Nepal, Bangladesh y Sri Lanka han vivido transformaciones políticas recientes debido a la movilización juvenil, forzando cambios en sus liderazgos históricos y aumentando la presión sobre la región
La inestabilidad regional en el sur de Asia desafía la influencia de India y redefine el equilibrio político. REUTERS/Issei Kato/File Photo
Fuente: infobae.com
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Protestas organizadas por jóvenes han desencadenado la caída de gobiernos en Nepal, Bangladesh y Sri Lanka, revelando una transformación que pone a prueba la capacidad de India para manejar sus intereses globales frente a crecientes tensiones en su vecindad inmediata.
En Nepal, la destitución del primer ministro K.P. Sharma Oli en septiembre, impulsada por la generación Z, se enlaza con la “revolución del monzón” que llevó al derrocamiento de la primera ministra Sheikh Hasina en Bangladesh en agosto de 2023 y el aragalaya que motivó la salida del presidente Gotabaya Rajapaksa en Sri Lanka en 2022. Según Foreign Policy, estos movimientos han resaltado el protagonismo de la movilización juvenil frente a estructuras políticas tradicionales, evidenciando el avance del poder de la calle.
Las causas tras estas movilizaciones son profundas y estructurales. Desde la abolición de la monarquía en 2008, Nepal ha contado con catorce gobiernos en diecisiete años. Acusaciones de corrupción y nepotismo, sumadas a restricciones como la prohibición de 26 plataformas de redes sociales, han generado frustración. Más de una cuarta parte de la población nepalí tiene menos de 15 años, la edad mediana es de 25, y uno de cada cinco jóvenes se encuentra desempleado.
En Bangladesh y Nepal, líderes respetados como el Nobel Muhammad Yunus y la exjueza Sushila Karki han asumido cargos en gobiernos transitorios, mientras en Sri Lanka la coalición encabezada por Anura Kumara Dissanayake sorprendió en las elecciones de 2024. Partidos emergentes como Hami Nepal y el National Citizen Party en Bangladesh han debilitado el control de las élites y marcan un cambio de etapa.
Consecuencias de las protestas contra la corrupción en Katmandú, Nepal, 7 de octubre de 2025. REUTERS/Navesh Chitrakar
Retos estructurales y regionales
Este cambio se produce en una región con integración económica muy limitada: solo el cinco por ciento del comercio es intrarregional. Foros como la Asociación Sudasiática para la Cooperación Regional (SAARC) no han celebrado cumbres desde 2014, y la BIMSTEC suma apenas seis reuniones en más de 25 años. Foreign Policy destaca que la disfunción institucional, el peso demográfico —con el 40% de la población menor de 18 años—, el desempleo juvenil y los riesgos climáticos profundizan la fragilidad del área.
India se halla ante un dilema estratégico. El gobierno del primer ministro Narendra Modi ha priorizado la proyección global —presidencia del G-20 en 2023, avance del programa espacial y crecimiento económico que perfila al país como la tercera mayor economía mundial—. Sin embargo, esta orientación ha relegado la política de “Neighborhood First” y la atención a las dificultades inmediatas de la región. En el Raisina Dialogue, el principal foro de política exterior del país, la reciente inestabilidad regional y hechos como el ataque en Cachemira en abril —que reavivó tensiones con Pakistán— apenas se discutieron.
La reacción india a las crisis regionales ha sido lenta, incluso en regiones fronterizas como Ladakh y Manipur. Si bien Nueva Delhi promovió iniciativas de conectividad, asistencia financiera y distribución de vacunas y alimentos, la confianza regional y la integración permanecen lejos de consolidarse. El ministro de Asuntos Exteriores, S. Jaishankar, subrayó ante Foreign Policy los avances en infraestructura y ayuda humanitaria, admitiendo que el fortalecimiento regional aún es insuficiente.
La dinámica global
La irrupción de China agrava la complejidad del escenario. Ahora es el principal socio comercial y fuente de inversión extranjera para varios países del sur de Asia, así como un aliado en defensa. Según Foreign Policy, los gobiernos locales explotan la rivalidad entre China e India para obtener concesiones; incluso en campañas electorales, como en Maldivas y Bangladesh, se ha utilizado una retórica de “India fuera” como estrategia.
La frágil integración regional tiene impacto económico directo. China fortaleció su posición cimentando lazos comerciales y de infraestructura con sus vecinos, un modelo que India aún no ha replicado. La tendencia de gobiernos occidentales a analizar a India aisladamente, sin considerar su entorno regional, dificulta el diseño de políticas efectivas. Organismos como el Ministerio de Asuntos Exteriores del Reino Unido o el Departamento de Defensa de Estados Unidos suelen tratar a India y a otros países de la región de manera separada, fragmentando la visión estratégica.
Las consecuencias de la inestabilidad trascienden las fronteras. El sur de Asia es fuente principal de migración irregular hacia Occidente y figura entre las regiones más vulnerables al cambio climático. Cuestiones como la inmigración, el clima y la influencia china en Occidente se han entrelazado con el devenir de este territorio. Aunque los países occidentales no pueden imponer la integración, sí pueden colaborar en áreas como resiliencia climática, migración y conectividad física y digital.
El destino del sur de Asia marcará no solo el rumbo de sus propios países, sino también tendrá un impacto directo en el resto del mundo, dada la magnitud demográfica y la creciente interconexión de sus desafíos.