No se trata de elegir un Presidente: Se trata de encarar una transición política compleja


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Foto: RRSS

 

 

Introducción



Bolivia se encuentra atravesando un momento de inflexión histórica que puede interpretarse como el fin de un ciclo político y el inicio de otro aún en construcción. Tras casi dos décadas de hegemonía del Movimiento al Socialismo (MAS), el sistema político boliviano muestra claros signos de agotamiento: crisis de legitimidad, colapso institucional, debilitamiento económico y fragmentación social. Esta coyuntura abre paso a una transición política multidimensional y multifactorial, en la que se disputan no solo proyectos electorales, sino también visiones de país, modelos de Estado y horizontes culturales.

El presente ensayo, más provocativo que exhaustivo, desarrolla un análisis de la transición boliviana en cuatro dimensiones principales —político-institucional, económico, social-cultural y regional— complementadas por una serie de factores transversales que condicionan cada una de esas dimensiones. Además, se reconoce que todo este proceso ocurre en un macro contexto internacional que incide en las posibilidades y límites de la transición.

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El corto ensayo pretende remarcar que la clase política peca de reduccionista al creer que con la elección de un nuevo Presidente se resolverá el problema y consumará la transición.

  1. Dimensión Político-Institucional

1.1 Crisis de legitimidad del MAS

La crisis de legitimidad del MAS constituye el eje articulador de la transición. O’Donnell (1994) advierte que las “democracias delegativas”, caracterizadas por la concentración de poder en el Ejecutivo y la debilidad de los controles institucionales, suelen erosionar el vínculo entre representantes y representados. En Bolivia, este fenómeno se expresó en la figura de Evo Morales y en la transformación del MAS en un aparato estatal-burocrático, desconectado de las demandas sociales emergentes.

1.2 Desaparición como fuerza representativa

El MAS, que en sus orígenes supo articular al bloque popular-nacionalista con sindicatos campesinos, movimientos indígenas y sectores urbanos empobrecidos, hoy carece de esa fuerza integradora. La narrativa del “proceso de cambio” se percibe agotada, incapaz de generar cohesión ni de responder a nuevas demandas de justicia social, innovación productiva y autonomía regional (Zavaleta Mercado, 1986). El MAS colapsó ahogada en la crisis moral de su liderazgo.

1.3 Disputa de gobernabilidad y hegemonía

En este vacío vuelven a visualizarse dos bloques históricos:

  • El bloque popular-nacionalista, con arraigo comunitario, valores colectivos, visión redistributiva y énfasis en la soberanía nacional. Que ha propiciado la construcción de hegemonías políticas los últimos casi 80 años.
  • El bloque moderno-liberal, urbano y empresarial, defensor de valores individuales (ciudadanos), la competitividad, la institucionalidad liberal y la apertura al mercado global. Que nace al influjo de la formación de las ciudades y conurbaciones, el acceso a las nuevas tecnologías que dan curso a una incipiente economía capitalista y a la apetencia de una ciudadanía global.

La pugna entre ambos bloques se traduce en una disputa de gobernabilidad. Los resultados de la primera vuelta de la elección nacional 2025, deja en claro que ninguno de estos dos bloques logra consolidarse como hegemón, lo que prolonga la transición e impide estabilidad.

Si bien las dos opciones que llegaron al balotaje vienen de la oposición al MAS, uno de ellos sirvió de receptáculo del bloque nacional popular que expresó con claridad cuán hastiado está del partido que gobernó el ciclo que termina y de sus líderes históricos y renovados; pero también dio claras señales que no renuncia a su naturaleza: de centro, no liberal, nacionalista y no dispuesto a ceder los privilegios y concesiones que han conseguido en el ciclo que termina.

Durante gran parte de la campaña de la primera vuelta de estas elecciones presidenciales 2025, el bloque popular nacionalista, decepcionado profundamente por el MAS, puso sus ojos en los líderes que abrazaban el discurso y representación del otro bloque, el moderno liberal. Por un corto tiempo, aunque con desconfianza, consideraron votar por ellos. Pero no alcanzaron la talla. No sólo ignoraron en su discurso la atención de las demandas de este bloque, sino que partieron de la premisa de negar su existencia. Luego, en los últimos 15 días antes de la votación, en la máxima expresión de la política que repele el bloque popular, adornada por una guerra sucia sin precedentes, estos líderes añadieron todos los argumentos para que el bloque popular se decepcionara. Así se cerró, por ahora, la ventana de oportunidad que tuvieron las élites políticas de oposición de lograr una contundente victoria y un voto de confianza de la otra mitad de la población para que lideren esta etapa y eventualmente inauguren el nuevo ciclo.

1.4 Redefinición del sistema político y del modelo de Estado

La transición implica en consecuencia cuestionar la matriz del Estado plurinacional: ¿se consolidará como un proyecto intercultural y comunitario, o será reemplazado por un Estado más liberal y competitivo? La respuesta definirá el horizonte político en el mediano plazo.

  1. Dimensión Económica

2.1 Agotamiento del modelo extractivista

El ciclo económico del MAS, basado en la renta gasífera y minera, ha colapsado. Siguiendo a Polanyi (1944), los sistemas económicos entran en crisis cuando sus estructuras productivas dejan de sostener al orden social. En Bolivia esto se refleja en la caída de exportaciones, la dependencia de deuda externa y la falta de diversificación productiva.

2.2 Disputa del orden económico

La transición implica la posibilidad de cambiar el orden económico:

  • Del estatal-comunitario, que mantiene al Estado como actor central, con control sobre sectores estratégicos como el gas, los minerales o el litio.
  • Al liberal-competitivo, que busca apertura de mercados, innovación tecnológica y diversificación productiva (North, 1990).

2.3 Contrastes e implicaciones

Los más radicales del bloque popular, encarnados en el Evismo, proponen continuidad con la impronta redistributiva del MAS. Mientras que el bloque liberal considera agotado ese modelo, hoy representado en dos versiones que llegaron a la segunda vuelta (uno más liberal y el otro más descafeinado pero liberal al fin). El desenlace marcará si Bolivia transita hacia un Estado redistribuidor y centralizado o hacia uno liberal y descentralizado; o terminamos en algo intermedio mientras prologamos la transición.

Para ser claros, más allá de los berrinches de campaña, las dos opciones en disputa en la segunda vuelta proponen ajustes similares que buscan la instauración de un nuevo orden económico (liberal-competitivo). La verdadera polarización no es entre ellos, sino con el Evismo, que se mantiene latente esperando el fracaso de los que salgan elegidos, para volver a imponer sus ideas estatales-comunitarias.

  1. Dimensión Social-Cultural

3.1 Crisis de sujetos tradicionales y emergencia de nuevos actores

Las bases sociales tradicionales del MAS (campesinos, indígenas, sindicatos) han perdido centralidad. Emergen colectivos libertarios, juveniles, ambientales, feministas y digitales (Touraine, 1981; Tarrow, 1997).

La transición también implica quién sale victorioso de la pulseta entre los sujetos políticos que sustentaron al MAS y los nuevos sujetos (urbanos, de rostro joven y nativo digitales) que reclaman la posibilidad de construir hegemonía. Definida la pulseta y consolidada la transición, la centralidad de la política debería pasar de manos.

3.2 Disputa narrativa

Pero la disputa no es sólo política sino simbólica: representa formas distintas de ver el mundo y de concebir el poder. El discurso popular-nacionalista se apoya en comunidad, justicia redistributiva y soberanía; el urbano-liberal enfatiza meritocracia, innovación y libertades individuales. Laclau (2005) sostiene que la hegemonía depende de articular demandas heterogéneas en un discurso integrador. Hasta ahora, ninguna narrativa ha logrado convertirse en un significante vacío que represente al conjunto social; y la extrema polarización, la guerra sucia y la miopía política, alejan la posibilidad o al menos complejizan la transición en esta dimensión.

  1. Dimensión Regional

4.1 Del eje occidental al oriental

Históricamente, el occidente (La Paz, Oruro, Potosí) fue el centro político de Bolivia. Hoy, el oriente, en particular Santa Cruz, ha asumido protagonismo económico y político. Cardoso y Faletto (1977) advierten que los cambios de dinamismo económico suelen traducirse en reconfiguración política.

La transición también refiere el traspaso de centralidad de la política boliviana a Santa Cruz. Sus líderes institucionales así lo reclaman. Sus líderes políticos así lo apetecen. Pero justamente la forma en que encaran esta transición es la prueba ácida que permitirá ver si están a la altura de sus pretensiones; si comprenden y asumen la complejidad de Bolivia toda, y si ven con luz larga más allá de sus intereses corporativos.

4.2 ¿Liderazgo político nacional de Santa Cruz?

Santa Cruz concentra la agroindustria, el empresariado más dinámico y creciente influencia mediática. Ya existe consenso respecto a la importancia económica de este departamento, pero hay dudas en cuanto a su madurez para liderar el país. A eso se suma la herencia que deja el MAS de desconfianza injustificada de las intensiones separatistas y discriminadoras de lo cruceño.

4.3 Reconfiguración nacional

El ascenso del oriente impulsa demandas de autonomía y alimenta un imaginario liberal-oriental que desafía el centralismo paceño. ¿Habrá llegado el momento de encarar esta dimensión de la transición?

Factores Transversales de la Transición

La realidad no es simple y menos unidimensional. Más bien es compleja, multidimensional y multifactorial. Creer que la transición política del ciclo que termina a un nuevo ciclo donde lo moderno y liberal se valore y practique, depende solamente de elegir a un nuevo Presidente que represente otro color que no sea el azul, es un marcado error. Es tan simplista y reduccionista que borra de un plumazo la existencia de millones de votantes que se aferran al bloque popular, que todavía abrazan la idea de un estado poderoso, que creen en un orden económico estatal-comunitario, que siguen enamorados de un discurso popular-nacionalista, y que desconfían de los “otros” que propugnan algo diametralmente opuesto.

No se trata de elegir un nuevo Presidente que no sea azul. Se trata de abordar la compleja multidimesionalidad de la realidad social, cultural, histórica y económica que condicionan a la política.

Pero además, en cada una de esas dimensiones debe desencriptarse multiplicidad de factores, como ser:

  • Separación de poderes: la necesidad de superar el hiperpresidencialismo y reconstruir contrapesos institucionales. La consolidación de un sistema de pesos y contrapesos robusto es condición necesaria para cualquier horizonte de estabilidad democrática.
  • Descentralización: demandas regionales por autonomía política y fiscal. La transición deberá balancear la descentralización con la cohesión nacional para evitar fragmentación territorial.
  • Gobernabilidad en un sistema fragmentado: la fragmentación del sistema de partidos y la ausencia de mayorías claras obliga a construir coaliciones. Los liderazgos tendrán que aprender a gobernar mediante pactos y negociación, alejándose de la lógica hegemónica.
  • Constitución de hegemonía en un escenario de pactos: siguiendo a Laclau y Mouffe (1985), la hegemonía no se logra por imposición sino articulando demandas heterogéneas. La política boliviana deberá configurarse en torno a pactos interbloques capaces de dar estabilidad.
  • Discrepancia entre expectativas sociales y economía quebrada: la ciudadanía demanda bienestar y protección estatal, pero el Estado enfrenta una economía debilitada, alto déficit fiscal y restricciones externas. Esta tensión genera frustración social y puede ser caldo de cultivo para nuevas crisis si no se gestiona con transparencia y realismo.
  • Sistema político y mediático: la relación conflictiva entre poder y medios, que oscila entre cooptación, censura y polarización. La transición requerirá replantear un pacto comunicacional donde la libertad de prensa y la pluralidad mediática funcionen como mecanismos de control democrático.
  • Cultural-simbólico: la promesa inconclusa de la plurinacionalidad y el debate entre interculturalidad y homogeneidad liberal. El desenlace cultural impactará en la legitimidad de cualquier nuevo proyecto de Estado.

Estos factores y otros atraviesan las cuatro dimensiones y condicionan su desenlace. Los políticos deberán atenderlos simultáneamente, reconociendo que ignorarlos o tratarlos como cuestiones aisladas sólo profundizaría la inestabilidad y alargan el tiempo de la transición.

El Macro Contexto Internacional

No es menor reconocer que la transición boliviana se produce en un entorno regional de reflujo progresista, con auge de gobiernos de derecha y presión de organismos internacionales por ajustes fiscales y apertura de mercados (Levitsky & Roberts, 2011). Este contexto limita la autonomía y estrecha los márgenes de maniobra para cualquier proyecto político.

Síntesis y Conclusiones

La transición boliviana es un proceso multidimensional y multifactorial, condicionado por factores transversales y por un contexto internacional adverso. El agotamiento del MAS, la emergencia de bloques antagónicos, la crisis del modelo extractivista y la reconfiguración regional evidencian la complejidad del escenario.

La imperiosa tarea de los políticos y líderes institucionales es reconocer esta complejidad y evitar el error reduccionista de concebir la transición como un mero proceso electoral. Solo la construcción de proyectos políticos integradores, capaces de articular demandas diversas y generar consensos, permitirá superar el estancamiento y dar lugar a un nuevo horizonte de Estado, economía e identidad nacional.

Referencias

  • Cardoso, F. H., & Faletto, E. (1977). Dependencia y desarrollo en América Latina. México: Siglo XXI.
  • Hallin, D., & Mancini, P. (2004). Comparing Media Systems. Cambridge: Cambridge University Press.
  • Huntington, S. (1991). The Third Wave: Democratization in the Late Twentieth Century. University of Oklahoma Press.
  • Laclau, E., & Mouffe, C. (1985). Hegemonía y estrategia socialista. México: Siglo XXI.
  • Laclau, E. (2005). La razón populista. Fondo de Cultura Económica.
  • Levitsky, S., & Roberts, K. (2011). The Resurgence of the Latin American Left. Johns Hopkins University Press.
  • Linz, J. & Stepan, A. (1996). Problems of Democratic Transition and Consolidation. Baltimore: Johns Hopkins University Press.
  • North, D. (1990). Institutions, Institutional Change and Economic Performance. Cambridge University Press.
  • O’Donnell, G., & Schmitter, P. (1986). Transitions from Authoritarian Rule. Johns Hopkins University Press.
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  • Ostrom, E. (2010). Governing the Commons. Cambridge University Press.
  • Polanyi, K. (1944). The Great Transformation. Beacon Press.
  • Rivera Cusicanqui, S. (2010). Ch’ixinakax utxiwa: Una reflexión sobre prácticas y discursos descolonizadores. Tinta Limón.
  • Sartori, G. (1987). Teoría de la democracia. Madrid: Alianza Editorial.
  • Tarrow, S. (1997). Power in Movement. Cambridge University Press.
  • Touraine, A. (1981). The Voice and the Eye. Cambridge University Press.
  • Zavaleta Mercado, R. (1986). Lo nacional-popular en Bolivia. Siglo XXI.