La roca y la pluma


 

Sísifo, rey astuto y soberbio, se jactaba de haber burlado a los dioses. Por ello fue condenado a empujar una enorme roca montaña arriba, sólo para verla caer una y otra vez antes de alcanzar la cima. Su castigo no fue el dolor, sino la inutilidad del esfuerzo: trabajar sin propósito, perseverar sin esperanza. No habría descanso ni redención, solo la conciencia de una tarea interminable.



Fuente: Ideas Textuales

Escribir sobre política se parece, a veces, a esa condena. Cada palabra que denuncia la injusticia o intenta despertar la conciencia rueda cuesta abajo apenas se apaga el eco de su publicación. Los abusos se repiten, los corruptos reaparecen con ropajes nuevos, los cínicos siguen pavoneándose como si nada hubiese ocurrido. La historia, en su cruel monotonía, se reinicia cada día. Y, sin embargo, uno vuelve a empujar la roca. No por esperanza de triunfo, sino por el deber de no callar.

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Pensar y escribir en medio del deterioro es una forma de resistencia moral. Aunque las palabras no transformen de inmediato la realidad, son ellas las que nos salvan de convertirnos en parte del rebaño. La lucha más ardua no es contra los gobernantes autoritarios, sino contra las fuerzas que los sostienen: la injusticia, tan impávida e inmune; el dogmatismo, que clausura el diálogo y nos divide; la corrupción, que ha contaminado el cuerpo social entero; y quizá el enemigo más temible: la ignorancia, que anida incluso en quien pretende comprender y explicar el mundo.

No se escribe por gratitud ni por gloria, sino para expiar la culpa de no haber hecho más. Hay en esta tarea una suerte de penitencia: seguir empujando la roca del pensamiento contra la pendiente del conformismo. Porque los verdaderos grilletes no los imponen los tiranos, sino nuestra propia sumisión y nuestros miedos.

Mientras el poder aplasta, la palabra eleva; mientras la roca cae, la pluma insiste. En esa obstinación silenciosa y lúcida reside la dignidad de quienes, sabiendo que su esfuerzo tal vez sea inútil, se niegan a renunciar a la idea de un país mejor.

Titánica e ingrata tarea, levantar una roca que siempre vuelve a caer; pero que, con tozudo convencimiento e ilusión, se intenta una y otra vez. Porque rendirse también es una forma de morir, y escribir -aun sin fe en el resultado- es seguir empujando la historia hacia la cima.

Por Johnny Nogales Viruez, abogado.

Fuente: Ideas Textuales