Hemos visto en las redes sociales una antigua entrevista que el periodista Carlos Mesa realizó al economista norteamericano Jeffrey Sachs, por entonces un experto profesor de primer nivel en Harvard. La principal pregunta de Mesa fue clara y directa: “¿Quién es el verdadero padre del decreto 21060?”.
Sachs no tuvo el menor inconveniente en señalar a Víctor Paz Estenssoro y a Hugo Banzer Suárez, como decisivos en el empeño. Y expresó que había sido invitado a dar luces en el plan de gobierno de Banzer, entre otros, por Ronnie MacLean y Carlos Iturralde. Pero, que, como Banzer había ganado las elecciones presidenciales de 1985, pero no había obtenido el poder que lo obtuvo Paz Estenssoro, se produjo un “hito histórico”, cuando oficialistas y opositores se volcaron para trabajar juntos e intercambiar sus conocimientos en favor de la nación. Ahí destacó también, con gran visión, decía Sachs, Gonzalo Sánchez de Lozada, en la búsqueda de una “reinvención” del país. Esto le narraba Sachs a Carlos Mesa hace muchos años. Bolivia, que se moría, según el Dr. Paz, revivió, y no solo eso, sino que llegó a ser admirada y hasta imitada.
Aunque Bolivia no atraviesa exactamente por la misma situación política de 1985, porque transita por un momento económico peor que la nación moribunda que encontró Paz Estenssoro, y con mayor razón solo la pueden salvar choques eléctricos que reviertan su ritmo cardiaco. Si no hay choques, vendrá lo peor.
Retrotrayéndonos a 1985, si el presidente que viene no recurre a los acuerdos parlamentarios o los opositores se niegan a pactar, el coma de la nación puede acabar en funeral. Ni Tuto Quiroga tiene el suficiente respaldo parlamentario para aplicar el choque, ni lo tendría tampoco Rodrigo Paz, que no está entre sus planes hacerlo. Y lo peor: ninguno puede estar absolutamente seguro de que sus senadores y diputados guardarán fidelidad a sus personas. Mucho peor en el caso de Rodrigo Paz, que, teniendo la mayoría de los parlamentarios, nada menos que 65 congresales (49 diputados y 16 senadores), la mitad, más o menos, son seguidores del famoso capitán Lara y de personajes que no le deben lealtad alguna a Paz Pereira candidato ganador de la primera vuelta. No olvidemos que las traiciones que se ven en la Asamblea boliviana, son proverbiales, dignas de una novela negra.
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Hay que dar por descontado que, si no se aplica sanamente la “democracia pactada” – tan denostada y maldecida por el MAS – el país permanecerá paralizado, hundiéndose. Sin pactos no hay democracia, hay partido único, autocracia. Si Paz y Quiroga no se ponen de acuerdo y si, mejor aún, no invitan a sumarse a Samuel Doria Medina, el fracaso será inevitable. Con la presencia de los tres jefes nada se podría temer y solo así se podría pensar en grandes cambios a nuestra Constitución, que es tan deficiente y oscura.
Quienes han llegado al balotaje – Paz y Quiroga – tienen que convencerse, que, perder en la elección del domingo, no significará irse a su casa ni mucho menos. Ya tienen un poder inmenso fruto de su victoria. En el caso de Rodrigo Paz, que es la primera vez que compite en una justa presidencial, quedaría con una oposición de 65 parlamentarios entre 130, lo que significa mucha influencia. Ahora bien, dentro de su agrupación de políticos, como en un juego de ajedrez, deberá saber mover sus piezas meditando con toda cautela, porque si se distrae, el “capi” Lara se robará a la reina y lo dejará aislado detrás del enroque.
Finalmente, la Democracia Cristiana no es un partido de masas, así que Rodrigo Paz no puede esperar una adhesión cierta ni sincera de 65 ambiciosos congresales. Por lo menos 20 o 30 son de Lara. Y cualquier político a quien le obedezca una veintena de parlamentarios, puede hasta empantanar el trabajo de la Asamblea, como ya lo hemos observado y no queremos que se repita. Y si vemos las reacciones que tiene el “capi” y sus anuncios apocalípticos de “cambio”, no debería extrañarnos que, más temprano que tarde, se zafe de su alianza con la DC si es que Rodrigo Paz no tiene la capacidad y fuerza para contenerlo y hacerlo entrar en razón. Sin esas incertidumbres, Tuto ofrece mucho mayor gobernabilidad en todo caso.