De cara al próximo balotaje de octubre, se han puesto sobre la mesa diversas propuestas económicas que, aunque pueden partir de buenas intenciones, en la práctica corren el riesgo de agravar la crisis que atraviesa el país, aspecto que invita a reflexionar con mayor detenimiento sobre sus posibles consecuencias.
Entre algunas propuestas, se destacan la reducción de impuestos, la protección de la propiedad privada y la garantía de seguridad jurídica, así como la posibilidad de disminuir las tasas de interés con el fin de ampliar el acceso a créditos para emprendimientos productivos. A primera vista, estas ideas parecen favorables para dinamizar los mercados, incentivar la inversión y fortalecer al sector privado; sin embargo, el control discrecional de las tasas de interés puede resultar contraproducente y profundizar aún más las dificultades económicas actuales.
Fijar tasas artificialmente bajas distorsiona el mercado y genera malas asignaciones de capital, traduciéndose en los siguientes problemas: 1) El crédito barato tiende a financiar proyectos poco rentables, 2) Empresas con baja productividad logran prolongar su existencia gracias a financiamiento barato y 3) Se desvían recursos de sectores competitivos hacia otros menos eficientes, lo que erosiona el crecimiento sostenible.
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas
Adicionalmente, tasas demasiado bajas incentivan un endeudamiento masivo que no necesariamente se dirige a la producción, sino a sectores especulativos, como el inmobiliario, lo que podría incrementar los precios de activos como viviendas y terrenos, originando burbujas especulativas con resultados inexorables en el mediano a largo plazo.
Otro riesgo importante son las presiones inflacionarias: con más dinero barato en circulación, aumenta la demanda de bienes y servicios, por lo cual, considerando el contexto actual de oferta limitada y tensiones inflacionarias, este efecto resulta altamente negativo para la estabilidad de los precios.
Es cierto que la banca no goza siempre de buena reputación; sin embargo, entre sus funciones principales se encuentra la intermediación financiera, es decir canalizar recursos de los ahorristas hacia quienes necesitan financiamiento, procurando asignarlos a proyectos con rentabilidad y riesgo aceptables garanticen rentabilidad y un riesgo aceptable que asegure la recuperación de sus colocaciones. Ahora bien, en sí todo emprendimiento debe enfrentar dos variables esenciales: riesgo y rentabilidad, siendo que a partir de ellas surge una tasa de rendimiento mínima que debe cubrir tanto el costo del financiamiento -la tasa de interés-, como el riesgo asumido por el inversionista -costo de oportunidad- por la ejecución de una determinada idea.
Por tanto, cuando se manipula artificialmente el costo del financiamiento, se incrementa el riesgo de respaldar proyectos no rentables, restringiendo recursos que podrían destinarse a iniciativas más sólidas, lo cual no solo eleva la morosidad y el riesgo sistémico, sino que también limita nuevas colocaciones de crédito, reduciendo en última instancia la oferta de financiamiento.
En este contexto, si realmente se quiere aplicar un capitalismo verdadero, es necesario dejar atrás el paradigma keynesiano de estimulación del consumo y expansión del gasto para que la economía funcione, sino que debe orientarse a la acumulación de capital, que se basa en inversión, la cual a su vez se origina a partir del ahorro verdadero y no expansión del crédito artificial, toda vez que las sociedades consumistas no se permiten el ahorro, por tanto dejan de lado la inversión y la subsecuente acumulación de capital que es la única manera efectiva de incrementar la productividad; razón por la cual las decisiones económicas demandan responsabilidad, visión de largo plazo y conocimiento de los equilibrios básicos del mercado, con el objetivo de no agravar aún más la situación económica
Por Horacio Guido Valle Santa Cruz