El diagnóstico económico actual para Bolivia es el de la estanflación. Vine advirtiendo desde agosto de 2023, cuando realicé una investigación como tema de análisis y discusión del 16 Encuentro de Economistas de Bolivia (publicado por el BCB). Allí, efectué previamente un análisis acerca de este fenómeno, emergente a mediados de la década de los 70’ pero, cuyo estallido se dio durante los primeros años de los 80’. Aquí hay dos aspectos a destacar: uno, el fenómeno no es nuevo en nuestra economía; dos, el modelo económico estatista (MESCP), apuntaba a que la economía boliviana, nuevamente, se enrumbará inevitablemente hacia este fenómeno perverso.
Teóricamente, la estanflación (stagflation), implica un problema económico que contiene dos anomalías: por un lado, el estancamiento y, por otro, la inflación. Las proyecciones del crecimiento económico varían desde una perspectiva positiva desde 0.5% a 1.5%, y otras más pesimistas, prevén -0.5 a -2.5%. Previamente, en los últimos años, los índices de crecimiento mostraban síntomas de estancamiento donde, ya se podía pronosticar, una tendencia hacia la recesión o contracción económica negativa (¿cuál la diferencia?, pues, cuando hay estancamiento, tus vecinos están sin trabajo, en una recesión, tú y tus vecinos no tienen trabajo). Paralelamente, se hace ya ocioso indicar que hay inflación en Bolivia, aunque, con el aditamento de irse profundizando. Bien, hasta aquí no hay muchas novedades.
Se sabe en economía que, el gran problema y paradoja de ambas anomalías, cuando se unen, es que tienen efectos inversos cuando se aplican políticas económicas en la rehabilitación de una u otra. Es decir, si uno aplica políticas antiinflacionarias, se agudizará el estancamiento yendo hacia una recesión más aguda y, viceversa, atacar la recesión para reactivar la economía (y que haya más empleo, por ejemplo), elevará aún más la inflación. El Premio Nobel de Economía 1976, Milton Friedman, frente a esta significativa disyuntiva, consideraba que había que decidir inmediatamente y sin vueltas hacia el freno de la inflación directamente, y esperar un buen tiempo, una vez estabilizada la economía, por la reactivación económica. ¿Por qué esta decisión o elección? Porque ninguna economía aguanta con precios inestables que varían día a día, pues es improbable que el mercado de producción planifique costos y precios de forma inmediata y constante (peor para un Estado-Elefante y sus empresas). Por lo que la estabilidad de precios es urgente e ineludible (acordarse del D.S. 21060).
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Bajo el supuesto de que el nuevo gobierno lleve previamente ajustes de urgencia como: frenar la inflación, abastecimiento de gasolina-diésel, y estabilizar el tipo de cambio (hacia arriba o abajo), tendrá indubitablemente que disminuir el déficit fiscal vía gasto público, y cierre de empresas deficitarias, no solo embistiendo al gasto corriente, sino también disminuyendo la inversión pública -de despilfarro-. Por tanto, bajo estos supuestos: se estabilizan precios ciertamente, pero, habrá recesión, sin inversión y alto desempleo, no solo público (ministerios, gobiernos subnacionales, universidades, etc.), sino también privado, pues gran parte de la empresa privada vive de la inversión pública. Habría entonces que acudir a la inversión privada interna y/o externa -claro que sí-, pero no será inmediatamente, habrá que reformar leyes, acuerdos, mostrar una imagen de economía sin inflación y con seguridad jurídica a la inversión privada, pero…, esto lleva tiempo. No olvidar además que, el déficit tiene otra variable: el impuesto, si se baja el gasto, habrá que elevar impuestos, para dar fin con el déficit fiscal, lo cual, implica que afecte la inversión, y si no se quiere elevarlos, lo lógico es que se amplíe el universo tributario, suma que puede restar apoyo sociopolítico. Respecto al tema combustible: “sincerar precios” implica que la demanda y oferta fijen precio de mercado (considerando precio internacional) y esto, significa altos costos de transporte, variable que empujará la producción en sentido contrario, por lo menos en el corto plazo: estancamiento. Le corresponde al tipo de cambio, es necesario una devaluación, perfecto, esto significa impulso a las exportaciones, pero al estar indexada la economía al dólar, la inflación y, altos costos de transporte, presionarán a reducir el efecto de exportaciones, paralelamente, la devaluación permitiría una reducción de las importaciones (reduciendo déficit comercial), pero una economía dependiente de bienes básicos, intermedios y de capital externo, se vería seriamente afectada, dando como resultado: nuevamente estancamiento.
Elegir primordialmente frenar la inflación es la medida más acertada, pero, hay que saber aplicar políticas económicas adecuadas, (a cada problema económico, una determinada política económica), y no, “querer solucionar todo” con diversas políticas económicas que se crucen y se anulen. Paralelamente, hay que indicar que hasta que no se estabilicen precios y la propia economía, habrá efectos contrarios sobre la economía (y no alarmarse ni presionar sobre este tema al menos en el corto y mediano plazo), no por un asunto de “franqueza política”, sino, para que los agentes económicos tomen sus precauciones y sepan cómo actuar en cada coyuntura que se les presente.
Oscar A. Olmedo
El autor es economista con estudios en filosofía.
