Desde hace un año, el sonido de las calles de Belgrado, Novi Sad y otras ciudades de Serbia es el de centenares de bocinas, cantos y gritos. Es el sonido de miles de jóvenes manifestándose contra su Gobierno, contra un sistema que consideran corrupto e ineficaz y que quieren cambiar. Las protestas anti corrupción comenzaron hace un año después del accidente mortal en la estación de trenes de Novi Sad el 1 de noviembre de 2024.

Informe desde Belgrado de Irene L. Savio
“Queremos arreglar el sistema, que también se reduzca la corrupción. Queremos más libertad, más derechos humanos y elecciones normales y libres”, dice Kosta, estudiante de 26 años de Novi Sad.
Aquí, el 1 de noviembre de 2024, la marquesina de la estación de trenes, supuestamente recién renovada, se desplomó, matando a 16 personas. Un trágico accidente que ha supuesto el despertar de una nueva generación política, liderada por los estudiantes.
«Hay una nueva generación política, que se siente liberada de las derrotas del pasado, que se siente comprometida con los asuntos públicos y eso representa un marco de esperanza respecto al pasado donde la sociedad era caracterizada por la apatía», explica el balcánologo Miguel Roán.
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De momento, ni la represión gubernamental —unas 1.000 personas arrestadas desde junio, según organizaciones no gubernamentales— ha frenado la protesta. Los manifestantes piden profundos cambios institucionales y una democracia más avanzada.

Por ello, ahora también han creado una lista cívica para competir en las próximas elecciones e intentar formar, si ganan, un gobierno de tecnócratas que reforme el país.
Pero el camino aún es muy cuesta arriba, como señala Vojislav Mihailovic, investigador del instituto CRTA.
«Esta idea de participar en la arena política sin convertirse realmente en un partido político es bastante difícil. La idea es ganar las elecciones, llevar a cabo reformas y luego retirarse. Y si ese es el caso, necesitan lazos más fuertes con los partidos de la oposición», dice Mihailovic.
En cualquier caso, según los analistas, el desenlace también dependerá de si los estudiantes consiguen un líder fuerte que represente sus anhelos de una democracia más avanzada.
Por su parte, el Gobierno de Aleksandar Vucic resiste, jugando la carta del desgaste. También ha acusado de terroristas y traidores a estudiantes, a la oposición y a la prensa.
La violencia también ha aumentado: en agosto, una protesta en Belgrado terminó en una batalla campal, y hace poco se produjo un violento tiroteo frente al Parlamento serbio.