En un país de incertidumbre, la figura de un líder puede ser el momento de reflexionar. Y hoy Bolivia está ante ese espejo: el 19 de octubre habrá segunda vuelta presidencial entre Rodrigo Paz Pereira y Jorge “Tuto” Quiroga. No es una elección cualquiera; es una encrucijada. Y el próximo presidente, quien sea, no será el héroe perfecto que imaginamos, sino el que el país necesita para atravesar un ciclo difícil y ordenar la casa.
La campaña dejó claro que el péndulo político se movió. Tras dos décadas de hegemonía del MAS, Bolivia llega al balotaje con dos opositores en la final. El dato no es moral ni épico: es un síntoma. La sociedad, golpeada por inflación, escasez de combustible y fatiga institucional, pide menos épica y más gestión. Ese es el terreno donde debe pararse el “héroe necesario”: con la valentía menos vistosa de decir verdades incómodas, tomar medidas impopulares y tender puentes donde hoy hay trincheras.
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El héroe que necesitamos habla claro sobre tres frentes:
- Economía real: reconocer que estabilizar precios y normalizar el suministro energético exigirá disciplina fiscal, reglas previsibles y un calendario creíble para sincerar distorsiones (sin “shock” para los más vulnerables). Quiroga ha puesto sobre la mesa un paquete de cambios de corte ortodoxo y acercamiento a organismos internacionales; Paz insiste en un giro pro-productivo con descentralización y poda del gasto improductivo. Son rutas distintas, pero ambas admiten lo esencial: el Estado solo no puede con todo y se requieren incentivos privados con arbitraje público serio.
- Instituciones y ley: el héroe necesario no ofrece revancha, ofrece Estado de derecho. La tentación punitiva existe, y arrastra aplausos, pero la salida duradera pasa por justicia que investigue, no por vendetta que incendie. Aquí la diferencia no será de eslóganes, sino de cómo se nombra al fiscal general, cómo se limpia la justicia y cómo se protege a los denunciantes de corrupción.
- Cohesión social y territorio: la política boliviana cruje donde se cruzan identidad, región y economía. Gobernar será escuchar al altiplano y a la llanura con la misma paciencia, reconocer autonomías sin fracturar el Estado, y convertir el conflicto por recursos (gas, litio, bosques) en un pacto de desarrollo con reglas ambientales exigentes y beneficios tangibles para las comunidades.
Paz y Quiroga bajo la luz (y la sombra)
Rodrigo Paz llega con credenciales de gestor municipal y legislador, un discurso de “capitalismo popular” y la promesa de descentralizar poder y presupuesto. Su virtud política es el tono moderado en un país cansado de gritos; su reto será demostrar músculo para ejecutar reformas y blindarse de viejas inercias. Un presidente Paz tendría que probar, temprano, tres cosas: un equipo económico solvente, una agenda anticorrupción verificable (contratos, compras, auditorías abiertas) y un pacto fiscal con gobernaciones que no sea poesía federalista sino plan operativo mensual.
Jorge Quiroga, por su parte, ofrece experiencia ejecutiva y un mapa de reformas nítido, incluso áspero. Su ventaja es la claridad: el qué y el para qué están explícitos; su riesgo es la polarización. Un presidente Quiroga debería curvar su plan en dos sentidos: protecciones focalizadas para quienes no aguantan otro ajuste, y señales inequívocas de contención institucional (no confundir justicia con cacería). La audacia económica sirve si llega envuelta en previsibilidad política.
Batman en Bolivia: la ética del oficio
La frase de Gotham no absuelve a ningún líder; le exige. El héroe que necesitamos no es un vengador perfecto, es un funcionario de la esperanza. Su ética no está en la capa, sino en la rendición de cuentas:
Verdad de corto plazo: cronograma público para normalizar combustibles y divisas; tableros semanales con metas y desvíos.
Obsesión por la ejecución: 10 prioridades, 100 días, 100 responsables; y si algo no camina, cambiar al responsable, no la meta.
Transparencia radical: compras abiertas, datos en tiempo real, contratos en línea, incompatibilidades estrictas.
Pactos verificables: con empresarios, sindicatos, universidades y gobernaciones; metas medibles, no fotos.
Manejo del conflicto: diálogo rápido, policía profesional, cero tolerancia a grupos parapolíticos; protestar es un derecho, coaccionar no.
El voto que nos retrata
Elegimos, y nos describimos al elegir. Si votamos por el héroe que merecemos, pediremos milagros sin pagar costos. Si votamos por el héroe que necesitamos, aceptaremos que la salida es menos cinematográfica y más aburrida: contratos bien hechos, prioridades claras, datos públicos y un presidente que no incendie para gobernar. En octubre, Bolivia no elegirá a Batman; elegirá a alguien dispuesto a hacer el oficio. Que alcance.
Por Misael Poper