Faltan pocos días para que acudamos a las urnas a elegir al nuevo presidente de nuestra Bolivia. El contexto de crisis económica se agrava con pronósticos poco auspiciosos emitidos por economistas experimentados y por instituciones nacionales e internacionales. El Banco Mundial proyecta recesión con inflación —estanflación—, el peor de los escenarios. Esa es la herencia de veinte años de masismo: un país al borde del precipicio. El próximo presidente tendrá que librar la madre de las batallas: salvar la Patria y reconstruirla.
Durante la campaña hemos sido testigos de una confrontación durísima, una guerra sucia sin cuartel y sin límites. En medio de ese ambiente escuchamos propuestas y programas de gobierno, y conocimos las distintas visiones de país con las que los candidatos buscan cautivar al electorado.
Afortunadamente, existe una coincidencia central: la necesidad de salir del estatismo y potenciar un modelo de base amplia. Con Evo y el masismo fuera de la segunda vuelta, los bolivianos alentamos la esperanza de sepultar democráticamente al modelo socialista empobrecedor.
No me propongo examinar los programas de gobierno, sino reflexionar sobre aquello que resulta imprescindible para que nunca más estemos expuestos a proyectos estatistas y antidemocráticos. El próximo presidente gozará de un periodo de tolerancia —una “luna de miel”—, un tiempo razonable durante el cual todos estaremos expectantes ante las buenas decisiones y las señales correctas. Tendrá un mayor margen de acción y comprensión si las políticas muestran resultados a corto plazo. La calle y las organizaciones sociales, muchas de ellas aún impregnadas de evistas y masistas, tendrán menos capacidad de conspirar y bloquear al nuevo gobierno si encuentran a una ciudadanía firme y esperanzada en las políticas de estabilización.
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Los candidatos ofrecieron resolver el problema del abastecimiento de carburantes. Si ese tema no se soluciona en el primer tramo de gestión, la situación puede tornarse crítica. La esperanza de cambio podría verse defraudada y las expectativas negativas precipitar un escenario adverso. Soluciones como esa no pueden esperar. ¿Mucho pedir? Tal vez, pero fueron las promesas de campaña. ¿Aguantará la población pagar un precio mayor por el diésel y la gasolina a cambio de reducir el déficit fiscal y frenar la inflación? La ciudadanía ansía cambios, anhela retornar a la estabilidad, recuperar la esperanza. Las familias estarán dispuestas a ajustar cinturones si perciben luz al final del túnel.
El camino no será asfaltado; estará empedrado, con baches y curvas cerradas. Las fuerzas antidemocráticas impulsadas por Evo Morales —aquel que levantó la bandera del voto nulo en la primera vuelta— preparan, desde su refugio en el Chapare, su artillería política para desplegar una estrategia de copamiento territorial en las elecciones subnacionales.
Cuatro meses después de la asunción del nuevo presidente, se elegirán gobernadores y alcaldes. Este proceso tendrá una importancia estratégica en la reconfiguración del Estado y en la reconducción del proceso autonómico, torpedeado y bloqueado por el régimen anterior.
Mientras el presidente instala su gabinete y encamina su gobierno, los partidos políticos y las agrupaciones ciudadanas —nacionales, regionales, municipales e indígenas— competirán por gobernaciones departamentales y 340 municipios en todo el país. En esa contienda electoral, pese a los procesos judiciales, desde su trinchera veremos a Evo nuevamente activo. No está claro qué rol asumirá: ¿será candidato donde pueda serlo, o se mantendrá como líder supremo, armador de la estrategia para retornar al poder? . Evo necesita blindaje político para enfrentar procesos judiciales, el hombre está imputado por trata de personas, delitos y abusos contra menores de edad; en el nuevo tiempo tendrá que rendir cuentas, él y los que le acompañaron y siguieron.
En un escenario de crisis económica e institucional, y solo si esta se agrava, los responsables del desastre podrían intentar conspirar apelando al discurso nostálgico de “tiempos mejores”. La población que vive en pobreza extrema es más vulnerable a la manipulación populista y, en momentos de tensión e incertidumbre, puede terminar valorando ese mensaje engañoso.
Las fuerzas antidemocráticas lideradas por Evo Morales ya están en apronte. Sin posibilidad de resistencia en la Asamblea Legislativa Plurinacional, intentarán rearticular la calle y los caminos. Para ello, los gobiernos subnacionales son piezas clave. La estrategia de supervivencia política del evismo pasa por reinsertarse en gobernaciones y municipios, especialmente en las capitales de departamento.
La pauta principal estará en las negociaciones y acuerdos políticos posteriores al 19 de octubre. La Asamblea Legislativa Plurinacional concentrará la atención. Si el presidente, los senadores, diputados y líderes políticos logran pactar y transmitir certidumbre, el país tendrá un panorama alentador para enfrentar la crisis económica y el reto subnacional.
Las alianzas políticas pueden darse tanto en el plano de la complementación como en el de la libre competencia. Donde los socialistas tienen fortaleza, será necesario actuar en bloque; donde son débiles, debe permitirse que las fuerzas democráticas compitan libremente. El objetivo será claro: blindar el nuevo tiempo y consolidar la reconstrucción democrática del país.
Jaime Navarro Tardío.
Político y ex Diputado Nacional.