que obtuvo el Nobel de Economía, ayudó a armar los indicadores con una técnica llamada método de reconstrucción del día.
Hice mis trámites en Nepal, un país de cultura budista, el más pacífico que haya conocido. La semana pasada la generación Z, hija de la red, protagonizó una rebelión sangrienta que derrocó al gobierno por prohibir el uso de internet.
*Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.
Fuente: Perfil.com