La muy grave crisis que atraviesa el país, y que se agudiza con cada día que pasa, nos obliga a romper con esquemas tradicionales y ciertas formalidades que, en tiempos normales, serían improbables y muy cuestionables. Medidas que podrían parecer políticamente incorrectas o disruptivas, hoy deben ser vistas como lo que realmente son: respuestas urgentes y necesarias ante una emergencia nacional.
Frente a esta situación, la pregunta que surge con fuerza es: ¿Por qué esperar necesariamente 60 días para aplicar medidas económicas de ajuste que ya están claramente identificadas y que, más temprano que tarde, deberán implementarse?
Economistas nacionales e internacionales coinciden en que este primer paquete de reformas no debería ser postergado. Lo que se requiere es voluntad política, no reformas constitucionales ni aprobación legislativa. Se trata de decisiones que pueden tomarse de manera inmediata desde el Ejecutivo mediante Decretos Supremos. Entre ellas, destacan:
* El levantamiento de la subvención a los combustibles (el diésel de forma total, y la gasolina de manera gradual).
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* La reducción del déficit fiscal, para detener la emisión inorgánica de moneda por parte del Banco Central, una de las principales causas de la galopante inflación.
* La definición de una nueva política monetaria.
* La apertura irrestricta de los mercados de exportación.
(Seguramente una comisión de expertos en materia económica y políticas públicas podrán, de forma inmediata, precisar mejor estas medidas)
Estas medidas, urgentes y factibles, podrían marcar el inicio de la reactivación económica que tanto se necesita. Y lo más importante: no requieren más que un acuerdo político excepcional entre el gobierno saliente y los dos candidatos que disputarán la segunda vuelta presidencial.
¿Podría ser esta una propuesta inédita en la historia democrática del país? Sin duda. Pero también sería profundamente valorada por los más de 12 millones de bolivianos que hoy sufren los efectos del desgobierno, la inacción y la falta de compromiso de sus líderes, tanto oficialistas como opositores.
Hoy más que nunca se necesita actuar sin cálculos políticos, con verdadero sentido de urgencia y con el patriotismo que la hora exige. No hacerlo sería prolongar innecesariamente el sufrimiento de millones de bolivianos.
Esta propuesta puede parecer extraña, incluso una locura para algunos. Pero, en realidad, es una oportunidad sensata, legítima y necesaria para empezar a corregir el rumbo ahora mismo, sin esperar dos meses más.
¿No les parece que 60 días puede ser demasiado tarde?
Fernando Crespo Lijerón