Y las tasas de interés…? El otro ajuste silencioso


En los últimos meses, la ciudadanía ha comenzado a internalizar una realidad económica que ya no se puede ocultar: Bolivia atraviesa una crisis. No hace falta ser economista para notarlo. Basta con salir a comprar lo básico, lidiar con la escasez de combustibles o mirar cómo el precio del dólar paralelo está alejado del oficial.

Este reconocimiento social de la crisis, aunque doloroso, prepara el terreno para el próximo gobierno. Porque si algo es cierto, es que nadie llegará al poder con margen para hacer magia. La gente ya intuye que habrá ajustes: una eventual reducción o eliminación de la subvención a los combustibles, la inevitable modificación del tipo de cambio, y el sinceramiento de precios en general.



Sin embargo, hay una silenciosa que aún no entra en el radar público: las tasas de interés del sistema financiero. Una variable clave que, tarde o temprano, también tendrá que ser corregida. Y cuando eso ocurra, su impacto será tan o más profundo que el de las demás medidas.

El sistema financiero bajo presión

Durante años, Bolivia mantuvo tasas de interés bajas y reguladas, especialmente en los créditos de vivienda social, para pequeñas y medianas empresas. Este modelo, que ayudó a dinamizar el acceso al crédito en tiempos de bonanza, hoy se ha convertido en una camisa de fuerza para el sistema financiero.

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Los bancos están sintiendo el ahogo: por un lado, tienen restricciones para captar dólares y acceder a liquidez, y por otro, deben prestar a tasas que no reflejan el verdadero riesgo económico del país. En un entorno de inflación creciente y menor actividad económica, esta combinación es insostenible.

Liberar las tasas de interés (es decir, permitir que estas reflejen el costo real del dinero y el riesgo financiero) será tan inevitable como impopular. Y es justamente ese costo político el que los actuales candidatos prefieren evitar en campaña. Pero no por ignorarlo dejará de existir.

Dos generaciones bajo presión

Cuando se sinceren las tasas, los efectos serán inmediatos. Dos grupos etarios serán los más golpeados:

  • Quienes tienen créditos con tasa variable (principalmente entre los 28 y 50 años). Este grupo ya enfrenta un escenario adverso con ingresos que no crecen al ritmo de la inflación. Cuando las tasas comiencen a subir, verán cómo sus cuotas mensuales se incrementan, reduciendo aún más su poder adquisitivo. Lo que antes era manejable, ahora puede volverse impagable.
  • Los que aspiraban a acceder a un crédito para comprar vivienda, iniciar un emprendimiento o adquirir un vehículo (entre 23 y 40 años). Con tasas más altas, el acceso al financiamiento se reducirá drásticamente. El sueño de la casa propia se aleja, y con ello también se enfría el consumo interno y se frena la economía real. El resultado: menor actividad, más desempleo, más pobreza.

El silencio de los candidatos

Es preocupante que este tema no forme parte del debate electoral. Mientras un binomio que está en la segunda vuelta promete más crédito, más subsidios y tasas más bajas, la realidad apunta en la dirección opuesta. La sostenibilidad del sistema financiero requerirá ajustes que nadie quiere decir en voz alta… al menos no antes de las elecciones.

Pero el silencio no lo hará desaparecer. Cuando llegue el momento , y llegará más pronto que tarde, el golpe será fuerte y su costo político alto. Por eso, es momento de exigir claridad y responsabilidad.

El ajuste que nadie quiere mencionar

Bolivia necesita, más que nunca, una discusión económica honesta. Hablar de tasas de interés no es popular, pero es necesario. Si seguimos ignorando esta variable, el impacto será más profundo y doloroso. Y, una vez más, quienes pagarán el precio serán los mismos de siempre: las familias bolivianas.

Las tasas subirán. La pregunta no es si sucederá, sino cuándo y cómo. Y lo mínimo que podemos exigir es que quienes aspiran a gobernar el país lo digan con todas sus letras.

 

 

Oscar Cuentas Sandy

Economista.