El martes 21 de octubre, Nicolas Sarkozy marcó un hito en la historia de Francia: se convirtió en el primer expresidente en ser encarcelado desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Condenado a cinco años de prisión efectiva por financiar una campaña con dinero del dictador libio Gadafi, el exmandatario enfrentará su detención en el sector de aislamiento de la famosa prisión de la Santé, en pleno corazón de París.
Ubicada en el XIV arrondissement, entre la Place d’Italie y la Gare Montparnasse, la Santé es la única cárcel dentro de la ciudad. Allí, Sarkozy será alojado en una celda de 9 m² en el área de mayor seguridad del penal, un sector reservado para los detenidos considerados “vulnerables” o de alto perfil.
Un régimen de aislamiento total y vigilancia permanente
El sector de aislamiento de la Santé es conocido por su seguridad extrema. Los internos permanecen completamente solos en sus celdas y, cuando salen para una breve caminata o para hacer algo de ejercicio, lo hacen sin compañía. Incluso en la biblioteca, la rutina es en soledad absoluta.
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La senadora ecologista Anne Souyris visitó el lugar y describió el protocolo al sitio FranceInfo: “Cuando abren la celda, hay una trampa en la puerta. Los presos deben sacar las manos para que los esposen. Es realmente muy seguro”.
Las celdas son pequeñas, de apenas 9 metros cuadrados. Tienen una pequeña heladera, una cocina eléctrica rodeada de humedad, una televisión y un teléfono fijo en la pared.
El mobiliario es básico: una cama y, a veces, un colchón en el suelo para un segundo interno. Las condiciones, según los propios presos, dejan mucho que desear: “El problema es la ventilación de la ducha y la cocina. Las paredes se hinchan”, contó uno de ellos.
Sobrepoblación, violencia y un pasado de figuras polémicas
La Santé está sobrepoblada: aloja a 1237 detenidos, aunque su capacidad es de solo 657. Apenas una treintena de internos, menos del 3%, son considerados “vulnerables”, como Sarkozy.
Por el penal pasaron otros políticos famosos en Francia: Patrick Balkany, Claude Guéant, Bernard Tapie, el cantante Jean-Luc Lahaye y hasta el exjefe policial Michel Neyret.
Neyret, que estuvo ocho meses en aislamiento, recordó: “Las primeras noches, cada media hora te despiertan y prenden la luz para ver si no tenés pensamientos suicidas. Después, vienen las ‘serenatas’ de los otros presos, que gritan tu nombre toda la noche. Es el recibimiento que seguramente le espera a Sarkozy”.
El clima puede ser hostil. Muchos internos seguramente no habrán olvidado las declaraciones del expresidente, que había prometido “limpiar la escoria con una hidrolavadora” o propuso la castración química para violadores. “Eso no le cayó bien a nadie. Nos sentíamos tratados como animales”, dijo un preso.
Privilegios, rutina y la posibilidad de libertad anticipada
A pesar del aislamiento, Sarkozy tendrá acceso a los mismos servicios que el resto de los internos de ese sector: tres visitas semanales, un teléfono fijo en la celda y dos salidas diarias al patio.
Sin embargo, la rutina es monótona y el tiempo pasa lento. “No hay actividades, solo una hora de deporte y una hora y media de paseo”, explicó Pierre Botton, un exempresario que estuvo dos veces en la Santé.
Desde el primer día, el expresidente podrá pedir la libertad provisional ante la Cámara de Apelaciones. El tribunal tendrá hasta dos meses para responder.
Minutos antes de despedirse de su esposa, la cantante y modelo Carla Bruni, y de entregarse esta mañana, Sarkozy escribió en la red social X: “Esta mañana encierran a un inocente”. Denunció un “escándalo judicial” y un “viacrucis”, y aseguró: “La verdad triunfará, pero el precio a pagar habrá sido abrumador”.
Días atrás, contó al diario Le Figaro que entraría a la cárcel “con la cabeza alta”, acompañado por una biografía de Jesús y el clásico libro “El Conde de Montecristo”, símbolo de los inocentes injustamente condenados. Hojas para matar la soledad.