El debate de anoche dejó al descubierto dos estrategias políticas profundamente contrastadas.
Por un lado, Juan Pablo Velasco juega consolidar la imagen de un político técnico, preparado y enfocado en la capacidad de gestión. Su narrativa apeló a un electorado racional, aquel que valora la eficiencia, la planificación y la solvencia administrativa por encima de la emocionalidad. Velasco buscó posicionarse como el candidato de la razón, de la gestión y del conocimiento, apostando por la persuasión basada en la competencia más que en la pasión.
En el extremo opuesto, Edman Lara optó por jugar a la polarización emocional. Desde su vestimenta hasta el tono de su discurso, apeló a la confrontación entre cambas y collas, reabriendo viejas heridas sociales y regionales. Aunque resulte incómodo reconocerlo, en Bolivia el voto sigue siendo principalmente emocional, y esta elección lo volvió a demostrar. Lara juega deliberadamente con esa emocionalidad: más que una estrategia planificada, busca convertirse en el centro de los ataques para asumir el rol de víctima y construir su imagen desde esa posición.
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En síntesis, ambos candidatos jugaron para su electorado natural, buscando consolidar sus bases, pero ninguno logró conquistar al votante indeciso ni al votante opositor. Más allá de los estilos y preferencias, lo que quedó en evidencia fue la falta de experiencia política y formación discursiva de ambos, abriendo así una oportunidad inmejorable para sus compañeros de fórmula.
En este escenario de división social y resurgimiento del racismo político en el occidente del país, Rodrigo Paz tiene la posibilidad de capitalizar el momento desde la narrativa de la unidad nacional. Si logra proyectar un discurso que trascienda las grietas ideológicas y culturales, puede recuperar una idea poderosa y necesaria: que todos somos bolivianos y debemos salir juntos de esta crisis.
Por su parte, Tuto Quiroga enfrenta también una oportunidad estratégica. Su candidato a la vicepresidencia enfatizó con acierto la crisis económica, el desempleo y la falta de rumbo productivo. Si la fórmula logra traducir ese diagnóstico en propuestas concretas y viables, podrá conectar con un electorado que hoy prioriza la estabilidad económica por encima de la confrontación política.
Ambos candidatos a vice, consciente o inconscientemente, dejaron servida la mesa a los candidatos a presidente para brillar..
Rodrigo Paz parece llevar una ligera ventaja: el discurso polarizador moviliza, genera voto entre Bolivianos, pero también cansa y fractura. En ese contexto, un mensaje de reconciliación puede emerger como el gran antídoto frente a la polarización racial y social. Tuto Quiroga, por su parte, puede erigirse en el solucionador técnico de la crisis económica, si logra comunicar con claridad su propuesta de reconstrucción.
La contienda actual no está construyendo puentes, sino levantando muros entre bolivianos. El gran desafío que quedará tras las urnas será la reunificación nacional, una tarea que demandará liderazgo, serenidad y visión de país. Rodrigo Paz puede retomar su narrativa de cohesión, mientras que Tuto Quiroga tiene en sus manos la posibilidad de plantear una unidad social sustentada en la recuperación económica.
Sea quien sea el próximo presidente, cargará con las fracturas sociales, regionales y económicas que deja esta campaña, y con las heridas que el MAS sembró durante años de manipulación y polarización política.
Bolivia necesita un liderazgo que no solo gane elecciones, sino que reconstruya la confianza entre los bolivianos. Esa será, sin duda, la tarea más compleja y decisiva para el próximo gobierno.
Arturo Mendivil
Abogado & consultor político