En 2025, el reciclaje enzimático se posiciona como una de las soluciones más avanzadas para tratar residuos plásticos complejos, como los PET coloreados o textiles multicapa. Empresas como Carbios, en Francia, están construyendo instalaciones a gran escala que permitirán procesar hasta 50.000 toneladas anuales. Este tipo de reciclaje no solo evita el vertido, sino que reduce hasta un 90% las emisiones de CO₂ frente a la producción convencional de plástico.
Uno de los mayores avances recientes es la mejora en la eficiencia del proceso enzimático: un estudio conjunto entre el NREL y la Universidad de Portsmouth reveló una disminución de más del 65% en el consumo de energía y una reducción del 99% en el uso de productos químicos agresivos. En paralelo, enzimas como la FAST-PETase, desarrollada en Texas, pueden descomponer plástico sucio o cristalino sin necesidad de tratamiento previo.
Pirólisis avanzada: del plástico a combustibles y químicos
La pirólisis transforma residuos plásticos en aceites, gases y productos reutilizables mediante calor sin oxígeno. En su versión más moderna, como la pirólisis asistida por microondas, se logra una eficiencia térmica superior y una disminución drástica en la generación de residuos secundarios como la cera. Proyectos como PLASTICE, liderado por el centro CIRCE, buscan recortar hasta un 60% de la huella de carbono asociada.
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En paralelo, soluciones portátiles como las de Pyrolyze en los Países Bajos permiten instalar pequeñas plantas recicladoras en comunidades rurales o zonas industriales, transformando plásticos mixtos en diésel en cuestión de horas.
Reciclaje químico y molecular: hacia la pureza del monómero
Una de las aproximaciones más precisas es la despolimerización, que separa el plástico en sus unidades moleculares originales. Empresas como Scindo han demostrado que mediante enzimas especializadas es posible tratar residuos antes imposibles de aprovechar.
La tecnología STRAP, creada por la Universidad de Wisconsin-Madison, permite separar hasta 10 tipos de plásticos mezclados gracias a solventes guiados por datos termodinámicos. Además, la variante STRAP-B reduce el uso de disolventes tóxicos y logra una eficiencia de recuperación cercana al 100%, a costes competitivos.
Inteligencia artificial y robótica: el cerebro del reciclaje
El uso de inteligencia artificial en clasificación de residuos está mejorando drásticamente la precisión y velocidad de los procesos. Robots como los de Recycleye pueden identificar y separar 1.000 artículos por hora, un rendimiento que supera por mucho al humano promedio.
Empresas como Greyparrot o Pellenc ST han desarrollado sistemas que no solo reconocen materiales, sino que optimizan rutas de recolección y verifican calidad en tiempo real. Estos sistemas permiten aprovechar al máximo cada envase, clasificando incluso por tipo de uso (alimentario o no), crucial para el cumplimiento de normativas europeas.
Trazabilidad total: blockchain y marcas digitales
El reciclaje del futuro también pasa por saber qué, dónde y cuándo se recicla. Tecnologías como las marcas de agua digitales, validadas por la iniciativa HolyGrail 2.0, permiten identificar cada envase con gran detalle sin afectar el diseño ni el proceso de consumo.
Simultáneamente, plataformas como Plastiks y proyectos como TRACKCYCLE están aplicando blockchain para registrar de forma segura y verificable todo el recorrido del plástico reciclado. Esto no solo mejora la trazabilidad, sino que protege frente al greenwashing al certificar el impacto ambiental real de cada acción.
Otras tecnologías emergentes con potencial disruptivo
Entre los avances más llamativos, destaca la gasificación por plasma, capaz de destruir por completo residuos plásticos generando gas de síntesis para electricidad o hidrógeno. Esta técnica puede alcanzar eficiencias del 80% y eliminar completamente toxinas resistentes.
La fotocatálisis solar, por su parte, utiliza nanomateriales y luz solar para descomponer microplásticos, mientras que el reciclaje electroquímico permite controlar con precisión qué compuestos se generan mediante voltajes aplicados. La tecnología STEP, que combina energía solar térmica con electrólisis, está logrando eficiencias de conversión muy superiores a las de la pirólisis convencional.
También existen enfoques más orgánicos, como el uso de supergusanos con bacterias intestinales capaces de degradar ciertos plásticos. Aunque no se consideran soluciones definitivas, ofrecen pistas valiosas para la biotecnología del reciclaje futuro.
Impresión 3D y reutilización creativa
La impresión 3D con plástico reciclado está abriendo nuevas puertas para el reaprovechamiento local de residuos. Empresas nórdicas ya están produciendo filamentos de alta calidad a partir de residuos postconsumo, permitiendo fabricar productos personalizados con menor impacto.
Este enfoque descentralizado permite transformar directamente botellas o envoltorios en objetos últiles como piezas de repuesto, herramientas o incluso elementos artísticos, fomentando la economía circular desde el hogar o pequeños talleres.
El reto de la implementación masiva
Aunque las tecnologías están listas o en fases muy avanzadas, el mayor desafío sigue siendo la escalabilidad y sostenibilidad económica. Para que estas innovaciones se traduzcan en cambios reales, hace falta una infraestructura adecuada de recolección, inversión sostenida, legislación clara y compromiso colectivo.
Aun así, los avances muestran que es posible repensar completamente el ciclo del plástico, desde su producción hasta su reintegración al sistema. Pero ninguna tecnología será suficiente si no se reduce drásticamente la dependencia del plástico virgen.
El futuro del reciclaje no solo depende de cómo lo tratamos al final de su vida útil, sino de cuánto y cómo consumimos desde el inicio.
Fuente: https://wwwhatsnew.com