Herencia: El MAS deja un país sin oxígeno fiscal


La economía se contrae tras una década de señales ignoradas. Sin dólares, sin gas y con un Estado fiscalmente agotado, el próximo gobierno enfrentará una crisis que ya se siente en los surtidores y en los bolsillos

Por Ernesto Estremadoiro Flores



Fuente: eldeber.com.bo

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El próximo Gobierno de Bolivia no asumirá el poder con el lujo de promesas grandilocuentes, sino con la urgencia de apagar incendios económicos. El país llega al final de este ciclo político con una economía exhausta, atrapada entre la falta de dólares, la escasez de combustibles, la caída de las exportaciones de gas y el alza constante del costo de vida. Los indicadores que hace una década eran motivo de orgullo hoy son señales de alarma: el modelo de crecimiento sostenido por los ingresos del gas se desmoronó, el aparato productivo está asfixiado por el control estatal, y el Banco Central ya no tiene reservas suficientes para sostener el tipo de cambio.

En las estaciones de servicio, las filas de vehículos se han vuelto parte del paisaje urbano. El desabastecimiento de gasolina y diésel no solo genera molestias, sino que paraliza la logística y encarece los costos de transporte y producción. YPFB, una empresa que alguna vez fue símbolo de solvencia, depende cada vez más de importaciones para cubrir la demanda interna. El déficit energético, que antes se escondía tras discursos nacionalistas, hoy es inocultable: la producción de hidrocarburos cayó a niveles históricos y los ingresos por exportaciones de gas, principal fuente de divisas del país durante dos décadas, se han reducido drásticamente.

 Entre 2014 y 2024, las exportaciones de gas natural se desplomaron de más de 6.000 millones de dólares anuales a poco más de 2.000 millones, según datos oficiales. Brasil y Argentina, los principales compradores, redujeron sus volúmenes por la falta de producción y por sus propias políticas energéticas. Sin esa fuente de dólares frescos, la economía boliviana perdió su principal pulmón. El resultado: una crisis cambiaria que el Gobierno trató de contener con medidas cada vez más desesperadas, como la venta de oro de las reservas internacionales o la emisión de bonos en moneda extranjera.

Pero esos parches no detuvieron la sangría. El Banco Central de Bolivia reconoció recientemente que las reservas internacionales netas apenas superan los $us 3.451 millones, una cifra que, descontando el oro comprometido, deja muy poco margen para sostener el tipo de cambio fijo que rige desde 2011. La falta de divisas se siente en todos los niveles: los bancos limitan la venta de dólares, las empresas importadoras pagan sobreprecios por conseguirlos en el mercado paralelo, y los viajeros deben recurrir a remesadoras informales o casas de cambio no reguladas.

El dólar oficial se mantiene en 6,96 bolivianos, pero en la práctica el mercado ya se desdobló. En las calles, el tipo de cambio paralelo supera los Bs 12 por unidad, una brecha que refleja la pérdida de confianza en la política económica. El Gobierno saliente insiste en que se trata de “distorsiones especulativas”, pero los hechos muestran otra cosa: el control de precios y la falta de divisas están estrangulando la capacidad productiva del país.

Bolivia en recesión

La economía boliviana se contrajo un -2,41 % en el último año, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Lo que muchos temían, y otros evitaban nombrar, ya es una realidad: Bolivia está en recesión. Y lo que viene no pinta mejor.

Carlos Aranda, economista del Centro de Estudios Populi, analiza sin rodeos el escenario que recibirá el próximo gobierno: “La economía se ha enfriado completamente. El sistema financiero está tensionado, los precios suben, los ingresos no, y la incertidumbre paraliza cualquier decisión económica. Estamos frente a un cuadro clásico de estanflación”.

La caída del Producto Interno Bruto, explica Aranda, responde a una combinación explosiva de factores: la escasez de combustibles, la falta de dólares, la caída en las exportaciones de gas, el encarecimiento de las importaciones y una crisis de confianza que se refleja tanto en los mercados populares como en los bancos.

“No hay crecimiento porque no hay inversión, no hay inversión porque no hay certidumbre, y no hay certidumbre porque el Estado está fiscalmente agotado”, dijo.

Aranda advierte que el sistema financiero boliviano atraviesa una contracción silenciosa. En los primeros ocho meses del año, los depósitos a la vista cayeron en 4.000 millones de bolivianos. La liquidez, que antes rondaba el 80%, bajó a 66%. “La gente está sacando su dinero porque las tasas de interés reales son negativas. Ahorrar en el banco ya no conviene. Y cuando la banca tiene menos liquidez, restringe el crédito. Sin crédito, la economía se detiene”.

A eso se suma un problema estructural: la crisis fiscal del Estado. “Los fondos de pensiones se están desviando para financiar el déficit público. Es una práctica que erosiona la sostenibilidad del sistema financiero. Y como el Estado sigue gastando más de lo que recauda, el desequilibrio se traslada a todo el aparato económico”.

Causas del problema

La raíz del problema está en el debilitamiento estructural del sector de hidrocarburos. La producción de gas natural, principal fuente de ingresos del país durante casi dos décadas, continúa en caída.

Según datos de YPFB la producción nacional de gas cayó de 60 millones de metros cúbicos diarios (MMmcd) en 2014 a apenas 29 MMmcd en 2025, una reducción de casi la mitad en solo una década. El país exportaba hace once años más de 17.600 millones de metros cúbicos (MMm³) anuales, mientras que hoy esa cifra ronda los 8.000 MMm³, lo que implica una pérdida del 54% en volumen y más de $us 4.000 millones en ingresos.

Con menos gas para exportar y menos dólares que ingresar, el Estado enfrenta un severo desbalance fiscal que afecta a toda la cadena productiva. La escasez de combustibles en el mercado interno —gasolina y diésel, principalmente— ha generado largas filas en estaciones de servicio de Santa Cruz, Cochabamba y La Paz. Transportistas reportan esperas de hasta seis horas para repostar y denuncian pérdidas por la paralización de viajes y mercaderías.

Desde 2015, la inversión en exploración de nuevos campos ha sido insuficiente para reponer las reservas que sustentaron el auge gasífero de los años 2000.

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Para el presidente de la Federación de Empresarios Privados de Santa Cruz (Fepsc), Óscar Mario Justiniano, el país enfrenta “una crisis profunda, resultado de decisiones políticas e ideológicas que se negaron a corregir cuando aún era posible hacerlo”.

“No es que la economía cayó, estamos en decrecimiento. La falta de dólares ha generado escasez de combustibles y eso afectó desde la producción hasta el transporte y las exportaciones. Todos los sectores lo están sintiendo”, afirmó.

Justiniano recordó que, desde hace más de un año, los análisis del CEBEC y de instituciones empresariales advertían la desaceleración económica. Sin embargo, dijo, que el Gobierno “ignoró las alertas” y priorizó la ideología sobre las medidas técnicas. “En economía no hay misterio: si no se toman las medidas correctivas, el desenlace es inevitable. Hoy estamos viendo ese resultado”, lamentó.

El dirigente advirtió que la recesión reducirá el empleo formal y golpeará con más fuerza a los sectores productivos y de servicios. “Cada familia boliviana siente que lo que gana ya no alcanza”, sostuvo el empresario.