Fuente: https://www.marca.com
Palestina juega este jueves. Coincidiendo prácticamente con el segundo aniversario de los ataques terroristas de Hamás, y de una respuesta, la de Israel, que ha derivado en el genocidio de Gaza, la selección absoluta que dirige Ehab Abu Jazar se enfrenta a domicilio con Argelia en el primero de dos amistosos (el siguiente se jugará el lunes), ambos en el estadio 19 de Mayo de 1956 de la ciudad de Annaba. 22 futbolistas, que llevan varios días preparando el encuentro, forman parte de la convocatoria palestina.
¿Y cómo es posible reunir a los jugadores teniendo en cuenta la parálisis prácticamente completa que vive el deporte (en general) de un Estado reconocido por España en mayo de 2024, por otros muchos países recientemente? Fundamentalmente, porque juegan fuera: en Qatar, Libia, Egipto, Líbano, Jordania o Emiratos una mayoría; en Europa también alguno. Así que, con Ahmad Taha como una de las escasas y tremendas excepciones (se desempeña en la segunda categoría israelí y fue señalado en ese sentido por el propio Miki Zohar, ministro de Cultura y Deporte del gobierno que dirige Benjamin Netanyahu), se reúnen en distintas sedes para ejercitarse y viajar… con un proyecto a medio plazo de establecer base en Chile.
Voces, abrazos… todo nos dice que Palestina no está sola, que la dignidad humana todavía tiene defensores, y eso nos da fuerza.
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Sí, Chile. Por tres razones: porque el país suramericano cuenta con la mayor comunidad palestina del planeta al margen de los países árabes, porque el Palestino es precisamente uno de los clubes más importantes allí y aportaría infraestructura… y porque se mantiene el sueño del Mundial 2030, después de haberse quedado a las puertas del que se desarrollará el próximo año. Un penalti cometido precisamente por Taha, en el último minuto y ante Omán, acabó el pasado mes de junio con las opciones. «Cuando el error se convierte en una forma de injusticia, duele más de lo que imaginamos y deja una marca que no se borra fácilmente«, lamentó el jugador.
Mucho más cerca en el horizonte del combinado nacional palestino queda la Copa Árabe, que tendrá lugar en Qatar el próximo mes de diciembre y para la que, en el afán por clasificarse, Palestina disputará el 25 de noviembre un partido decisivo ante Libia. Diez días antes, por cierto, la agenda de la selección árabe dispone otro encuentro con Euskadi, presentado en el Museo de la Paz de Gernika hace apenas unos días, con la presencia, entre otros, de Jibril Rajoub, presidente de la Federación Palestina de Fútbol; de Susan Shalabi, vicepresidenta; o de Yaser Hamed, futbolista de origen vasco que pasó por la cantera del Athletic y por equipos como Arenas, Santurtzi, Gallarta o Portugalete.
No es fácil jugar ahora, cuando, por ejemplo, varios futbolistas desconocen la suerte que hayan podido correr los familiares que tienen en Gaza. «El deporte en Palestina no es un lujo… sino una forma de firmeza», podía leerse en un comunicado que hizo público la Federación precisamente el día 7, con el título ‘La guerra de exterminio: dos años después de la paralización del deporte palestino’ y en el que, a modo de resumen, se explicaba que, «después de que los estadios se transformaran en campos de escombros y la comunidad deportiva perdiera cientos de mártires, incluidos jugadores, entrenadores y administradores […], se han cancelado torneos, suspendido ligas e interrumpido entrenamientos».
La más reciente de las «violaciones» en lo que a infraestructuras respecta pasa por el lanzamiento de «gases lacrimógenos y bombas sónicas contra la sede de la Asociación Palestina de Fútbol en la ciudad de Al-Ram». En cuanto a pérdidas humanas, durante los dos años en cuestión se ha documentado «la muerte de más de 949 atletas […] incluidos más de 467 futbolistas». Uno de ellos era Suleiman Al-Obeid, ex de la selección, nacido precisamente en Gaza y también conocido como el ‘Pelé palestino’, al que la UEFA quiso despedir con un comunicado aséptico que encontró respuesta en una estrella como el egipcio Mohamed Salah: «¿Pueden decirnos cómo murió, dónde y por qué?»
Casi todas las federaciones deportivas locales, en definitiva, han optado por suspender sus competiciones, situación inédita en un deporte que, siempre amenazado y siempre con problemas, apostaba por una red de seguridad que garantizara la continuidad. Ante tal situación cobra más importancia si cabe la acción oficial en foros internacionales: en lo que al fútbol respecta, el mencionado Jibril Rajoub envió cartas oficiales a federaciones continentales (conviene recordar que es la UEFA precisamente la que acoge a Israel), FIFA y COI, exigiendo medidas urgentes, entre ellas la prohibición de que equipos y selecciones israelíes participen en competiciones oficiales hasta que cese la agresión.
El asunto siempre ha resultado incómodo para los organismos en cuestión. Y la respuesta, insuficiente. Gianni Infantino, por ejemplo, insiste en que «la FIFA no puede resolver los problemas geopolíticos», aferrándose además al plan de paz para Gaza propuesto por Donald Trump, presidente de Estados Unidos, y cuya primera fase se ha pactado estos días. O sea, que nada de expulsión. El Maccabi Tel-Aviv podrá seguir compitiendo en la Europa League (un empate y una derrota en la liguilla hasta ahora)… igual que, atendiendo al basket como club polideportivo, en una Euroliga que también cuenta con el Happoel de la misma ciudad. Eso sí, disputan sus partidos de casa en Serbia o Bulgaria.
La sociedad parece circular por delante de la política también en lo que al deporte respecta. Porque esa ausencia de medidas encuentra compensación, en España y por ejemplo, en las acciones que provocaron la suspensión de la etapa final de la Vuelta o en el homenaje a la causa palestina que, con motivo del Athletic-Mallorca, tuvo lugar en San Mamés el pasado fin de semana. «Voces, abrazos… todo nos dice que Palestina no está sola, que la dignidad humana todavía tiene defensores, y eso nos da fuerza. España ha elegido liderar donde otros miran hacia otro lado; ha elegido la humanidad por encima de la complicidad», insiste Rajoub.
El fútbol no existe en el vacío; la FIFA y la UEFA deben aceptar su responsabilidad en virtud del derecho internacional.
A todo esto, Israel también tiene compromisos futbolísticos. “Mientras la selección nacional de fútbol se prepara para jugar contra Noruega e Italia en las eliminatorias de la Copa Mundial, se sigue perpetrando un genocidio contra la población palestina en la Franja de Gaza», apunta en ese sentido Agnès Callamard, secretaria general de Amnistía Internacional, que aporta otra denuncia, la de que clubes radicados en asentamientos del territorio palestino ocupado puedan disputar las distintas ligas israelíes: «Es una auténtica vergüenza que, tras recibir múltiples advertencias durante más de diez años, se siga permitiendo».
No se trata, en fin, de una crisis pasajera, sino de un problema global. El deporte, que durante años fue símbolo de esperanza y unidad, se enfrenta en Palestina a una de las fases más peligrosas de su historia, la que oscila entre la parálisis doméstica y la necesidad de que las selecciones se conviertan «en embajadores de alegría en tiempos de tristeza y en voz de esperanza para un país que se niega a ser destrozado a pesar de sus heridas». Los futbolistas pasan a ser así, y según su propia Federación, «el pulso del pueblo, la sonrisa de la tierra y el eco de la vida frente al silencio«.